2. Proceso de globalización, estrategias corporativas y planeación metropolitana:

La inserción de la Ciudad de México en las redes de ciudades mundiales

Por Sergio González López Facultad de Planeación Urbana y Regional, UAEM E-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

RESUMEN

 El presente trabajo se propone abordar el problema de la globalización con respecto a la Ciudad de México. De manera particular, contrastando los planteamientos gubernamentales metropolitanos con las estrategias de las corporaciones, y llega a dos conclusiones: la cuestión de la globalización es incipiente y está insuficientemente formulada por los gobiernos federal y de las entidades político-administrativas que conforman este ámbito territorial; las grandes corporaciones están replanteando su estrategia con respecto a la Ciudad de México, y es necesario formular un proyecto de ciudad ante la globalización en el que se conjuguen y operen las propuestas públicas, privadas y sociales.

 Introducción

 En los últimos tiempos es un lugar común referirse a la “globalización”. Este término forma ya parte de la vida cotidiana y, probablemente, esté transformando nuestra concepción de los entornos más inmediatos como lejanos. El tiempo y la distancia se relativizan, dejando de ser nociones planas, lineales y diferenciables, para conjugarse simultáneamente y de manera desigual. No obstante la amplitud de su difusión este concepto es escurridizo tanto en su definición como, sobre todo, en su “asimilación” para, así, poder tomar una posición con respecto a él. De esta manera, y haciendo particular referencia a los estudios sobre el territorio, surgen múltiples preguntas tales como: ¿de qué manera influye la globalización sobre los ámbitos urbanos?, ¿cuál es la capacidad de decidir localmente ante las presiones emanadas externamente?, ¿ son convergentes las estrategias de las corporaciones transnacionales y la planeación metropolitana y es posible formular un proyecto social-urbano en un contexto globalizado?

Este trabajo se propone analizar las exigencias que supone la llamada globalización sobre la estructura territorial del país, tomando como caso a la Zona Metropolitana de la Ciudad de México (ZMCM) [1], principal concentración económica, política y poblacional de México y, por tal motivo, probablemente la ciudad con mayores posibilidades de inserción en la economía global. [2]Por otra parte, también pretende identificar y contrastar la existencia de las principales corporaciones transnacionales que operan en el país y las propuestas gubernamentales de planeación metropolitana y, en su caso, si existe un proyecto económico hacia tal dirección, es decir, hacia el reforzamiento de las capacidades de esta ciudad para desempeñar un papel como “ciudad mundial”. Los alcances del mismo enfatizan en las cuestiones económicas, por lo cual son parciales, ya que el proceso de globalización tiene implicaciones más amplias y complejas.

Asimismo, y adelantando parte de los principales aspectos que se desarrollan en este trabajo, podría decirse que ante el acelerado proceso de globalización se está replanteando el papel que desempeñan los centros urbanos y su articulación entre ellos, y que sólo un número reducido tiene la capacidad para insertarse como ciudades mundiales. Para el caso de la ZMCM, se considera que presenta la carencia –o, en el mejor de los casos, deficiencia- de un proyecto integral de ciudad que se proponga acciones coherentes entre sí que refuerce esta función potencial, en contraste con las estrategias de las principales corporaciones transnacionales, que sí cuentan con un proyecto de integración productiva a escala global.

En este sentido, mientras que hasta la fecha las acciones de gobierno y los sectores sociales que se desarrollan en esta ciudad han enfatizado sobre problemáticas coyunturales (en ocasiones desde una perspectiva que se plantea conforme los periodos administrativos: tres años para los Ayuntamientos y seis para los gobiernos estatales y federales) y referidas a problemas particulares de sectores sociales y áreas “intraurbanas”; las empresas están implementando redes productivas en el país e internacionalmente. Por tanto, es necesario contar con una propuesta de análisis que articule los distintos ámbitos espacio-temporales y los niveles de planeación (intraurbana, urbana, regional, nacional e internacional), para lo cual, se requiere contar  con formas novedosas de concepción y gestión que posibilite la participación de los distintos sectores de la población.

I. La globalización, el territorio y las ciudades mundiales

La globalización es uno de los principales ejes que soportan al proceso de reestructuración capitalista de las últimas décadas  [3] -al cual tampoco son ajenos los países denominados como del bloque socialista, no obstante los cambios radicales en sus formas de gobierno y economía- y está estrechamente vinculada con la conformación de bloques económico-comerciales, los cambios tecnológicos y organizacionales en las unidades productivas, la revolución en las telecomunicaciones y el replanteamiento del papel de los agentes económicos, políticos y culturales. Todo esto modifica la concepción de tiempo y espacio.

El proceso de globalización puede ser caracterizado de distintas maneras [4] y, frecuentemente se aplican como sus sinónimos los de “mundialización” e “internacionalización” [5]. En sus términos más generales entiendo como globalización al proceso social -en su sentido amplio- que relativiza las distancias a escala mundial y simultaneiza los tiempos. Este proceso es complejo, contradictorio y adquiere formas desiguales, porque abarca al conjunto de las actividades sociales, combina procesos históricos diferentes y enfrenta/coopera acciones de los agentes sociales con capacidades y proyectos diversos [6] Y, para el caso particular de este trabajo la connotación se limita a las actividades económicas y sus implicaciones territoriales.

El territorio como “arena movediza” entre lo local y lo global 

Estas transformaciones en las estructuras sociales en sentido amplio exigen modificaciones en los esquemas analíticos para poder comprenderlos. En el caso de los análisis sobre las cuestiones territoriales tienen un papel central las polémicas sobre lo local y lo global, la cultura y la tecnología, el poder político y la economía, el regreso o no hacia las teorías totalizadoras.

Durante los últimos años, las tradicionales delimitaciones de “urbano” y “regional” pierden aceptación. En su lugar se privilegia la dicotomía “local-global”, [7] como ámbitos de articulación espacial.

Aguilar (1996:173-4) señala que  los principales argumentos para destacar la relevancia de la escala regional/local en el análisis territorial son: “Varios son los argumentos que tratan de destacar la relevancia de la escala regional/local en el análisis territorial: primero, las regiones no son unidades de análisis únicamente para fines analíticos, sino que involucran toda una transformación, que deriva, de un cambio histórico-estructural en la economía espacial; segundo, el cambio regional se registra localmente como una división del trabajo en el proceso de producción nacional y/o mundial; y tercero, la transformación regional se manifiesta en una diversidad de prácticas sociales que interactúan en el espacio y el tiempo, y que explican la reproducción local y nacional de las economías nacionales. Desde esta perspectiva, el aspecto crucial al examinar ‘lo local y/o lo regional’ es enfatizar que su formación y naturaleza no se puede entender únicamente analizando el lugar en sí mismo, sino que se deben tener en cuenta perspectivas más amplias y contextos globales; es decir, entender no sólo cómo lo local es afectado por lo global, sino como las acciones de los agentes regionales, a nivel local, tiene una amplia implicación en los eventos que se desarrollan en territorios remotos. Se trata de relaciones de interdependencia que raramente son equitativas, y que dan lugar precisamente a la desigualdad espacial.”

Por su parte, Connolly (1996:231) propone para interactuar dichos ámbitos la identificación de los ejes de acumulación de capital externos a las condiciones nacionales particulares. Entendiendo por ejes de acumulación  “a la naturaleza de sus respectivos negocios: ¿cómo funciona, cómo se acopla o se opone o se complementa con los negocios nacionales, cuál es el comportamiento espacial de estos negocios? Ello da lugar a una especie de clasificación de los intereses extranjeros: importadores de diversos productos mexicanos; inversión extranjera directa en distintas ramas; ayuda bilateral o unilateral; deuda pública o privada externa otorgada por instituciones financieras extranjeras; capital accionario y/o de inversión especulativa; empresas norteamericanas que emplean mano de obra mexicana, etcétera.”

Hiernaux (1993:9) señala como uno de los principales cambios en los análisis territoriales consiste en que el Estado-Nación ya no constituye la unidad adecuada de análisis, sino el papel de los procesos exógenos, es decir, el ámbito internacional.

Estos autores, como otros,  refieren al carácter desigual con que son incorporados los distintos ámbitos territoriales, debido a condiciones locales históricas como a sus capacidades para desarrollar o no ventajas competitivas. Un planteamiento en este sentido es el de Pradilla (1997), quien además aplica la noción de “transgresión” al referirse a los procesos sociales territorializados y plantea la necesidad de las investigaciones transdisciplinarias y la necesidad de regresar hacia las teorías totalizadoras versus las fragmentarias. [8]

 

Las ciudades globales “nodos de  una trama territorial transnacional”

 

La globalización y su expresión territorial que transgrede desigualmente los ámbitos local-global, encuentra como sus principales exponentes a las ciudades globales y a las empresas transnacionales que tienen a sus oficinas corporativas en ellas, como unidades o nodos articulares de la economía a escala mundial o de la matriz global de acumulación capitalista.

John Friedmann, precursor del término “ciudad global” desde los ochenta, la define como “una clase de ciudades que juegan un rol conductor en la articulación espacial del sistema económico mundial, o puede dar nombre a una dimensión de todas aquellas ciudades que, en una medida variable, están integradas a este sistema. Ambos significados pueden reconciliarse bajo el principio de jerarquía global –o sistema jerárquico- de ciudades, donde cada una ocupa una posición que refleja su importancia relativa en la articulación espacial de actividades económicas y financieras o, para ponerlo más sencillo, su poder económico relativo”, Friedman (1997:40).  [9]  Según este autor, al igual que Sassen y Kunzmann, en el reducido número de ciudades globales, alrededor de treinta, pueden distinguirse algunas jerarquías (de mayor a menor importancia) como: articulaciones globales financieras, articulaciones multinacionales, articulaciones nacionales importantes (donde ubican a la Ciudad de México) y articulaciones subnacionales/regionales.

Para Borrego (1990), El sistema capitalista global se ha liberado en gran medida de los limites nacionales mediante la organización de la producción y de la mercadotecnia globales para sus propósitos intrínsecos, el sistema continúa enraizando en diversas formas en localidades urbanas que están entremezcladas en el contexto de múltiples capas del sistema mundial. Constituyéndose así una matriz global de acumulación  conformada por ciudades mundiales, zonas de producción libre y las fábricas para el mercado mundial, que entre sí establecen las relaciones económicas fundamentales, y entorno a las cuales se organizan las regiones y comunidades. Donde las ciudades globales son instrumentos para el control de la producción global, de la organización del mercado y de la articulación mundial. Plantea que la esencia de la nueva formación global consiste en integrar naciones, regiones y sectores en expansión o contracción a la acumulación del capital mundial, por otra parte explica que la corporación global también produce y reproduce un desarrollo desigual.

Una posición similar a la anterior es la de los teóricos de la nueva división internacional del trabajo que, en oposición a los seguidores de los distritos industriales,  consideran escenarios territoriales de tipo enclave, en la cuales la integración regional sería casi nula y las grandes compañías transnacionales estarían en posibilidades de establecer un control prácticamente total sobre las condiciones de la producción industrial. Entre ellas, es interesante el planteamiento de Amin y Ash (1991), y citada por De la Garza et al. (1998:33), según los cuales, la ciudad empresarial remite a una serie de contextos industriales en los que una gran empresa, generalmente, transnacional, subordina a su pauta de funcionamiento a todos los actores del proceso. Este tipo de red al que pueden pertenecer estas plantas industriales, finalmente, se dispersa a lo largo de los países y continentes, pero se controla exógenamente y ubica sus principales nodos en los países centrales. En este sentido, poco o nada tienen que ver con la ciudad empresarial las formas culturales de las comunidades en relación con el trabajo y la producción, así como las formas tradicionales de cooperación que pudieran existir.

Por su parte, Ruigrok et al. (1991), también citados por De la Garza et al. (1998:34-35), exponen un interesante modelo para el análisis de los encadenamientos productivos que, si bien ofrece cuatro formas típico-ideales, se presenta de manera lo suficientemente abierta como para servir de guía heurística para captar en la investigación diversas configuraciones industriales. En su modelo estos autores ubican cinco actores centrales (empresas terminales, proveedores, distribuidores, sindicatos y gobiernos) y analizan sus relaciones con base en los continuos conceptuales que abarcan de la dependencia a la autonomía (o independencia) y del control a la cooperación y la competencia. Así es posible analizar cinco tipos de relación que, en su articulación, producirán la coloración del encadenamiento; dichas relaciones fundamentales son las que establecen las empresas terminales con los proveedores, distribuidores, sindicatos, gobierno y, finalmente, con las demás empresas terminales.

La primera de las formas típico-ideales corresponde precisamente al mencionado modelo de ciudad empresarial y ellos lo denominan red jerárquica (monopsómica) de control. En esta modalidad, una sola empresa terminal mantiene control directo sobre una red de empresas proveedoras y distribuidoras, que dependen de la primera con posibilidades muy escasas o nulas de influir en el proceso de intercambio. Los gobiernos y los sindicatos, en esta situación extrema de encadenamiento, manifiestan iguales características de dependencia y de heteronomía frente a las empresas terminales. La cuarta corresponde, por su parte a los distritos industriales y ellos la denominan como red de especialización flexible de aprendizaje-investigación. En este tipo de encadenamiento no existen empresas dominantes que subordinen al resto a su dinámica propia. Por el contrario, el sistema de relaciones está marcado por la cooperación, o bien por la competencia igualitaria, y por la relativa autonomía de las unidades productivas. Los gobiernos y las organizaciones sindicales, por su parte, ni dominan ni son dominados en el proceso, sino que resultan elementos funcionales o cooperativos en el modelo.

Los restantes dos tipos ideales representan características intermedias, aunque uno esté más cerca de la red jerárquica de control y el otro de la red de especialización flexible. El primero de ellos se denomina red jerárquica de influencia (olipsómica) y el segundo red igualitaria de caos (polipsómica). Aquél se caracteriza por la presencia de varias empresas terminales que compiten entre sí y que, por la competencia misma, no están en posibilidades de controlar directamente a las compañías proveedoras y distribuidoras; pero sí de imponerles formas de dependencia, en las que sin embargo las proveedoras y las distribuidoras pueden influir en los mecanismos a través de los cuales las empresas terminales las coordinan de manera heterónoma. El segundo, la red igualitaria de caos, se asemeja a un distrito industrial fracasado o, en términos de Castillo (1994), un detrito industrial. Aquí conviven en términos de desigualdad empresas de diversos tamaños y posibilidades de influencia y control sobre el resto; éstas establecen entre sí diversas modalidades de competencia, cooperación, coordinación y coalición, y mantienen relaciones en las que dependen o hacen depender a las demás, con mayores o menores posibilidades de influencia recíproca. En ambas formas intermedias, los gobiernos y los sindicatos tienen posibilidades diferenciales de intervenir en los procesos, ya sea influyéndolos, coordinándolos o subordinándose a las dinámicas de los demás actores.

Otro grupo de trabajos remite a la relación entre estrategias corporativas y nacionales para alcanzar la competitividad. Uno de los autores pioneros es Michael Porter (1990:715) quien plantea que “Las empresas, no los países, están en la vanguardia de la competencia internacional. Cada vez más deben competir mundialmente. A pesar de esto, la mundialización no menoscaba la importancia del país”. No obstante reconocer que existe una gran diversidad en las estrategias empleadas por las empresas, resultan relevantes como principios para alcanzar la ventaja competitiva: su derivación de la mejora, la innovación y el cambio; abarca todo el sistema de valor; se mantiene solamente gracias a mejoras incesantes; su mantenimiento necesita que sus fuentes se perfeccionen, y que contar con un planteamiento mundial de la estrategia, (Op. Cit.:717-723). En lo que respecta a la política gubernamental, ésta debe consistir en desplegar los recursos de un país (trabajo y capital), con unos altos y crecientes niveles de productividad. Para lo cual se hace necesario un programa en una amplia gama de áreas interdependientes, (Op. Cit:763-765).

Por su parte, Kotler et al., formulan una taxonomía de ocho grupos de países con base en dos dimensiones estratégicas: el nivel de riqueza y el grado de industrialización. Siendo éstos, los gigantes industriales, las estrellas nacientes, los países suramericanos (entre los que ubica a México), los países superplobados, las antiguas naciones socialistas, los segmentadores industriales, los segmentadores de productos, y los supervivientes, Kotler et al. (1997:125-156). Consideran que una vez analizados los determinantes del desarrollo industrial de un país, cada sector se puede gestionar como una unidad estratégica, o planning sectorial, que tiene tres dimensiones: estrategia de inversión, ámbito de mercado, e intensidad de los factores, (Op. Cit.:302-307). Por su parte, las empresas formulan su plan estratégico según tres etapas: elaboración de la cartera industrial de la empresa, identificación de los objetivos empresariales, y redefinición del ámbito industrial de la empresa, (Op. Cit.:439-456).

Con respecto a la relación establecida entre empresas transnacionales y gobiernos en la conformación de bloques regionales, son importantes los casos de la presión ejercida por las empresas automotrices estadounidenses para contrarrestar la competencia japonesa mediante el establecimiento de cuotas de importación, o, también, la discusión entre los gobiernos europeos sobre el tema de los productos agropecuarios.

De esta manera, se presentan por lo menos dos problemas a enfrentar para abordar el análisis de los procesos territoriales: el ámbito de relación entre los agentes económicos en la globalización: empresas-localidades, empresas-naciones, empresas-bloques o naciones-bloques, o todos. Asimismo, el grado de coincidencia de los proyectos y las medidas tomadas entre las empresas, los gobiernos y el conjunto de la sociedad. Esto, por supuesto, nos lleva a identificar distintas configuraciones sociales en función del objeto de análisis que se privilegie.

No obstante la utilidad para los análisis territoriales de los conceptos y planteamientos de ciudad global y de matriz de acumulación, que constituye una mayor precisión de la noción global/local, predominan en los principales trabajos un sesgos hacia la consideración de los aspectos económicos. [10]

 

II. La reestructuración territorial en México y en la ZMCM

 

Es innegable que históricamente, en el ámbito de la gran concentración urbana que conocemos como la ciudad de México ha desempeñado un papel fundamental en el devenir social del país, y que esto no se refiere exclusivamente a los tiempos más recientes [11]. Asimismo, que por lo menos desde los setenta el gobierno ha planteado a la desconcentración de las actividades económicas de la Ciudad de México –sobre todo las manufactureras- como un objetivo para el desarrollo regional.

Es numerosa la literatura sobre los cambios recientes en el patrón de configuración territorial en México. Sobresalen trabajos como los de Hiernaux, Garza y Pradilla (indicados en la bibliografía). En esta ocasión nos remitimos a los de Connolly y Wong.

Connolly, siguiendo su propuesta de los ejes de acumulación del capital extranjero en México, establece una periodización que refleje los cambios sobre el tipo de interés económico de estos negocios y sus implicaciones territoriales para la Ciudad de México. Al respecto, entre 1950 a la fecha distingue cuatro fases [12]. En ellas, las actividades económicas de la Ciudad de México tienen comportamientos desiguales. En la primera se incrementa estas actividades económicas –sobre todo las manufacturas-, cuya participación relativa retrocede en la segunda por el auge de la producción petrolera. Con la crisis (fases tercera y cuarta) se presenta un comportamiento diferenciado: continúa el retroceso de las manufacturas pero se desarrollan dinámicamente las actividades del sector terciario, tendiendo hacia una especialización de esta área (principalmente el Distrito Federal) hacia dicho sector.

Iracheta Carroll (1999:153), plantea que la Zona Metropolitana del Valle de México en el contexto de la globalización muestra dos caras: intensas relaciones de los segmentos económicos internacionalizados con el exterior, y graves problemas urbanos (socioeconómicos y ambientales) para la mayoría de la población.

Wong plantea el surgimiento de “regionalismos emergentes”, entre los cuales destaca: “i) los ligados al creciente proceso de integración internacional y globalización de la economía (nuevas regiones industriales del norte del país); ii) los relacionados con la crisis e inconsistencias de la política económica (valles agrícolas de Sonora y Zacatecas); iii) los vinculados a rezagos socio-económicos históricos y endémicos de regiones (Chiapas-EZLN); y iv) aquellos que en general obedecen a la inadecuación y marginación de la dimensión regional en el esquema general de políticas prevaleciente. Con base en lo anterior, el nuevo entorno de la economía nacional y el marco de redefinición secto-espacial que acompaña a la cambiante división territorial del trabajo, demanda un enfoque alternativo de política regional en México.” (Wong, 1996:287)

 

La desigualdad en la Ciudad de México

 

Al referir la Ciudad de México en el entorno de la globalización como un “ciudad mundial” –aunque se encuentre como “articulación nacional importante” en los términos de la jerarquía señalada anteriormente-, pareciera que se tratase de un ámbito homogéneo y predominantemente económico. Pero es sólo un recurso analítico y simplificador del problema, ya que en realidad en ella coexisten multiplicidad de actividades y espacios vivenciales que afectan desigualmente a sus pobladores. [13] Por otra parte, también deben considerarse las diferencias entre las unidades político-administrativas, principalmente entre aquellas que remiten a nivel de entidad federativa: Estado de México y Distrito Federal.

 

El potencial económico-territorial de los municipios conurbados

 

La desigualdad entre ambas entidades es notoria también en términos de los análisis desarrollados sobre ambas, sobresaliendo los que abordan al Distrito Federal. Por tal motivo nos concentramos fundamentalmente sobre los municipios conurbados. Así, la economía urbana de los municipios conurbados, como la de cualquier otra actividad social y espacio, debe ser considerada como la conjunción de actividades en diferentes ámbitos. En este sentido, para el análisis económico de los MCCM se deben distinguir estos ámbitos que, para el caso de este trabajo son: nacional, metropolitano, conurbado y municipal.

Según González (1998), el potencial económico-territorial de los MCCM es definido como la relación económico-territorial que se desarrolla en mejores condiciones. Para poder determinarlo es necesario desagregarlo en sus dos componentes: económico y territorial, donde el económico tiene como unidad básica a la rama de actividad y el territorial al municipio. [14]

El autor plantea trayectorias y potencialidades desiguales entre ramas y ámbitos territoriales. Mostrándose una especialización entre las ramas donde tienen un mayor potencial hacia la modernización un número reducido de ellas, sobre todo en las que predominan altas escalas de producción y dominio tecnológico del capital extranjero. Por otra parte, los sectores comercial y de servicios en apoyo a las anteriores actividades industriales “modernas” se concentran predominantemente en el Distrito Federal, mientras que en los MCCM estos sectores se orientan hacia la demanda poblacional.

Territorialmente, distingue y combinada dos perspectivas de análisis que arrojan resultados diferenciales: la estructura territorial concéntrica y la estructura territorial por ejes. Constatando que la segunda arroja como resultado que las actividades con mayor potencial se ubican en el eje en torno a la carretera hacia Querétaro.

 

III. Las propuestas “metropolitanas” ante la globalización

Cuando se hace referencia a la “planeación territorial” es común identificarla como aquella generada de los ámbitos gubernamentales y, en tal sentido, como una “práctica en crisis”. Conviene hacer una serie de precisiones al respecto antes de abordar el objeto de este apartado: las propuestas metropolitanas ante la globalización, teniendo en mente particularmente aquellas a analizar e implementar para la Ciudad de México.

Las restricciones para la planeación metropolitana

El primer aspecto es que no debe reducírsele a los ámbitos gubernamentales, como hemos visto las empresas –principalmente los grandes corporativos- diseñan y ejercen estrategias de localización, asimismo, otros grupos sociales también tienen conceptos particulares y capacidades de acción diferenciales para instrumentar sus propuestas.

Por otra parte, la planeación territorial formulada gubernamentalmente sí está significativamente cuestionada. Al respecto, Aguilar identifica tres factores que dificultan su implementación: “En primer lugar, las grandes empresas, transnacionales o no, seleccionan sus sitios de producción no únicamente dentro de un espacio nacional sino dentro de bloques comerciales mucho más extensos [...] En segundo término, con las políticas neoliberales hay una marcada tendencia a que el Estado reduzca el gasto público, incluidos los subsidios, lo cual afecta mayormente a los programas de bienestar e infraestructura social; éstos últimos han significado la base de la política regional en las décadas anteriores. [...] Y en tercer lugar, ya no se puede afirmar que el ‘problema regional’, sea el de la tradicional división entre regiones ‘centrales’ prosperas, y regiones ‘periféricas’ deprimidas; de hecho no son las regiones en sí mismas las que se relacionan entre sí, sino la existencia de una red de relaciones sociales de producción que dan lugar a un nuevo y más puntual patrón de desigualdad espacial (Konx y Agnew, 1994:404). Esta nueva división espacial del trabajo funciona en gran medida a través de avanzadas tecnologías de comunicación y de flujos de información; en esta realidad donde los vínculos externos son básicos para el desarrollo local, las políticas regionales para desarrollos muy localizados aparecen poco viables.” (Aguilar, 1996:185)

Por su parte, Iracheta Cenecorta (1998) remite adicionalmente como factores explicativos de la crisis de la planeación al hecho de no demostrar su aplicación y utilidad; así como, debido a que no ha podido constituirse en un instrumento político capaz de conciliar los intereses sociales y económicos. No obstante, según Friedmann (1997:39) “las ciudades del próximo siglo serán resultado de la planificación en el sentido más amplio de ese malogrado término”. [15]

Los planteamiento públicos gubernamentales

Es hasta fechas recientes que los gobiernos de la ZMVM han avanzando en sus planteamientos para la conformación de una “ciudad global”, pero sin precisar su carácter como tampoco las acciones las acciones para tal fin. El Programa de Ordenación de la Zona Metropolitana del Valle de México (POZMVM) firmado por los titulares del estado de México y del DF el 13 de marzo de 1998, formula como orientaciones estratégicas “la consolidación de la metrópoli como ciudad global, el impulso a la reestructuración industrial y el apoyo a la consolidación del agrupamiento de actividades locales competitivas”. Sin embargo, en sus acciones prioritarias no se precisan los términos para alcanzar tal fin. [16]

Esta situación es aún más notoria si se analizan los respectivos planes de desarrollo de ambos gobiernos. En el del estado de México, como señala González (1997) se evidencian dos restricciones: la ausencia de un planteamiento propio en materia económica, constatándose la reproducción “como espejo cóncavo” de la política nacional en la estatal, y la sectorización no correspondiente en materia económica con respecto a la territorial.

En lo que respecta al Gobierno del Distrito Federal, el apartado sobre el tema es el relativo a lograr un “camino hacia el desarrollo sustentable”, la línea estratégica más afín es la correspondiente hacia “fomentar las actividades económicas que permitan generar empleos y respetar el ambiente”. En ella los planteamientos son genéricos y no soportados en análisis que permitan identificar las actividades y áreas territoriales donde se desarrollarían las condiciones para una ciudad global. No obstante, recupera con énfasis la necesidad de propiciar un desarrollo económico “sustentable”.

En síntesis, en ambos gobiernos de manera individual y conjunta en el POZMVM se carece de una caracterización y de las acciones precisas para fortalecer a la ciudad de México en la red global.

 

IV. Reflexiones finales

 

El proceso de reestructuración mundial de las últimas décadas es complejo y tiene implicaciones territoriales. Territorialmente no pueden concebirse ámbitos excluyentes, ya que se combinan a distintas escalas. Ante esto, en el proceso de globalización, la Ciudad de México constituye tal vez el ámbito por excelencia para integrar al país con los flujos internacionales. Esto exige una nueva forma de pensar y actuar sobre los espacios metropolitanos y su relación con otros ámbitos a nivel nacional.

Con base en lo anterior, se podrían arriesgar una serie de retos que deberán abordar la planeación metropolitana para ciudades como la de México en el contexto de la globalización: El primero se refiere a la necesidad de poder alcanzar un proyecto de desarrollo integrador; el segundo, que propicie la división social de problemas y funciones; y el tercero, que establezca los instrumentos para su instrumentación. Todos ellos, difíciles de lograr, pero necesarios de intentar.

Como se señaló los ámbitos territoriales se transgreden y no se excluyen. Esto significa que, por ejemplo, la Ciudad de México combina desigualmente ámbitos vecinales, locales, urbanos, regionales, nacional e internacionales. Es necesario para cada uno de ellos y para la combinación de los mismos, tener claridad sobre los proyectos en que convergen los intereses de los agentes sociales involucrados. En el caso de los proyectos metropolitanos, que suponen la articulación con ámbitos externos a él, ya sean regionales, nacional o internacional, los proyectos deben incluir aquellos temas para los cuales la metrópoli es una “unidad territorial”. En este sentido, con qué tipo de proyectos la Ciudad de México podrá competir o cooperar con otros ámbitos. Y, cuál podrá ser el papel de los distintos agentes sociales.

Ante la desigualdad existente al interior de la Ciudad de México, las propuestas de articulación nacional e internacionalmente, plantea la necesidad de construir y operar una planeación metropolitana que identifique y especialice las funciones prioritarios y las acciones básicas para que puede competir internacionalmente y cooperar nacionalmente. Las dificultades para tal fin son históricas y requieren el diseño de un proyecto de país diferente.

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[1] Para efecto del presente trabajo la ZMCM incluye al Distrito Federal y a 28 municipios conurbados del estado de México.

 

[2] Este tipo de grandes concentración que se insertan en el tejido económico mundial sólo son parte del procesos, ya que existen otros ámbitos menos concentrados pero más integrados hacia el exterior como la frontera norte de México.

[3] Según una de las posturas predominantes –no obstante, también fuertemente cuestionada- en los análisis económicos y espaciales, la denominada como “regulacionista” estos cambios están inmersos en un nuevo modo de regulación, el posfordista. La polémica está ampliamente documentada, por lo cual aquí no se desarrolla. Con respecto a esta propuesta consultar a Leborgne y Lipietz (1992 y 1993), Lipietz (1991 y 1995) y Benko y Lipietz (1995). En lo que se refiere a las posturas contestarias o alternativas consultar a Harvey (1990), De la Garza (1993), Hyman (1998), Pradilla (1997) y Ramírez Velázquez (1996).

[4] Ianni (1996) hace referencia a diversas caracterizaciones, como las de “aldea global”, “fábrica global”, “ciudad global”, “nave espacial”, etc.  

[5] Al respecto Hiernaux (1993:5), precisa la distinción entre internacionalización y mundialización (globalización, en nuestros términos), en donde, no obstante ambos “compartir” su carácter “mundial”, tienen como principal distinción la simultaneidad (el caso de la globalización) o no (internacionalización) de los procesos económicos. Así, mientras la internacionalización es un proceso pretérito, el primero es posibilitado sobre todo por el desarrollo tecnológico de las telecomunicaciones. Siguiendo en la línea de análisis de su proceso histórico, Connolly (1996:229), menciona que el término “globalización” sugiere que se trate de algo nuevo, mientras que “nueva inserción” –término que prefiere utilizar- implica una variante novedosa de algo que ya existía. Por su parte, Ferrer (1996), realiza un análisis de la “globalización” desde el siglo XVI hasta la fecha.

[6] “La globalización puede así ser definida como la intensificación de las relaciones sociales en escala mundial que ligan localidades distantes de tal manera que los acontecimientos de cada lugar son modelados por eventos que ocurren a muchas millas de distancia y viceversa. Éste es un proceso dialéctico porque tales acontecimientos pueden desplazarse en dirección inversa a las relaciones muy distanciadas que los modelan. La transformación local es tanto una parte de la globalización cuanto la extensión lateral de las conexiones sociales por medio del tiempo y del espacio. Así, quien quiera que estudie las ciudades hoy en día, en cualquier parte del mundo, está consciente de que lo que ocurre en una vecindad local tiende a ser influido por factores –tales como el dinero mundial y los mercados de bienes- que operan en una distancia indefinida de la vecindad en la cuestión”. Antonhy Giddens, As consequencias da modernidades, Sao Paulo, Editorial Unesp, 1991, pp. 69-70. Citado por Ianni (1196:163)

[7] El orden de presentación de esta dicotomía, pudiese no ser arbitrario en los análisis territoriales, según privilegien para su estudio las condicionantes locales sobre las  globales, o a la inversa.

[8]Esta última cuestión de carácter teórico remite a un debate histórico más amplio  no resuelto en las ciencias sociales entre lo “micro-macro” y “parcialidad-totalidad” presentado por autores como Alexander y Giesen (1994), y el de “objetividad-subjetividad”, “abstracción-concreción” y “teorías generales-teorías particulares” abordado por De la Garza (1992).

[9] Para Paul L. Knox, “las ciudades globales son centros de sedes de corporaciones transnacionales, de sus servicios de negocios, de intercambio financiero internacional, de instituciones transnacionales, de telecomunicaciones y procesamiento de información. Son puntos base y centros de control para la madeja interdependiente de flujos financieros y culturales que, juntos, apoyan y sostienen la globalización de la industria” (Knox, 1995:6). En otro intento para su definición, las llama “los centros preeminentemente de innovación comercial y control corporativo, centros incuestionables de generación del gusto, crisol de la sensibilidad del consumidor y semillero de la cultura materialista” (Ibid:7].” Citado por Friedmann  (1997:40)

[10] “Lo sorprendente del concepto y que ha sido poco considerado en la discusión, es que el discurso de la ciudad global se ha asentado típicamente en el lenguaje de la economía. Aunque este carácter unidimensional otorga al concepto un poder analítico, subyacen aquí otras dimensiones importantes de la vida urbana. Como concepto de la geografía económica apunta hacia significación universal, sacando a relucir lo que es común a todos los miembros de una clase de ciudades globales, mientras se ignoran los variados y particulares ámbitos: las dimensiones histórica, sociocultural, administrativa, política y ambiental de la vida urbana. Pero si el concepto va a ser de utilidad para la política pública, lo general y lo específico deben juntarse. Este imperativo es capturado en la frase ‘el nexo global-local’. Articular este nexo es el desafío del planteamiento y diseño de la política urbana.” (Friedmann, 1997:40)

[11] Consultar sobre la importancia histórica de la Ciudad de México a Gustavo Garza (1993) y a Daniel Hiernaux (1993a), entre una vasta bibliografía.

[12] “El bosquejo de análisis que sigue sobre el desarrollo metropolitano de la Ciudad de México abarca el lapso de 1950 a la fecha. El peso relativo de los intereses extranjeros en México, y las modalidades adoptadas por éstos varían en el tiempo. La periodización propuesta al respecto sería la siguiente:

·1950 a 1973: en los países centrales del capitalismo, llega a su auge el ‘fordismo’; en México, también, se da un crecimiento económico impresionante, en base a una industrialización sustitutiva de importaciones.

·1973 a 1982: años de crisis en los países centrales; en cambio, México experimenta el llamado ‘auge petrolero’.

·1982 a 1988: se da un precario auge de los países centrales a expensas de la recesión generalizada en muchos países del tercer mundo: la década perdida de América Latina y de México.

·  1989 a la fecha: periodo de altibajos, predominando la recesión de los países centrales; efímero periodo de estabilidad en México, en el que domina la apertura comercial.” (Connolly, 1996:234)

[13] Al respecto son importantes los trabajos que tratan la ZMCM o fragmentos de ella desde perspectivas políticas, culturales, etc., como los de Coulomb, Delgado, Duhau, Ramírez Sáiz, entre otros.

[14] Este nivel básico es considerando las restricciones de información. Sin embargo, se requeriría profundizar a nivel de empresa, red de empresas y ámbitos territoriales donde se desarrollan más específicamente.

[15] Este autor señala que “la discusión precedente ha asumido una suerte de capacidad de la planificación y provisión gubernamental a escala de la ciudad-región en su conjunto. Este supuesto debe ahora observarse más cerca y transformarse en un objeto de la política pública. Lo que está implícito es el hecho de planear el uso de suelo y el transporte regional, extender los límites de las ciudades-región hacia fuera y modelar la forma urbana emergente como reflejo de propósitos sociales, no es más que una demanda por una nueva división territorial de poderes. Este concepto se refiere a distribución formal de funciones y autoridad entre las unidades territoriales de un gobierno, desde vecindarios y distritos urbanos hacia entidades mayores: ciudades, regiones, estados o provincias, la nación y los territorios multinacionales emergentes. La división de poderes existente es, en la mayoría de los casos y quizás en todos ellos, insuficiente para enfrentar los problemas del crecimiento urbano en la escala y a las tasas a que estamos forzados a asumir como dadas en la urbanización asiática. Por una parte, está el peligro de fragmentación al punto de una ingobernabilidad. Este es el típico caso de las ciudades norteamericanas como Los Ángeles [...]” (Friedmann, 1997:50)

[16]Consultar CGAMEM (1998 a y b).

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