2. El nacimiento de un barrio

Usos de la vecindad y el parentesco en la construcción de identidades y pertenencias políticas en la ciudad.

Por Sabina Frederic

Presentación

En la última década, las políticas de descentralización municipal han sido objeto de tratamiento y debate por perspectivas teóricas diversas. En torno a ello me interesa destacar dos corrientes opuestas en torno al papel de "la vecindad" en la articulación de una identidad política, basada en la territorialidad como proximidad física. Por un lado encontramos a quienes adhieren a la creencia en el alto valor democrático de la convivencia residencial, principalmente Jordi Borja (1989); por el otro a quienes argumentan acerca de la artificialidad de esta creencia señalando la constitución deslocalizada y postcomunitaria de los sujetos políticos de la posmodernidad (Marcelo Escolar; 1996).

Sugiero que la primer corriente tiende a naturalizar la creencia, proyectándola sobre el espacio y apropiándose de él como su fundamento real. Así Jordi Borja, uno de los más conocidos exponentes de esta corriente identifica "espacio de lo local" con "solidaridad de base territorial" y en consecuencia convierte al municipio en "...el instrumento más directamente ligado a la realidad cotidiana de una sociedad local..." (55:op.cit.). De modo inverso, la otra postura cuestiona la existencia de algún tipo de identidad política del tipo de las "comunidades corporativas de base territorial", debido a su carácter artificial y premoderno; y sugiere que en la posmodernidad la sociabilidad rompe la identificación entre lugar como territorio político y comunidad. Tal creencia destaca M. Escolar es el modo como intereses políticos, asistidos por especialistas, legitimarían una "identidad ficticia comunitaria geográficamente delimitada"(172), convirtiéndola en un proyecto político.

Lo que parece ser la reproducción a escala local de la polémica entre las corrientes escencialistas y modernistas sobre la naturaleza de los Estados Nacionales, oscurece el sentido particular que "la vecindad" cobra para los agentes comprometidos en circunstancias particulares. A pesar de la disidencia entre dichos autores, llama la atención el acuerdo implícito en torno al propio concepto de "vecindad", como aquel vínculo objetivo entre personas física o geográficamente próximas. Insisto, lo que entre ellos está en discusión es la fuerza de este vínculo al que ellos denominan territorial, en la organización de la vida social y por ende en la vida política, pero no el sentido y los usos del mismo.

No obstante coincido con M. Escolar en que resulta muy difícil aceptar que la jurisdicción política y/o la circunscripción electoral coincidan con alguna "comunidad local" preexistente. Pero disiento con él en cuanto - nos guste o no -, en ciertos escenarios esa creencia política pugna por la constitución de una identidad comunitaria territorialmente delimitada. La cual además evoca creencias e ideas de orden moral sobre "la vecindad" socialmente compartidos. En este sentido esta creencia lo mismo que cualquier otra instalada en la sociedad no es irreal porque sea ficticia, y no se corresponda con una realidad visible al observador externo y neutral. Toda imagen de la sociedad es tan arbitraria como el orden que designa. El problema es comprender la relación particular entre ambos dominios de lo real: el representacional y el práctico. Así por ejemplo Durkheim ha señalado que la moral suele ordenarnos querer algo que no es realmente como la moral lo presenta,

"...si las representaciones son susceptibles de influir directamente unas sobre otras, de combinarse según las leyes que le son propias, todo ello significa que esas representaciones son realidades...{pero}la autonomía de las representaciones no puede ser ciertamente sino relativa" (116: 1951).

 

La territorialidad, como retórica que coadyuva a la asociación por contigüidad residencial para la construcción de un orden político, ha sido de una eficacia abrumadora en la modernidad. Como ha enfatizado recientemente M. Abeles (1990) al respecto de los brillantes estudios decimonónicos de H. Maine, las ficciones territoriales han tendido ha sustituir a las ficciones de parentesco en la historia de la organización política de la humanidad. Entonces lejos de toda irrealidad la ficción territorial fue altamente eficaz a la hora de fundar la legitimidad política de los Estados Nacionales. Esta fue suplantando la ficción de parentesco propia de las monarquías para dar paso a la integración legítima por contigüidad de residencia de un amplio número de súbditos. Así quienes no podían convertirse en súbditos por parentesco lo hicieron por vecindad con estos.

 

No es aquí mi propósito adherir o juzgar esta "creencia" en la co-residencia,- o en el "neo-corporativismo de base territorial" (M.Escolar op.cit) -, como fuente de identidad política. Por el contrario intentaré analizar los sentidos expresados en los usos a los cuales los agentes someten el símbolo de la vecindad, sustituyendo la noción ambigua de ficción por la de retóricas practicas de M Herzfeld (1992). Procuraré de este modo, articular las formas simbólicas y los sentidos prácticos que asume, y las consecuencias en la configuración de la esfera política del espacio urbano Bonaerense. Entre ellas quiero enfatizar en este análisis como la dinámica de los valores puestos en acción, en el curso de demandas por la identidad barrial, compromete la pertenencia social de los agentes implicados, en términos de su definición, alcance y limitaciones.

 

La descentralización de Barrancas una disputa sobre los usos políticos de la territorialidad

La vecindad, constituye un símbolo altamente valorado pero profundamente ambiguo, cuya delimitación ocurre en el campo de sus usos y confrontaciones con otros símbolos, como el del parentesco. De manera que cuando la vecindad y el parentesco son usados para construir vínculos políticos, ellos suponen alguna forma de referencia directa o indirecta a un territorio. A este factor lo denominaré territorialidad. El análisis etnográfico de un proceso político concreto nos permitirá elaborar teóricamente estas categorías desde la perspectiva de los actores implicados.

En un municipio Bonaerense bastión histórico del Partido Peronista, el gobierno entrante a fines de 1991 implementó un "nuevo modelo político-administrativo de gestión urbana descentralizada". Con él, la retórica de la vecindad como organización de comunidades barriales alcanzó al cabo de una década su máxima expresión. La descentralización, localmente denominada Proyecto Barrancas, se constituyó en un programa de gobierno que permitió a los profesionales y amateurs de la política explicitar pero al mismo tiempo imponer una (cosmo)visión de la esfera política local centrada en la organización barrial, la formación de comunidades organizadas barriales, y por ende cierta valorización de lo territorial.

Paralelamente a la creación de cuarenta Consejos de la Comunidad mediante la división del territorio local en unidades de alrededor de 100 manzanas, y la promoción de la integración de la militancia social de las organizaciones vecinales allí comprendidas; se sancionó negativamente la vieja forma de hacer política. Los concejales y los punteros fueron genéricamente identificados desde la retórica del Proyecto Barrancas entre los responsables de los males de la política: amiguismo, clientelismo, etc,. Así la aparición de los Consejos de la Comunidad impugnó el significado político de ciertos vínculos territoriales, porque los punteros ya no podrían gestionar con los concejales del barrio bienes y servicios, sino sólo por intermedio de aquel nuevo organismo.

La nueva territorialidad estaría fundada así en "vínculos de vecindad" entre aquellos físicamente más próximos. La sanidad de estos lazos librados de la relación espuria con los concejales del barrio, habría de garantizarse con la fundación de comunidades barriales cerradas y compactas de las cuales habrían de surgir nuevos líderes. La vecindad fundaría relaciones solidarias, entre personas como vecinos antes que como políticos. De este modo el vínculo barrial, fue revalorizado como territorialidad por la performance de funcionarios y vecinos comprometidos en el Proyecto Barrancas.

El "nacimiento de un barrio", es un proceso en el cual las demandas de identidad se sitúan en el juego social del reconocimiento político, cuya dinámica acaba construyendo dominios políticos territoriales. La revalorización del sentido territorial de la vecindad es actuada en este contexto, lo mismo que su compleja articulación con símbolos de una intimidad más aguda como es el parentesco, el cual parece regir la esfera privada de la política. Para ser reconocidos y construir un vínculo positivo con los gobernantes los vecinos "luchan por el barrio" performándolo en el mismo proceso. ¿Cuáles son entonces las tensiones que este proceso supone y suscita, en el campo de las creencias, valores y adhesiones resultantes?; ¿Qué consecuencias posee la dinámica de la relación entre los símbolos de la vecindad y el parentesco sobre la jerarquía de la pertenencia - o exclusión- de los agentes comprometidos en el proceso?. Veremos como en nombre del nacimiento de un barrio, este alcanza su entidad de dominio político, construyendo vínculos y límites con los gobernantes, lo mismo que con otros gobernados.

 

Un barrio "sin nombre"

En el área periférica e inundable del Municipio de Barrancas encontramos un barrio cuyo proceso de poblamiento estuvo marcado por factores geográficos y sociales. Asentado en el área antiguamente denominada "Los Bañados", dentro de la cuenca del río Matanza, el nivel de sus tierras a pesar de los trabajos de relleno y canalización de sus arroyos, sigue siendo afectado por las inundaciones. Ha sido el meandro que conecta el río con el arroyo y atraviesa el barrio, la condición geográfica de la separación temporal y social de su poblamiento: de un lado el sector del barrio de mas de 30 años y del otro los "erradicados" de villas de la Capital Federal durante el último gobierno de facto, los migrantes de los barrios linderos más antiguos: Villa Mercedes e Ingeniero Pereyra, y los inmigrantes procedentes de Bolivia y Paraguay.

El proceso de poblamiento se inició en la década del 60, pero se aceleró a partir de 1981. A principios de los 90’ ya no quedaban grandes terrenos vacantes ni "espacio político" para posibles nuevas tomas de tierra. El barrio dejó de crecer poblacionalmente. Sin embargo desde que tomé conocimiento del barrio a fines de los 80’ hasta la actualidad, hay algo que lo ha caracterizado y promueve protestas de sus vecinos y confusión en sus visitantes: la ausencia de un nombre que designe al conjunto.

Al subir al colectivo que me llevaba desde la estación del partido de Barrancas hasta el "barrio" siempre se me presentaba la siguiente dificultad: no sabía cuanto salía el boleto, y el nombre La Rosa con el que yo identificaba el barrio no le bastaba al chofer para identificar mi destino. Es que el barrio fue portando un conjunto de nombres alternativos y superpuestos que el mismo poblamiento le ha ido dejando, pero ningún nombre común. Las distintas áreas fueron adquiriendo diversos nombres que vecinos, visitantes y transeúntes le asignaron: "el barrio de los paraguayos", "el barrio de los bolivianos", "América Latina", "Villa Amelia", "Ingeniero Pereyra", "Villa Mercedes", "La Salada" o"Villa La Rosa". Las denominaciones del barrio contra las que sus pobladores reaccionan más violentamente son las que los confunden con los barrios limítrofes y ya reconocidos de Ingeniero Pereyra y Villa Mercedes. En especial cuando estos son invocados por los medios de comunicación o funcionarios del gobierno provincial y municipal. A pesar de la diversidad de nombres existe un cierto acuerdo entre los vecinos que el nombre más unificador es La Rosa, pero también de que mientras siga la confusión y su ausencia "el barrio no existe". Sugiero que en la acción de peticionar por la "identidad barrial" podemos encontrar la respuesta sobre el sentido de la vecindad en juego.

 

El nacimiento de Villa La Rosa

En agosto de 1996 el funcionario responsable del Proyecto Barrancas, la presidente del Consejo Deliberante y funcionarios de la Delegación de Cuartel Quinto, convocaron a las instituciones vecinales y escolares del barrio Villa La Rosa a una reunión en el Palacio Municipal. Bajo la inspiración política del Intendente, los funcionarios de la Secretaría de Promoción eran quienes desde 1992 se ocupaban del diseño e implementación del Proyecto Barrancas. Esta secretaría organizaba reuniones periódicas en el Consejo de la Comunidad de cada barrio, entre las autoridades surgidas del voto directo de la instituciones con "reconocimiento municipal" del área: presidentes, vice, secretario y vocales, y un agente municipal.

Pero dicha reunión en el Palacio Municipal no era de las ordinarias. La muerte de varios niños por meningitis en el barrio había urgido a las autoridades y líderes barriales frente a las crecientes protestas callejeras, a hacer algo. En esta reunión extraordinaria las autoridades municipales dieron a conocer un Plan Piloto de Saneamiento de los Edificios Escolares que comenzaría por el barrio La Rosa.

La reunión monitoreada por las cámaras de televisión y la prensa local se desarrollaba apaciblemente mientras los funcionarios daban cuenta del Plan y les pedían a los vecinos su participación y consenso. Pero al llegar una mujer y presentarse como la directora de la escuela 46 de "Villa Mercedes", se desató una discusión que acaparó la reunión. Mientras los miembros del Consejo de la Comunidad del barrio y de otras instituciones vecinales se negaban a admitir que Villa Mercedes fuera el nombre del barrio en el que la escuela estaba localizada, la directora aseguraba que era el nombre adecuado, argumentando que el código postal lo certificaba. La discusión continuó hasta que un vecino trazó los límites: "la calle Escobar – señaló contundentemente- divide un barrio del otro, la escuela esta justo en el límite, pero esta del lado de Villa La Rosa". Convencida la directora señaló: "Es importante establecer la pertenencia al barrio y así cambiar la dirección postal. Además hay bolivianos y paraguayos que es importante incorporar."

Valerio, un dirigente vecinal del barrio América Latina del Barrio Villa La Rosa preguntó a los concejales si no se podía poner en el plano de Barrancas el nombre del barrio. "En Villa La Rosa figura sobre el plano el nombre La Tosca, pero La Tosca ni siquiera está en el partido de San Isidro, el nombre deriva de la pileta La Tosca". La presidenta del Consejo Deliberante –nativa de Ing. Pereyra- asentía con la cabeza: "Sí, yo de nombres se - aseguró". El Vicepresidente del Consejo de la Comunidad, le pidió al Secretario de Promoción si no se podía hacer algo por "la identidad del barrio": "Al lugar se lo conoce como Ing. Pereyra, La Tosca o Villa Mercedes pero esto es Villa La Rosa; es importante tener identidad propia – enfatizó".

Los concejales presentes dijeron que era sencillo si tenían la propuesta del Consejo de la Comunidad. La presidente del Honorable Consejo Deliberante recordó que ya había habido un problema de límites cuando se creó el Consejo de la Comunidad del barrio y que estaba resuelto. La discusión sobre la cuestión continuó hasta que el secretario de Promoción señaló "sino hay conflicto lo que hay que hacer es reivindicar la identidad. La identidad tiene que ver con el arraigo y es un tema muy importante". Valerio aseguró en seguida "No, conflicto no hay". Entonces finalizó la reunión.

Si bien allí frente a las autoridades públicas, estaban presentes los bandos que se disputaban desde hacía más de dos años el liderazgo del barrio La Rosa, no era la "identidad del barrio" objeto de conflicto entre Roque y Ernesto; por el contrario por ella habían trabajado tanto juntos como separados. Existía entre ellos un acuerdo general sobre el nombre que debía llevar y sobre los límites que debía poseer. Desde el Consejo de la Comunidad habían trabajado para extender los límites por sobre los barrios contiguos ya reconocidos. Pero aún más, habían advertido que para que "Villa La Rosa exista de una vez", es decir sea reconocida por las autoridades políticas, había que empezar por convertirla en un dominio político. Para ello habían tenido que demostrarles que si Villa La Rosa aparecía como un bastión del partido Radical, era porque Ingeniero Pereyra estaba contando como afiliados propios a peronistas de Villa La Rosa. Pero la unidad entre ambos se rompió en algún momento de la campaña para las elecciones internas de 1994 "Ernesto le vendió solo el paquete de 2000 afiliados" al jefe político local, el Intendente de Barrancas –señala Roque".

Si sobre el nacimiento del barrio La Rosa no había conflicto, se debía a que era en realidad la condición necesaria de toda disputa facciosa entre bandos, porque a partir de su reconocimiento por el jefe del Estado Municipal, La Rosa se convertiría en un dominio o bastión político, es decir en una fuente de poder. La valoración de la vecindad en estos términos, nos revela que en esta esfera de acción, ella habilita un tipo de vínculo político entre los vecinos y los funcionarios, pero fundamentalmente una forma de pertenencia.

Sin embargo el reconocimiento del barrio no es impersonal, en él se inscribe el reconocimiento personal de los líderes, quienes como en el caso de Ernesto y Roque luchan por su preeminencia. La presidencia del Consejo de la Comunidad luego de aquella ruptura original de los bandos fue uno de los ámbitos en los cuales se desafiaban mutuamente. En marzo de 1996 Roque consiguió quitarle la presidencia del Consejo de la Comunidad del barrio a Ernesto, quien la retenía desde su creación, en 1992. Luego de su derrota, Ernesto consiguió conservar su reconocimiento gracias a su nombramiento por el Intendente, como coordinador del Consejo de Desarrollo Social (en adelante Codeso). Esto potenció la disputa entre los bandos del barrio prolongándola por varios años. Pero sus luchas facciosas posteriores por la presidencia del Consejo de la Comunidad, lejos de atentar contra la afirmación de la identidad del barrio, contribuían involuntariamente a reafirmarla.

Por un lado los conflictos entre ellos llamaban la atención de autoridades y otros miembros de la esfera política. Solían escucharse por los pasillos del Palacio Municipal expresiones como: "ese Consejo es muy político" o "también que querés ese barrio es ingobernable". Del otro lado, al justificar la oposición facciosa entre sus bandos en términos de la verdadera pertenencia y defensa del barrio de uno por sobre el otro, los significados concretos de esta forma de existencia del barrio se constituían en ella. Esta performance del barrio incluso se potenciaba, cuando aquellos vínculos que no evocaban el valor de la vecindad barrial, como los de parentesco y amistad que unían al bando con los funcionarios políticos, eran objetados no por sí mismos sino por su "contrabarrialidad".

El Codeso y el Consejo de la Comunidad, ámbitos tan estatales como barriales, se constituyeron en el nudo de convergencia de los usos políticos de la vecindad y el parentesco. Si bien expresaban la naturaleza del vínculo político entre funcionarios y vecinos, la diferencia entre estos ámbitos testimoniaba el reconocimiento logrado por Ernesto a costa del (des)conocimiento hacia Roque. El Codeso era un gran galpón que al término de su refacción sería un órgano descentralizado de la Subsecretaría de Acción Social, con recursos propios. El Consejo de la Comunidad no tenía un espacio físico propio y debía hacer uso "de prestado" de las instalaciones del Codeso. Pero fundamentalmente ser presidente del Consejo de la Comunidad era un título ad honorem, mientras ser coordinador del Codeso incluía una renta mensual.

El Codeso fue un Proyecto originalmente gestionado por Sonia, la esposa de Recalde Secretario de Obras Públicas, pero luego de su renuncia bajo presión de los concejales a fines del 95' el control definitivo pasó a manos de la esposa del Intendente y subsecretaria de Acción Social desde 1993, la Sra. Gilda. De modo que en adelante Ernesto trabajaría política e institucionalmente con Gilda, mientras Roque lo haría institucionalmente con el Secretario de Promoción de la Comunidad, esposo de la sobrina consanguínea del Intendente. Pero políticamente Roque trabajaría con Giménez, primer concejal del Partido Justicialista de larga trayectoria y reconocida habilidad política, y uno de los promotores de la renuncia de Recalde.

Recalde, "hombre de confianza" del Intendente había sido el intermediario en la relación entre este y Ernesto. Pero luego de su renuncia como Secretario de Obras Públicas por la influencia del concejal Gimenez sobre el Intendente, Roque pudo mantener una íntima relación con este último. El haber sido reconocido por él le permitía una llegada directa al Intendente y su esposa, con quien continuaba trabajando por el Codeso: el gran emprendimiento, edilicio y político, del barrio.

Roque estaba empeñado en acabar con el reconocimiento de Ernesto quien luego de haber sido derrotada en las elecciones a presidente del Consejo de la Comunidad del barrio, continuaba gozando de mayor reconocimiento que él siendo presidente. Eran dos los modos en que trataba de desafiar su status. Por un lado impugnando su invocación de políticos extranjeros al barrio, y por el otro difundiendo rumores acerca supuestas relaciones íntimas pero ilegitimas entre él y el matrimonio del Intendente.

En referencia a la primer forma, un acto realizado durante la campaña electoral del 95’ permitió dar a conocer públicamente la enemistad de Ernesto y Roque. Ayudado por Gimenez, Roque le habría boicoteo a Ernesto un acto peronista en el Comudeso. Camino al mismo retuvo al intendente en su territorio: el Club River, donde lo esperaba su banda. Pero Ernesto lo ubicó por el celular y lo llevó hasta donde se estaba produciendo el gran acto. Las mesas y el salón estaban adornadas con los colores verde y rojo de la Liga Federal, con guirnaldas y globos, hubo asado para todos y un conjunto de cumbia. Cuando Roque y su banda escucharon que Ernesto "levantó durante el acto el nombre de Silvia Recalde en el barrio", una política de otro barrio de la ciudad, decidieron separarse definitivamente: "Como va a levantar el nombre Recalde, ella es de Villa Hornos y no tiene nada que ver con Villa La Rosa, ¿que hace acá? – sentenciaron".

La segunda estrategia de impugnación al reconocimiento fue promovida a través del rumor. Por el barrio La Rosa corría el rumor que Ernesto gozaba de semejante reconocimiento por haberse convertido en el amante de la esposa del Intendente. Pero además la separación y mudanza de la esposa de Ernesto del barrio se explicaba porque ella era amante del Intendente. La fuerza del rumor no radica en su veracidad sino en su credibilidad, basada en la capacidad del mismo de evocar representaciones validas para los agentes involucrados.

En este escenario quienes gozan de un alto reconocimiento pero carecen de vínculos "reales" de parentesco con el jefe político local, es porque se encuentran adscriptos mediante otras fuentes de intimidad. De ese modo el parentesco y la amistad son retóricas que los agentes esgrimen para explicar en determinados escenarios el alto reconocimiento alcanzado por los otros. A mayor intimidad mayor es el reconocimiento y poder que gozan los agentes en esta esfera de actividad, definiéndose por este mecanismo una de las formas en la jerarquía de la pertenencia. Inversamente la distancia o ausencia de intimidad excluye el reconocimiento por el jefe y esto significa la imposibilidad de pertenecer a un determinado agrupamiento. Si la exclusión de la esfera política depende del grado de intimidad con los agentes en el poder, es porque la dinámica de la política local está estructurada en base a la valoración de relaciones cara-a-cara, cuya eficacia depende de una proximidad menos geográfica que intima. Mejor performada por el parentesco o la amistad. Como hemos visto ello está lejos de significar que todos los residentes y agentes políticos mantengan relaciones cara a cara.

La fuerza de la intimidad en la esfera política local, jerarquiza el valor de la vecindad en relación al de parentesco según el grado de privacidad y publicidad de las situaciones concretas. Así mientras la vecindad prevalece en la faz pública, la intimidad de los vínculos de parentesco prevalece en la faz privada de la política. Aunque parezca evidente debe quedar claro que ninguna situación al menos en esta esfera de acción es totalmente pública, o totalmente privada. Toda situación involucra ambas dimensiones y los agentes en cuestión disponen de mayor o menor poder para manipularlas.

 

La jerarquía y la enemistad política en el campo burocrático local.

Resulta importante que en la dinámica del reconocimiento por el que luchaban entre si los lideres de las bandas barriales, la lógica de su enfrentamiento faccioso la comprendamos incluyendo en la escena los enfrentamientos facciosos de los políticos profesionales mencionados. Su mayor poder de manipulación de la faz pública y privada de la política, acabaría permitiéndoles esconder la intimidad del parentesco y la amistad bajo la causa local: el Proyecto Barrancas. De manera que aunque públicamente este contribuiría a la "descentralización" administrativa y política, en la faz privada de la política les permitió desarrollar una estrategia centralizadora basada en la intimidad. En este punto las pretensiones de reconocimiento de los líderes barriales, entraron en tensión con las pretensiones centralistas de los jefes políticos profesionales. Allí quedó expuesta la tensión entre la retórica pública de la vecindad y la retórica privada de la intimidad.

El lugar legítimo de reunión de las autoridades del Consejo de la Comunidad del barrio era uno de los vehículos de expresión del conflicto por el reconocimiento entre los bandos de Roque y Ernesto. Pero si bien era Ernesto el blanco principal de la discusión los políticos más profesionalizados participaban de ella. Gilda, la esposa del Intendente y Secretaria de Acción Social, con quien se había alineado Ernesto les había prohibido el uso del teléfono e incluso el acceso libre al galpón del Codeso. Esta interdicción no sólo se oponía al bando de Roque, sino con quienes ellos estaban alineados: por un lado la institución misma del Consejo de la Comunidad, esto es a los funcionarios encargados, por explotación de la intimidad consanguínea, de la implementación del Proyecto Barrancas; y por otro al Concejal Giménez.

La competencia entre los funcionarios de estas dos secretarias Promoción y Acción Social era ciertamente privada, no solía expresarse públicamente. Habitualmente "no trabajan juntas", cada una posee su "territorio" lo cual les permite jugar a evitarse la mayor parte del tiempo. Los primeros poseen "llegada directa al barrio" a través de los Consejos de la Comunidad, y los otros a través del Plan Vida. Sin embargo siendo su "territorio" la temática, implican en gran medida a las mismas personas. El juego de la evitación consiste en generar situaciones distintas que involucren a los individuos según aspectos distintos de su personalidad social, por ejemplo: como "vecinos" o "institucional" en un caso, y como "mamás" o "social"6 en el segundo. A lo cual suele agregársele otra situación definida como "política", más oculta y secreta que las demás. La sanción interna y externa a esta organización de los encuentros estructura gran parte del campo de actividad político consumiendo gran energía.

Durante el año 96’ por decisión del Intendente las dos Secretarías se "juntaron a trabajar". Las manzaneras del Plan Vida y las autoridades del Coc "trabajaron" durante tres meses para mejorar la infraestructura del barrio La Rosa, y los demás barrios del Cuartel V°. En el Codeso de Villa La Rosa los bandos de Roque y Ernesto, junto a los de sus respectivos principales, el de Promoción y el de Acción Social se juntaron bajo la figura unificadora del Intendente. En dicha circunstancia pública, la unidad se valió del parentesco como un sinónimo más de la intimidad, el cual no obstante permaneció en la faz privada y oculta. Se juntaron entonces los parientes del Intendente: consanguíneos y adscriptos por amistad, y los afines y sus adscriptos. Si bien la unidad podía ser efecto de su dependencia de la estructura burocrática del Estado Municipal, la posibilidad de "ir juntos" dependió de ello.

En esta unidad circunstancial, los símbolos de adhesión que ocuparon la faz pública, fueron la vecindad y la temática: si es "institucional" o "social", y dentro de estas, si correspondía a "mejoras" o a "ayuda" . Pero en la dinámica de la pertenencia y exclusión del campo político de estos agentes, dichos símbolos entran en tensión con la fuerza que impone la intimidad en la faz privada de la política, la cual no obstante no puede expresarse públicamente sino por intermedio de los otros símbolos. En resumidas cuentas para Roque vecino de un barrio periférico como La Rosa ser reconocido como integrante de la esfera íntima del Jefe político local, resultaba una meta difícil de alcanzar.

Entonces entre 1992 y 1996 dos fueron las líneas principales que organizaban los conflictos dentro del Cuartel V°, aquellas construidas a partir de dependencias del Poder Ejecutivo "con trabajo en los territorios": los Coc de Promoción y las manzaneras de Acción Social. Mientras tanto unos cuantos competidores internos quedaban en el camino. El Secretario de Obras Públicas Jorge Recalde muy amigo del Intendente, había sido desplazado, luego de una gestión que consiguió el máximo financiamiento para obra pública del Ente del Conurbano Bonaerense. La presión de los Concejales, pero especialmente del Concejal Giménez sobre el Intendente, y los rumores de coimas no distribuidas, de crecimientos políticos no deseados, explicaron la estrepitosa caída. Lo cierto es que el Intendente había podido concentrar su poder en el ejecutivo a costa de la perdida de uno de los principales, un amigo de confianza, desbancado por la autonomía de la que gozaba el Honorable Consejo Deliberante.

Ello duró poco tiempo, un año después el Concejal Giménez junto a un grupo de antiguos concejales fueron desplazados. El Proyecto Barrancas había sido la herramienta principal para clasificar durante su implementación a partidarios y adversarios. Según el modo de "hacer política", se definía quienes estaban con el Proyecto, y quienes estaban contra él. Los concejales fueron así los más bastardeados no solo en términos discursivos sino también prácticos. Justamente porque el Proyecto exigía que los vecinos gestionaran los recursos a través de la Secretaria de Antonio. Cada vez que alguien lo hacía a través de un concejal era descalificado, acusado de no estar con el Proyecto, lo que era idéntico a decir contra el Intendente. Así la deslegitimación local de los concejales, fue el resultado de la desestructuración simbólica y practica de su representación territorial.

En diciembre del 96’ aquellos concejales que no "respondían" al intendente porque poseían una trayectoria política independiente, y que por tanto eran principales con "trabajo en los territorios", sufrieron la derrota final. Una causa judicial por malversación de fondos públicos en el año 88’ había caído sobre el "Honorable Consejo Deliberante". Tres concejales entre ellos Giménez fueron procesados. De todos fue el mas perjudicado, pues el era también un principal en la disputa, que a diferencia de los funcionarios de Promoción y de Acción Social, tenía la capacidad de competir con el intendente mismo por "los territorios". Esto explica en parte porque la alianza de Roque con Giménez impedía su reconocimiento por el Intendente. Él jefe político local no los reconocería porque Giménez, el principal con el que estaban alineados era su enemigo intimo.

Desalojados los concejales de la vieja guardia, el escenario político quedó conformado en diciembre del 96' del siguiente modo: el Intendente se constituyó en el jefe político del municipio, seguido por dos principales competidores bajo su control, Antonio Secretario de Promoción, y Gilda Subsecretaria de Acción Social. Mientras tanto los concejales puestos en la mira, del Proyecto Barrancas, la justicia, los medios de comunicación y la opinión pública, pasaron a depender del poder ejecutivo municipal, sometiéndose incluso a los dos subjefes.

Paradójicamente, el Proyecto "descentralizador" constituyó una retórica social performativa, de centralización del poder político, subordinando a los concejales al poder ejecutivo. Una nueva camada de concejales jóvenes especialmente mujeres, repobló el recinto del Honorable Consejo Deliberante. Una de ellas señalaba la diferencia entre el modo como el Intendente se dirigía a los concejales antes de que ella asumiese y ahora:

"Ya no le tienen más miedo a los concejales. Ahora no vienen más a preguntarnos sobre lo que nos parece. Yo me acuerdo de antes, tenían un cuidado, haber si no les votaban la ordenanza, el Intendente hablaba con uno y con otro. Ahora cualquier Secretario te dice lo que tenés que hacer. Nada que ver"

Pero fundamentalmente el Proyecto Barrancas subordinó el reconocimiento político basado en las relaciones territoriales sobre el que se erigía el poder de los concejales, para privilegiar el reconocimiento de otros agentes. El proceso de concentración de poder del jefe político local, fundada en la transformación del Poder ejecutivo primero y del poder legislativo después, en una "gran familia", consiguió cubrirse públicamente mientras la intimidad y la proximidad se transformaron en los instrumentos principales de reconocimiento y alianza.

 

El Proyecto Barrancas y el control de la inestabilidad social

La descripción anterior tuvo por objeto mostrar el modo por el cual en este campo político los funcionarios municipales, dirigentes vecinales y vecinos, se relacionan unos con otros sobre la base de un proceso de reconocimiento y consagración que instituye la pertenencia; y un sistema inestable de distancias resultante de aquel, en el que la mutua relación entre dos personas depende de su alineación con los principales contendientes del campo político. Esta es una propiedad de lo que en la teoría antropológica se ha denominado el carácter segmentario de la organización política. Creado originalmente por Durkheim para dar cuenta de las sociedades primitivas, fue desarrollado por la escuela británica de Antropología a partir de la década del 40’. E.E. Evans-Pritchard y sus contemporáneos promovieron su operacionalización en el estudio de la organización política de sociedades africanas basadas en el parentesco. Estuvo ligado a la necesidad de dar respuesta teórica a la pregunta de como sociedades descentralizadas, carentes de Estado podían garantizar un orden (Evans-Pritchard 1940; Fortes y Evans Pritchard; 1940). Los análisis mostraron que en ausencia de Estado otras instituciones como los linajes son capaces de cumplir las funciones de aquel. Las sociedades segmentarias son capaces de articular la "sangre" y el "territorio" a través de en estado de equilibrio entre la tendencia a la fusión y fisión territorial de unidades estructuradas sobre la base del parentesco, garantizando la unidad del pueblo.

Desde hace una década este concepto fue recuperado no sin transformaciones, para la problematización de la organización política de los Estados Nación modernos. Michael Herzfeld (1992) señala que la segmentariedad puede ser reconocida en las estructuras estatales y la define del siguiente modo:

"La segmentación es el fenómeno político en el que, en ausencia de autoridad centralizada, los grupos sociales se subdividen y reúnen de acuerdo con la distancia social –usualmente definida en términos genealógicos, verdaderos o ficticios – entre los principales de una disputa dada ." (102)

En las sociedades estatales, continua el autor, la segmentación produce un tipo de sociabilidad altamente inestable. El universo social es fundamentalmente un universo de cambiante relatividad (M. Herzfeld; op.cit), lo cual significa que el rasgo unificador de la sociedad son las relaciones indexicales –esto es, relaciones determinadas por la posición relativa de los actores en contextos específicos. Estas relaciones cambiantes no solo pueden sino que persisten en los gobiernos, y muchas veces son la base última de la organización política. Como el Estado raramente puede afrontar el reconocimiento de la inestabilidad que un arreglo puramente segmentario de la vida social pudiera implicar, lo controla parcialmente bajo la ideología nacionalista. Su aplicación produce la centralización del poder y esta conlleva un movimiento de la relatividad social a la unidad cultural.

A mi modo de ver el Proyecto Barrancas operó de un modo semejante aunque no sin contradicciones. Con su retórica de unidad basada en la vecindad trazó un límite entre los vecinos de los barrios y los gobernantes, pero al mismo tiempo produjo una ruptura entre los buenos y los malos gobernantes. No obstante este límite clave en la construcción de la concentración del poder político del jefe, fue erigido sobre: a) la ilegitimidad de los vínculos "con los territorios" de los concejales; y b) la fuerza de la intimidad del parentesco resultante de la retórica social relegada a la faz privada de la política.

El reconocimiento y consagración de identidades políticas es el instrumento principal de este movimiento. Así la presión de los vecinos de Villa La Rosa por dar nacimiento a su barrio, refleja una respuesta de acuerdo con aquel proceso. Por ello en la última década "la vecindad" se ha constituido en el símbolo a través del cual se ha promovido la constitución de sujetos colectivos frente al Estado Municipal.

Sin embargo la fuerza animadora del reconocimiento político empuja ambiguamente a los residentes a convertirse en vecinos, porque allí la segmentariedad no desaparece se expresa en la alternancia de valores, y el cambiante juego de alianzas y oposiciones que produce. Especialmente porque la práctica política posee una faz pública y otra privada, que cambia el carácter de las situaciones. En este sentido la vecindad de los bandos de Roque y Ernesto, está entonces coproducida por símbolos no territoriales, de parentesco, temáticos, etc., definidos en contextos que requerirán distinguirse por su publicidad y privacidad. Así la fusión y fisión de bandas en la ciudad, estará relativamente controlada por la organización de estos criterios en el curso de los procesos de reconocimiento, pero no desaparecerá.

 

 

Comentarios Finales

El nacimiento del barrio La Rosa nos ha permitido apreciar el contexto en el cual se expresan las supuestas demandas de identidad en la ciudad. En primer término estas cobran sentido en el curso de prácticas concretas que involucran a agentes posicionados dentro de un campo de relaciones. Los vecinos no están solos como tampoco lo están los políticos, ambos se mueven con una dependencia más que relativa. Uno de los mecanismos sociales mediante el cual se genera este movimiento conjunto es el reconocimiento. Un proceso en el cual los políticos consagrados reconocen en distintas posiciones de la jerarquía política a quienes están deseos de pertenecer, y luchan por no quedar excluidos. El reconocimiento es un proceso que instituye identidades políticas orientadas por creencias cuya realidad se inscribe en la consolidación de dominios políticos delimitados espacialmente. Aunque no coincidan para un observador externo no comprometido en la situación dichas creencias no se correspondan con la situación.

En segundo término los pedidos de consagración de identidades territoriales conforman junto con el Proyecto Barrancas un mismo fenómeno en el cual prima el acuerdo público sobre la importancia de la territorialización de la pertenencia política por encima de cualquier otra forma de pertenencia. Incluso las disputas facciosas entre lideres por el reconocimiento, ratifican el valor de la vecindad, así como la propia "necesidad de existencia oficial" del barrio. Este proceso fue aquí tanto ideológico como práctico, y consiguió promover la conformación de identidades vecinales, mediante las cuales los líderes barriales construían su lugar en el campo político construyendo un lugar para el barrio en la localidad. En este contexto debe entenderse la demanda por la institución oficial de un nuevo barrio, a partir de su división del barrio Ing. Pereyra, y la pretensión que el nombre aparezca en el plano municipal.

Pero es en la faz privada de la política en la que la retórica de la vecindad cobra otro valor. Al ponerse en juego la fuerza de la intimidad en el ordenamiento de la sociabilidad política, ella se redefine en relación con el valor de la sangre y la amistad a la hora de sellar alianzas o producir oposiciones. Así en su faz privada el Proyecto Barrancas produjo, contra su propia retórica una mayor centralización del poder político en torno al intendente, la subordinación de los concejales, sus competidores reales y potenciales, a dos principales: el Secretario de Promoción y la Secretaria de Acción Social; ligados a él por parentesco "de sangre" y matrimonial respectivamente.

En tal sentido la tensión entre gobernantes y gobernados, se manifiesta como conflictos facciosos entre bandos por el reconocimiento. La distinción entre principales y seguidores resultante, expresa la importancia que en la faz privada de la política adquieren los valores que mejor expresan la intimidad. Pero aún más la fuerza que la dimensión privada de la política posee en el propio campo, demuestra la importancia de las relaciones cara a cara en la lógica de su organización.

No es aventurado afirmar que las distancias políticas que este proceso produce en el seno de los barrios, promueve una orientación particular de la gestión urbana. Las demandas de inversión, la inversión misma, y todo "trabajo por mejorar el barrio" no es inocente, ni promueve una igualdad abstracta. Ello se enmarca en el juego del reconocimiento y las competencias facciosas resultantes, por medio de las cuales el espacio urbano se ve profundamente condicionado por la simbolización política. En este escenario gobernantes y gobernados manipulan simbólicamente los barrios para construir y naturalizar distancias políticas entre quienes, las desigualdades sociales y los procesos de segregación espacial, han destinado a vivir en un lugar semejante.

1 Docente e investigadora de la UNQ/Docente e investigadora UBA/ Grupo de Trabajo de Campo Etnográfico del Centro de Antropología Social del IDES.

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2 M. Weber (1944) enfatiza el papel homogeneizador de la comunidad vecinal en la conformación de asociaciones políticas frente a las asociaciones raciales y étnicas.

3 Los nombres reales de lugares y personas fueron sustituidos por nombres ficticios a efectos de preservar su identidad.

4 El número promedio de organizaciones vecinales comprometidas con el Proyecto ha sido de 500. El egreso de las mismas de los Coc respectivos en ningún caso ha sido justificado por un desacuerdo con el criterio vecinal de organización.

5 El cuartel Vº es la antigua jurisdicción correspondiente al área de Los Bañados. En la actualidad es en el único sitio donde se continua usando esa vieja denominación, además de actuar como eufemismo del área urbana segregada; sobrevive como el circuito electoral de mayor extensión geográfica de la ciudad.

6 Esta forma del reconocimiento es puramente legal, y resulta de un tramite de inscripción en el registro de entidades de bien público reguladas por una ordenanza.

7 Laura Masson (1999) a trabajado específicamente sobre la despolitización producida por los usos de los sentidos "sociales" de la categoría manzaneras, en la implementación del Plan Vida por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Eduardo Duhalde desde 1992.

 

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