Eso que llaman amor… Del hogar a la calle. Cuidados, arte y reapropiación del espacio público.

Eso que llaman amor… Del hogar a la calle.

Cuidados, arte y reapropiación del espacio público.

 

Ailén Lihué Possamay

Muralista. Estudiante de Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes

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Resumen:

Este proyecto busca visibilizar a través de una serie de murales-esténcil en la vía pública las tareas de cuidado que mayoritariamente realizan las mujeres al interior del hogar para que sean reconocidas como trabajo, buscando activar el debate en torno a la violencia económica y las políticas del cuidado; y principalmente contribuir a la –ya larga– discusión sobre la relación entre espacio privado y espacio público, tensionando y entrecruzando los límites entre ellos. A la vez que busca desde el reconocimiento y el homenaje a la mujer trabajadora, que se sientan bienvenidas en el espacio público y que este se transforme en un lugar más seguro para todos. Pienso el espacio público como un campo representacional que funciona a su vez como campo de batalla, como un espacio de disputa de sentido, haciendo foco en la reapropiación del espacio público –especialmente de la calle– que el movimiento feminista viene haciendo desde hace tiempo. Estos murales, serie de sonciles de mujeres que realizan tareas domésticas junto con la frase de Silvia Federici “Eso que llaman amor es trabajo no pago”, cuestionan la naturalización de las tareas de cuidado, buscando incómodo y presentando preguntas acerca de qué significan esos cuidados y cómo se perciben.

Palabras claves: Arte – Cuidados – Trabajo - Domesticidad - Espacio Público – Feminismos – Esténcil - Arte callejero - 

 

 

That which they call Love… From home to the street. Care, art and reappropriation of public space.

 Ailén Lihué Possamay

Muralist. Visual Arts student at the National University of the Arts

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Summary:

This project seeks to make visible through a series of murals-stencils on public roads the care tasks that women mostly perform inside the home so that they are recognized as work, seeking to activate the debate around economic violence and policies of care; and mainly contribute to the -already long- discussion on the relationship between private space and public space, tensing and crossing the boundaries between them. At the same time, it seeks from the recognition and tribute to the working woman, that they feel welcome in the public space and that it becomes a safer place for everyone. think of public space as a representational field that functions as a battlefield, as a space for dispute of meaning, focusing on the reappropriation of public space - especially the street - that the feminist movement has been doing for a long time. These murals, a series of stencils of women performing household chores, together with Silvia Federici's phrase "That which they call love is unpaid work", question the naturalization of care tasks, seeking to disturb and raise questions about what such care and care mean. how they are perceived.

Keywords: Art - Care - Work - Domesticity - Public Space - Feminisms - Stencil - Street Art -

 

Eso que llaman amor es trabajo no pago.

Un acercamiento a los conceptos de trabajo doméstico, cuidados y trabajo no remunerado. 

¿De dónde, qué y por qué?

La idea de trabajar la temática de cuidados y trabajo no remunerado surge en el año 2017, luego del primer Paro Nacional de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis de Argentina el 19 de octubre del año 2016, y del Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis el 8 de marzo del 2017.

Al volver del 31º Encuentro Nacional de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis en Rosario los días 8, 9 y 10 de octubre del 2016 –luego de haber terminado el encuentro con una feroz represión policial– los participantes nos encontrábamos con la noticia del femicidio de Lucía Pérez, de 16 años, violada y asesinada. Unos días después la madre de Marcela Crelz la asesina por lesbiana y, al día siguiente, dos adolescentes fueron acuchilladas por un hombre en La Boca. Entre el 1 y el 19 de octubre de 2016 se registraron 19 víctimas de femicidio en Argentina, es decir una muerta por día. La desesperación y la rabia que eso llevó a organizar una gran asamblea feminista el 13 de octubre en la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular) convocada por Ni Una Menos para qué pensar hacer frente a ese panorama devastador. A la rabia por los femicidios se sumaba la crisis económica: los miles de despidos laborales (desempleo femenino del 10,5%), la precarización de la vida (inflación acumulada del 40%) y la violencia institucional en constante aumento; visibilizándose el vínculo entre la violencia patriarcal, la violencia estatal, la violencia económica y la pobreza.

No nos unía solo la rabia por los femicidios sino los deseos de enfrentarnos a un sistema capitalista y patriarcal, y al modelo neoliberal de hambre y miseria que llevaba adelante el macrismo. Se decidió entonces hacerle un paro al gobierno, el primer paro al gobierno de Cambiemos. El hecho de que la asamblea haya sido en CTEP no fue casual, fue la demostración de la intersección entre el movimiento feminista y el movimiento obrero. “Todas las mujeres trabajamos ”fue la frase que se repitió a lo largo de toda la asamblea, remarcando que las mujeres, tienen salario o no, son trabajadoras igual, pues trabajan sin parar y sin remuneración al interior de sus hogares, como también trabajan apaleando la crisis, haciéndose cargo de los comedores, etc. Llevando adelante dobles y hasta triples jornadas laborales. ¿Cómo no íbamos a apropiarnos del paro como acción de protesta? Estaba claro que “si nosotras paramos, se para el mundo”.

Figura 1. Fuente Ni Una Menos

Al #NosotrasParamos se sumó la frase “Si nuestras vidas no valen producen sin nosotras ”, que recorrió todo el país, tanto en asambleas, como en redes, afiches, flyers, etc. Y recorrió también el mundo: en enero de 2017 en Estados Unidos las mujeres y disidencias marcharon contra la asunción de Donald Trump que culminó con un potente discurso de Ángela Davis. En marzo de 2018 en México las mujeres zapatistas llamaron a un encuentro internacional de mujeres en Chiapas y en Brasil, frente a las posibilidades (ahora una realidad) de que el fascista Jair Bolsonaro ganara las elecciones, los movimientos de mujeres y disidencias convocaron al masivo y poderoso #EleNao. Desde ese primer paro de mujeres a la fecha todos los 8 de marzo se realiza en cientos de ciudades del mundo el Paro Internacional de Mujeres, Lesbianas, Trans y Travestis .

La interpelación de este camino transitado en la construcción de la huelga feminista llevó a que me interesase especialmente en la temática sobre tareas de cuidados y trabajo invisibilizado. En los murales trabajo, por lo tanto, con la invisibilización de la red de tareas domésticas y de cuidado que las mujeres y las identidades feminizadas [1] hacen desde hace siglos, y que sostienen la vida y hacen andar el mundo. Tareas de cuidado, crianza y todo el trabajo doméstico no remunerado disfrazado de amor a la familia heteropatriarcal que nos ha hecho depender de los hombres cis [2] históricamente y nos ha a innumerables situaciones de violencia(s). 

“Ellos dicen que se trata de amor. Nosotras que es trabajo no remunerado”. (Federici, 2013, p. 35). Así comienza Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, libro fundamental de Silvia Federici, [3] para entender de qué hablamos cuando hablamos del trabajo invisibilizado de las mujeres. En ese sentido, la serie de murales-esténcil tienen como protagonistas a distintas mujeres realizando tareas domésticas junto con una reformulación de la frase de Federici: “Eso que llaman amor es trabajo no pago ” (figura 2).Cuestionando la naturaleza con la que se presenta la cotidianeidad de las tareas de cuidado, buscando incomodar y generar preguntas acerca de qué significan esos cuidados y cómo se perciben.

 


Figura 2. Fuente Ailén Possamay. Boedo, CABA, Argentina. 2017

 

¿Y qué son los cuidados? Corina Rodríguez Enríquez [4] (2015), Economista feminista, investigadora y especialista en organización del cuidado explica que la noción de cuidado refiere:

(…) a las actividades indispensables para satisfacer las necesidades básicas de la existencia y reproducción de las personas, brindándoles los elementos físicos y simbólicos que les permiten vivir en sociedad. Incluye el autocuidado, el cuidado directo de otras personas (la actividad interpersonal de cuidado), la provisión de las precondiciones en que se realiza el cuidado (la limpieza de la casa, la compra y preparación de alimentos) y la gestión del cuidado (coordinar horarios, realizar traslados a centros educativos ya otras instituciones, supervisar el trabajo de la cuidadora remunerada, entre otros). El cuidado permite atender las necesidades de las personas dependientes, por su edad o por sus condiciones/capacidades (niños y niñas, personas mayores, (pág. 105).

Se entiende, por lo tanto, que los cuidados garantizan nada más y nada menos que la reproducción de la vida, lo que los hace indispensables para el desarrollo de la vida humana, de lo cual se desprende que los cuidados son un derecho humano: todes tenemos derecho a ser cuidades y todes tenemos la responsabilidad de cuidar. [5] Pero se hace evidente que esa responsabilidad que debería ser de todos recae mayormente y con mucho peso sobre las mujeres. Es decir que hay una distribución desigual e injusta de la responsabilidad del cuidado entre las mujeres y los varones.

Esto, explica Rodríguez Enríquez, resulta de la concurrencia simultánea de diversos factores: en primer lugar, de la división sexual del trabajo, por la cual el trabajo productivo y reproductivo o de cuidado se distribuye desigualmente entre varones y mujeres; y en segundo lugar, y relacionado con lo anterior, por la naturalización de la capacidad de las mujeres para cuidar (Rodríguez Enríquez, 2015).

Esto no siempre fue así. No son factores “naturales”, no fue el devenir natural de la humanidad lo que llevó a esa distribución desigual, fue una construcción socio-histórica que se llevó adelante de manera orquestada por intereses socioeconómicos de un modelo de producción y de vida capitalista. Federici en su libro El patriarcado del salarionos habla de un complejo proceso de ingeniería social que a fines del siglo XIX y principios del XX sacó a las mujeres de las fábricas, cuando la clase capitalista de Inglaterra y de Estados Unidos, presionada por la insurgencia de la clase obrera y necesitada de una mano de obra más productiva, emprendió una reforma laboral que transformó la fábrica: aumentó sustancialmente los salarios de los hombres proletarios, lo bastante como para mantener a su ama de casa no trabajador, e instituyó formas de educación popular para enseñar a la mano de obra femenina las habilidades necesarias para el trabajo doméstico. Transformando de esa manera a la comunidad toda, especialmente la dinámica del hogar y, por encima de todo, la posición social de las mujeres (Federici, 2018).

A partir de ese aumento sustancial del salario obrero masculino las mujeres son rechazadas en las fábricas y enviadas a la casa, de forma que el trabajo doméstico se convierte en su primer trabajo y ellas se definen en dependientes. Esta dependencia del salario masculino es lo que Federici define como el patriarcado del salario; a través del salario se crea una nueva jerarquía, una nueva organización de la desigualdad: el varón tiene el poder del salario y se convierte en el supervisor del trabajo no pagado de la mujer. Y tiene también el poder de disciplinar. Esta organización del trabajo y del salario, que divide la familia en dos partes, una asalariada y otra no asalariada, crea una situación donde la violencia está siempre latente (Federici, 2018).

La implementación de estas políticas relegó a las mujeres al interior de sus hogares poniendo todos sus esfuerzos socioculturales y de propaganda comunicacional y publicitaria al servicio de este fin, imponiendo a las mujeres el rol de amas de casa y construyendo ese deber como “deseo” y como identidad (figura 3).

3 Portadas de las revistas The American Weeky y Le Petit Echo de la Mode (1947, 1950 y 1951)          

Toda esta ingeniería comunicacional cosechó sus frutos: desde que el término mujer se ha convertido en sinónimo de ama de casa, cargamos, vayamos donde vayamos, con esta identidad y con las “habilidades domésticas” que nos otorga el nacer mujer. Esta es la razón por la que el tipo de empleo femenino es habitualmente una extensión del trabajo reproductivo y que el camino hacia el trabajo asalariado a menudo nos lleva a desempeñar más trabajo doméstico (Federici, 2018, p. 31). Al contraponer la familia a la fábrica, lo privado a lo público, el trabajo productivo al improductivo, la ausencia de salario ha hecho aparecer el trabajo al interior del hogar como un acto de amor. 

En la familia se dice que las madres por amor limpian y cocinan, que todo se hace por amor. Confunden amor con un servicio personal. El amor es un sistema que obliga a muchas mujeres que no tienen posibilidades de sobrevivencia a tomar el matrimonio como un empleo. El trabajo doméstico es un sistema de explotación que usa el amor, usa las relaciones entre hombres y mujeres, para beneficio del capital (Federici, 2015). [6] 

Habiendo introducido la temática, quisiera explicar por qué desechó hacer estos murales y poner esta frase en la calle. Comparto con las autoras que cité hasta ahora –Silvia Federici y Corina Rodríguez Enríquez- así como con muches otres que son parte esencial de este trabajo (que irán apareciendo en el transcurso de la lectura), la idea, el deseo y la preocupación por democratizar los conceptos, de trabajar en pos de la accesibilidad al saber , de tender puentes entre diferentes espacios y, ya que estamos con la metáfora del puente, de crear nuevas islas, nuevos puntos de encuentro, nuevos horizontes de posibilidad y de creación.  El escenario actual, este contexto social injusto pero movilizado frente a la crisis y económica, frente al machismo y el sistema patriarcal, frente al neoliberalismo, vuelve urgente poner en relación –y en tensión– los saberes académicos con prácticas políticas y saberes comunitarios que permiten cuestionar la indiferencia generalizada, a la vez que generen espacios de creación que den herramientas de resistencia y transformación. Tejiendo una continuidad entre los contenidos de formación académica, el arte, la experiencia militante y las problemáticas sociales, y una relación ética y estética entre activistas, academiques, artistas y comunidad. Apostando a la transversalidad y la interseccionalidad como lo viene haciendo el movimiento feminista.


Figura 4. Fuente Ailén Possamay. Guadalajara, México, 2019.

 

Las paredes como campo de batalla.

Incomodar la indiferencia: poner en marcha la crítica de lo naturalizado.

Materialidad política.

Este trabajo piensa el espacio público y urbano, en especial las calles y sus muros, como un campo representacional que funciona como campo de batalla, como un espacio de disputa de sentido, en especial de disputa por el sentido de lo público y de lo privado, haciendo foco en la reapropiación del espacio público por parte de las mujeres, históricamente relegadas a la privacidad del hogar.

La pared como campo representacional donde se proyectan y expresan cuestiones simbólicas y políticas no es nueva. Los muros se han empleado como medio de discursos simbólicos a lo largo de la historia, ya que la humanidad existe ha recurrido a ellos para dejar plasmado su paso por el mundo –como por ejemplo las pinturas rupestres en las paredes de las cuevas–.

Desde las primeras expresiones culturales de la historia, los diversos grupos sociales han utilizado el espacio físico en el que vivían como medio de expresión de los sucesos importantes que marcaron sus desarrollos, y diversas manifestaciones de ideas, afectos, etc. (…) parece nunca haber sido un espacio neutro, sino al contrario, un espacio de proyección de lo que sucede (o lo que se piensa o se siente) en un determinado momento histórico-social. (Boczkowski, 2018, p. 9).

El arte en general ha sido históricamente un medio de expresión y de proyección de un determinado momento socio-histórico y sigue siendo. A los fines que buscamos, nos importa hacer foco en lo que respeta al arte público, el arte callejero, los graffitis y esténciles. Se suele ubicar el surgimiento del graffiti urbano en el mayo francés y se le atribuye la cualidad de ser un medio de expresión contestataria de los jóvenes rebeldes de ese entonces. Desde los 60 se produce un quiebre en el arte, hay un convencimiento generalizado de que el campo representacional debe convertirse en un campo de batalla. El Mayo francés fue ejemplo de eso, a la acción revolucionaria se le sumó el operar de la imaginación que la convirtió en una lucha estetizada. Los graffitis, por ejemplo, surgen como un impulso poético, con una potencia insurreccional. Se pretendía eliminar la virtualidad del arte por la acción. La violencia se sublimaba así en acción estética (Casanegra, 2008).

El arte huía de las instituciones artísticas para acercarnos a las necesidades sociales. Había una intención de llamar a la reflexión y convocar a una concientización. Esta nueva concepción del arte dura hasta hoy día. El arte sigue siendo una gran arma de combate en esta sociedad neoliberal y patriarcal. El arte es respuesta y acción. Y el “arte público” o “arte callejero” es una de las acciones más directas dentro de este campo.

Ionatan Boczkowski (2018) en su tesis de grado –de la carrera de psicología– Haciendo hablar a las paredes, piensa al graffiti como herramienta de resistencia y lucha, y se propone pensar las pintadas como una práctica de deshabituación (p.13). Marcelo Percia en “La estética de la deshabituación” la define como:

(…) la irrupción de algo no previsto en el paisaje estable de las cosas. (…) irrupción de algo descubierto. A pesar de un fragmento, de un detalle, de un término. (…) como acción que altera. Movimiento que descompagina. Que pone a la vista la fragilidad de las constancias perceptivas. Quizás deshabituación como disturbio en la conciencia. Como salida de lo previsible. Como alteración de la percepción (…). Un lugar imprevisto, un movimiento hacia otra cosa, un golpe del objeto que pone desconcierto en la mirada (…) Quizás deshabituación como desencadenado de una inquietud, una confusión, un desconcierto.

 

Práctica en la que creo que esta serie de murales-esténcil se inscribe perfectamente, no solo por el hecho de utilizar como herramienta artística el esténcil, cuya materialidad ya de por sí es política: el trazo, la huella que dejan la plantilla y el aerosol en la pared ya traen en su materialidad una impresión política, que remite a la denuncia, al escrache, a la idea de una acción de protesta y de lo fugaz –aunque en el caso de estos murales de fugaz no tenga nada e implique un tiempo considerable el armado de la imagen, es la narrativa política de la materia lo que hace a la gestualidad de esa imagen, no quedan estáticos ahí para siempre, se pueden borrar y volver a hacer porque la plantilla se puede reutilizar–. Esta serie de murales se inscribe en la práctica de la deshabituación también y en especial por el mensaje que buscan transmitir, por la imagen que se representa –una mujer realizando una tarea doméstica y de cuidado– y la frase que la acompaña: “Eso que llaman amor es trabajo no pago” (figura 5). Hay en ese doble movimiento en sacar la imagen de una mujer realizando una tarea doméstica del espacio privado y llevarla al espacio público en modo de denuncia por una situación que resulta injusta pero también como una obra de arte callejero, hay en ese movimiento una irrupción de algo no previsto. Un despiste de un fragmento, recorto un fragmento del espacio de lo privado, de lo íntimo, del interior del hogar y lo expongo en la calle, en el espacio público, el espacio de lo común, a la vista de todas. Intervenir un espacio es hacer venir en ese sitio algo que suele estar expulsado,  producir una incomodidad: Pero cómo, mi abuelita no me ama???. [7]

 


Figura 5. Fuente Ailén Possamay. San Telmo, CABA, Argentina. 2017

 

Lucha por el sentido común. Incomodar la indiferencia. Se trata de una política de hacer visible lo visible, presentar de otra forma aquello que, por su cotidianeidad, pareciera estar oculto aun estando a la vista. (Boczkowski, 2018, p. 13). No es solo una irrupción, es también una interrupción. Aparece en la calle a interrumpir la marcha cotidiana, a obstaculizar, a detenerse a hacer foco en eso que siempre pasaba por alto. Quizás deshabituación como barrera. Como obstaculo que impide se consuma un único destino. Deshabituación como desvió de la fatalidad. (Percia, 2013, p.239) Boczkowski (2018) expone que el efecto de deshabituación se complementa con el de articulación: Ya sea que las personas estén a favor o en contra del hecho de pintar o del contenido de una pintada, lo cierto es que lxs interpela y lxs invita a opinar . (pág. 14).

Hay en esta irrupción/interrupción en la calle, una potencia particular, la potencia de lo que no se elige, el azar: el “público” de los murales es arbitrario, no se puede elegir. Y lo que pasa entre quienes caminan por la calle y el mural es muchas veces un misterio, y algunas otras se materializa y deja huella (Figuras 6, 7, 8 y 9).


Figura 6. Fuente Ailén Possamay. Constitución, CABA, Argentina. 2017

  

Figura 7. Fuente A. Possamay, 2018           

     

Figura 8. Fuente A. Possamay, 2018.


Figura 9. Fuente: A. Possamay, 2018

 En la secuencia de las figuras 7, 8 y 9 podemos ver cómo el azar se hizo presente, y como la disputa por el sentido del mural se dio sobre el mismo mural. Una disputa por la construcción de sentido en el espacio público. En la figura 7 vemos como alguien, que no sabemos quién es, pinta sobre la frase “es trabajo no pago” y deja a la vista el “eso que llaman amor”, no le tira un balde de pintura arbitrariamente, tacha lo que no le gusta, deja un mensaje. En la figura 8, vemos como otra persona u otras personas, porque tampoco lo sabemos, escribe con corrector la frase que había sido borrada, abriendo un diálogo (cual baño público de escuela). Y finalmente en la figura 9 vemos como un grupo de vecines se acerca a arreglar el mural. Lo curioso y lo maravilloso de este gesto, fue que yo, autora del mural, me les crucé justo cuando lo estaban arreglando y me presenté, pero a elles no les importó, de hecho, no me prestaron mucha atención y siguieron con su tarea, dándome a entender que ese mural ya no me pertenecía, que era de elles, que elles lo sentían propio y por eso lo defendían. Ese debate, esa interpelación que una esperaba que ocurriese, pero que no dejaba de ser una idea de lo que podría llegar a pasar, se hace presente en el mural. El mural ya no me pertenece, porque el mural ahora es un diálogo entre un “público” que aparece al azar y se convierte en parte de la obra.

Dice Marcelo Percia:

Toda intervención violenta al no advertido de alguna manera: conmueve y golpea al que vive vertido en la corriente, al que anda vacío de sentido crítico. Conviene pensar de qué modo esa violencia (conmoción o golpe), no sólo haga saltar resistencias y defensas, sino que facilite que el invitado vuelque sobre el presente entusiasmos adormecidos

No se trata de ofrecer un espectáculo ni una lección moral, sino de provocar (en donde dominan comunicaciones disciplinadas por el orden establecido) un colectivo instantáneo que se encuentre pensando en un diálogo impreciso.

 

Decidir una acción es asumir una responsabilidad crítica y comprometerse en el análisis de las consecuencias. Con los murales vino aparejado el pedido de conversatorios que acompañarán la realización, conversatorios con juntas de vecinas, con organizaciones, etc. Espacios concretos de debate, de pregunta, de diálogo con respecto a esa interpelación.

En Chile, donde estuve participando a principios del 2019 de “Ancestras del futuro” una itinerancia artística parte del programa “Activa tu Presente con Memoria”,[8] la propuesta fue llevarlo a las escuelas, hacer una ruta o un circuito con los murales hechos y tomar ese lugar para reunirse, armar círculos de diálogo con las vecinas de los barrios donde están ubicados los murales, conversar sobre qué piensan y sienten al respecto.

 

Reapropiación del espacio. De homenajes y derechos.

Ana Falú[9] (2014) –arquitecta feminista, profesora, e investigadora, impulsora del enfoque de igualdad de género en la planificación urbana– tomando conceptos de Doreen Mase, nos explica como a partir del género se articulan formas específicas en la construcción de los significados simbólicos de lugar y espacio, especialmente la que refiere a la distinción occidental establecida entre espacio público y privado y sus impactos en la idea de lo que ha sido el hombre y la mujer a lo largo de la historia. Y en esta distinción, las mujeres permanecen invisibles en las ciudades, relegadas al ámbito privado del hogar. Dice Falú:

Reflexionar sobre la “la ciudad” en términos de categoría de construcción social, supone dar cuenta de las modalidades bajo la cual ésta es significada y construida por los actores/as, siempre diversos que lo habitan. De lo expuesto, se desprende la configuración de una cierta narrativa de la “ciudad”, pasible a ser transformada acorde a los contextos históricos, las relaciones de poder e ideologías dominantes que la atraviesan. (…) Se trata por tanto, de espacios no solo físicos, sino también simbólicos, políticos, lugar de disputas de quiénes y cómo la habitan (p.14-15).

 

El objetivo de esta serie de murales-esténcil en la vía pública y de los conversatorios que acompañan las intervenciones artísticas es, no solo que las tareas de cuidado que realizan las mujeres al interior del hogar sean reconocidas como trabajo, buscando activar la reflexión y el debate en torno a la violencia económica y las políticas del cuidado; sino que también pretende dar visibilidad desde el reconocimiento y el homenaje a la mujer trabajadora, que las mujeres nos sintamos bienvenidas en el espacio público y así poder transformarlo en un lugar menos hostil y más seguro para las mujeres que recorremos todos los días un espacio urbano que no está pensado para nosotras.

Después de tanto homenaje en el espacio público al hombre trabajador –exaltando trabajos como el metalúrgico, el ferroviario, etc.-, me parece interesante homenajear a la mujer trabajadora, llevar al espacio público el reconocimiento de un trabajo que se hace de manera invisibilizada al interior de los hogares.

Ana Falú explica que entre los derechos reconocidos a las mujeres se encuentran el derecho a la ciudad y el derecho a una vida libre de violencias en los espacios públicos.

El muralismo siempre fue una gran herramienta para embellecer los barrios, para quitar el estigma de violencia, para hacer el tránsito por las calles un recorrido más lindo, más amable, cambiar la dinámica de las paredes grises o explotadas de publicidad por una dinámica más creativa y más crítica. La idea es que los murales se sumen a esta lógica, y junto con el motivo, con el hecho de reconocer el trabajo invisible de las mujeres, apuesto a que esta serie de murales invite y construya espacios públicos que den la bienvenida a las mujeres, que hagan sus tránsitos por las calles un recorrido más ameno, más seguro, menos violento, y que contribuyan a que el derecho a la ciudad de las mujeres sea realmente un derecho. Al momento de concebir ciudades más democráticas, inclusivas de la diversidad, de las mujeres como ciudadanas, es preciso la apropiación por parte de las mismas del territorio, primero el cuerpo que habitamos, para poder hacerlo con otros territorios: la casa, el barrio, la ciudad, el territorio de lo colectivo, de las formas organizadas, de la vida social, política, económica, cultural de recreación, las que precisamos transitar con seguridad. (Falú, 2014, p.20)

Desplegar esta consigna denunciando la naturalización del rol doméstico de la mujer tiene que ver con la importancia de tomar la calle, de apropiarnos del espacio público que nos pertenece y que el movimiento feminista ha sabido ganarse a lo largo del tiempo. Mientras el sistema nos quiere relegadas en nuestras casas, trabajando gratuitamente, nosotras salimos a la calle, a disputarle al sistema el valor de nuestras vidas. Lo personal es políticogrita el feminismo, desplegando una potencia teórico-política que visibiliza el poder de las relaciones que se construyen en la vida cotidiana, en lo micro. Demostrando como lo público y lo privado son una construcción social y la necesidad de pensarlos desde la perspectiva de género, para entenderlos como espacios de tensiones y conflicto que encierran situaciones de desigualdad construidas históricamente a partir de lo que se entiende como el ser mujer y ser hombre en esta sociedad.

El espacio público es el espacio donde se discute la política, donde se organiza la sociedad, y las mujeres queremos ser parte de esa discusión. Tenemos mucho para aportar. Tantos años al interior del hogar no son años perdidos, son experiencias que ahora ponemos sobre la mesa, queremos discutir la organización de la sociedad desde la experiencia, desde los saberes que se tejieron en las cocinas y en los “grupos de WhatsApp de mamis”. A pesar de los costos que implicó e implica el trabajo doméstico no remunerado, el ser “amas de casa”, esto también nos dio la posibilidad de formarnos y construir saberes particulares de mucho valor que no desconocemos, y ponemos esta experiencia a discutir porque no queremos que se inviertan los roles ni ser igual que los hombres, ponemos esta experiencia sobre la mesa para discutir la organización social, para discutir el sistema capitalista, y para discutir esta organización lo primero que hay que discutir son los cuidados y la relación entre el espacio público y el privado, y frente a ello tenemos mucho para decir porque lo que queremos es cambiarlo todo.

 

Desobediencia doméstica.

Si nuestras vidas no valen produzcan sin nosotras

De la serie de murales-esténcil “Eso que llaman amor” se desprende otra serie de murales, pero ahora las imágenes son mujeres dejando de hacer tareas domésticas, en gesto de rebeldía hacia el mandato de ser “una buena ama de casa”, y van acompañadas de la frase: “Desobediencia doméstica”. Desobediencia doméstica es una frase que me prestó una amiga, hace diez años salió a escrachar las calles con una plantilla[10] chiquita que llevaba esa consigna y ahora se convirtió en parte de un mural afuera de su casa. El esténcil está hecho a partir de una foto y quien posa rompiendo un palo de amasar es también una amiga (figura 10).


Figura 10. Fuente: A. Possamay, Junín de los Andes, NQN, Arg. 2019

 

Y los murales también son eso: las amigas. Amigas que ayudan a pensarlos, que posan, que pintan. Porque un grupo de amigas mujeres pintando en la calle también es una apuesta política. Dice Federici (2013) y comparto:

Estoy interesada en construir una sociedad en la que la creatividad sea una condición de las masas y no un regalo reservado a unos pocos afortunados, incluso aunque la mitad sean mujeres. Nuestra historia actual es la de miles de mujeres que agonizan sobre los libros, el cuadro o la canción que nunca podrán acabar o que ni siquiera pueden comenzar, porque no disponen de tiempo o dinero (p.99).

La idea de este segundo momento en la serie de murales sobre cuidados tiene que ver con mostrarnos desde otro lugar, en la posibilidad y el deseo de la desobediencia. Como lo gritan los Paros de Mujeres, lesbianas, trans y travestis: si nuestras vidas no valen produzcan sin nosotras. Las tareas domésticas y de cuidado que las mujeres y los cuerpos feminizados hacemos desde hace siglos son una red invisibilizada que sostiene y hace andar el mundo: este mundo patriarcal y capitalista. Sin estos cuidados la vida no se sostiene, y nuestras vidas valen y producen valor, y ese valor no queremos seguir regalándolo a un sistema que nos explota, nos violenta y nos mata. Por eso desobedecemos. Desobedecemos la explotación al interior de nuestros hogares para sostener un sistema que nos hambrea, nos divide y nos mata.

Cuando afirmamos que el trabajo reproductivo es un momento de la producción capitalista, estamos clarificando nuestra función específica en la división capitalista del trabajo y las formas específicas que nuestra revuelta debe tomar. Finalmente, cuando afirmamos que producimos capital, lo que afirmamos es que podemos y queremos destruirlo y no enzarzarnos en una batalla perdida de antemano consistente en cambiar de un modo y grado de explotación a otro (Federici, 2018, p.29).

Exigimos transformar el modo en el que se produce y reproduce la vida, desobedecemos el rol doméstico y de cuidadoras porque desobedecemos a este sistema capitalista y patriarcal que expropia nuestras vidas en vez de sostenerlas.

Reconocer que el trabajo doméstico es trabajo mediante el que se produce la fuerza de trabajo nos ayuda a entender las identidades de género como funciones laborales y las relaciones de género como relaciones de producción, una maniobra que libera a las mujeres de la culpa que hemos sentido cuando hemos querido rechazar el trabajo doméstico y que amplifica la importancia del principio feminista “lo personal es político” (Federici, 2018, p.88).


Figura 11. Fuente: A. Possamay, Concepción, Chile, 2019

 

No queremos sentir culpa, sentirnos malas madres, malas esposas, malas hijas, “malas mujeres”. No es justo que el amor implique sacrificios, que el amor nos coarte la libertad, nos encierre, nos explote. Y para poder salir de la culpa es necesario desnaturalizar, y por lo tanto historizar la situación en la que nos encontramos:

(…) reconocer que la subordinación social es un producto de la historia, cuyas raíces se encuentran en una organización específica del trabajo, ha tenido un efecto liberador para las mujeres. Ha permitido desnaturalizar la división sexual del trabajo y las identidades construidas a partir de ella, al concebir las categorías de género no solo como construcción social, sino también como conceptos cuyo contenido está en constante redefinición, que son infinitamente móviles, abiertos al cambio, y que siempre tienen una carga política (Federici, 2018, p.83).

 

Crisis de los cuidados y del arte.

Un cierre lleno de preguntas

Hoy nos encontramos con una crisis estructural de los cuidados. En un contexto de crisis social, política y económica las mujeres no tienen doble jornada laboral, tienen triple y hasta cuádruple jornada laboral. Sabemos que, en los momentos de crisis, esta pega con mayor fuerza en las mujeres, y además son las mujeres quienes se organizan de manera comunitaria para paliar los efectos devastadores llevando adelante comedores, salitas, ollas populares, etc.

Cuando trabajamos cuidando aparece una pregunta central: ¿Quién cuida a las que cuidan? De la que se desprenden otras preguntas sobre la calidad de los cuidados y sobre qué pasa si no hay nadie que cuide.

No quiero introducirme de lleno en este tema porque sería abrir una puerta enorme y estamos en el cierre, pero sí quiero hacer foco en qué aportes y qué preguntas puede traer una intervención artística urbana –como lo es la serie de murales– en este sentido: ¿Cómo puede cuidarnos la ciudad? ¿Cómo puede cuidarnos el espacio urbano? ¿Cómo puede el arte callejero ayudar a pensar políticas públicas?

Martha Rosler, artista y activista feminista estadounidense, dice que el arte no es capaz de producir el cambio social, que es la gente la que hace el cambio y se hace en las calles. Hace poco, una colega artista, Malen Otaño comparte una imagen en su red de Facebook que dice “¿Esto es una bosta, háganse cargo, o no son artistas?” y escribe debajo: “trato de pensar como quiero participar de esto horrible que nos está pasando, sobre todo como artistas”.

Creo lo mismo, creo que el arte no le debe nada a nadie, que no tiene una manera de ser ni un rol que cumplir, porque como dice Rosler, el arte no cambia nada. Lo que sí cambia, quienes sí tienen el deber de comprometerse e implicarse son les artistas como ciudadanes, como partícipes en la construcción de una comunidad, de una sociedad política. Nadie está más allá de nada, sino más acá, donde nuestro trabajo ayuda a crear herramientas de transformación social, donde nuestro trabajo ayuda a pensar de nuevo, donde nuestro trabajo es capaz de involucrarse en pensar políticas públicas y estrategias comunitarias que mejoren la vida de las personas, que construyan sociedades más justas. O inventamos o erramos, después de todo, esto es una bosta y hay que hacerse cargo.


Figura 12. Fuente: A. Possamay, Chiapas, México, 2019 


Figura 13. Fuente: A. Possamay, Alberti, Prov. Bs. As, Arg. 2019

 

Bibliografía

Boczkowski, Ionatan (2018). Haciendo hablar a las paredes. El graffiti como herramienta de resistencia y lucha. Editorial académica española.

Casanegra, M. (2008) Entre el Silencio y La Violencia, Capítulo IX en Oliveras, Elena.     Cuestiones de Arte Contemporáneo. Bs. As, Argentina: Emece.

Falú, Ana (2014) El derecho de las mujeres a la ciudad. espacios públicos sin discriminaciones y violencias.1 Revista Vivienda y Ciudad - ISSN 2422-670X - Volumen 1 - Diciembre 2014 – Pp. 10 / 28

Federici, Silvia (2013) Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feminista. Madrid, España: Traficantes de Sueños

Federici, Silvia (2018) El patriarcado del salario. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Tinta Limón 

Percia, Marcelo (2004) Deliberar las psicosis. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Cúspide libros

Rodríguez Enríquez, Corina (2015) Organización social del cuidado y desigualdad:el déficit de políticas públicas de cuidado en Argentina. Revista Perspectivas de Políticas Públicas. Año 4 No 8 (enero-junio 2015)



[1] Hablo de identidades feminizadas haciendo referencia a todas aquellas identidades que son vinculadas a lo femenino y por tanto presionadas a cumplir con roles y tareas de cuidados asociados históricamente a lo femenino. Es decir, hablo de lesbianas, trans, travestis y maricas que se perciben como una femineidad, quienes se encargan de llevar adelante los cuidados en sus hogares (cuando los tienen y no son expulsados de sus familias, y que aún habiendo sido expulsados de sus familias, muchas veces al llegar la vejez son sobre quienes a pesar de todo recaen los cuidados de sus padres/madres ya mayores). 

[2] Abreviatura de cisgénero, término que es utilizado para hacer referencia a aquellos individuos cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual.

[3] Silvia Federici (Italia, 1942). Es una escritora, profesora y activista feminista italo-estadounidense, actualmente profesora emérita en la Hofstra University de Nueva York. En los sesenta se involucró en el movimiento estudiantil y en el movimiento contra la guerra. En esa misma época se sumo al movimiento feminista con una perspectiva de clase. Fue una de las animadoras de la campaña internacional Wages for Housework (Salario para el Trabajo Doméstico). Autora del libro Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria.

[4] Corina Rodríguez Enríquez (Argentina, 1969). Economista (Universidad de Buenos Aires) – Master en Políticas Públicas (Institute of Social Studies – Holanda) – Doctora en Ciencias Sociales (FLACSO, Sede Argentina). Investigadora Adjunta del Conicet con sede en el Ciepp – Miembro del Comité Ejecutivo de Mujeres por un Desarrollo Alternativo para una Nueva Era (DAWN). Titular de la cátedra de Economía y Género en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente de postgrado en diversas universidades nacionales. Consultora de agencias de Naciones Unidas. Trabaja desde la Economía Feminista en temas de políticas fiscales y sociales; organización del cuidado; poder corporativo y alianzas público-privadas.

[5] Ver art. 14 bis. y art. 75, incisos 22 y 23 de la Constitución de la Nación Argentina.

[7] Comentario que recibí de muchas personas de las primeras impresiones al ver el mural.

[9] Ana Falú (Argentina, 1947). Es arquitecta, profesora, investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y directora del Instituto de Investigaciones de Vivienda y Hábitat (INVIHAB) de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Fue directora de ONU Mujeres (ex UNIFEM) para la Región Andina (2002-04) y para Brasil y Países del Cono Sur (2004-2009).  Entre otros espacios de producción y acción a favor de los derechos de las mujeres, Ana Falú ha sido cofundadora de la Red Mujer y Hábitat de América Latina, de la Articulación Feminista Marcosur y de CISCSA (Córdoba, Argentina), organización con más de tres décadas de funcionamiento de la que actualmente es su directora.

[10] Plantilla:láminaque puede estar hecha de diversos materiales, sobre la cual se recorta la imagen que se desea realizar para luego poder pasar la pintura a través del recorte y poder estampar la imagen en la superficie elegida.

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