CARTOGRAFÍAS VITALES Procesos de producción de territorios y derecho a la ciudad en laderas de Medellín.

Autores: Ángela Garcés Montoya[1]

Leonardo Jiménez García[2]

 



[1]Ángela Garcés Montoya* Historiadora, magíster en Estética de la Universidad Nacional de Colombia. Doctora en Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata. Profesora asociada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Medellín. Investigadora en la línea Comunicación y Culturas juveniles del grupo de investigación Comunicación, Organización y Política. Experiencia investigativa en los campos de culturas juveniles, colectivos juveniles de comunicación y participación política juvenil. Libros recientes: Comunicación para la movilización y el cambio social (co-autora, 2016), Metodología en diálogo de saberes. Para resignficar el territorio (co-autora, 2015), Colectivos de comunicación y apropiación de medios. (co-autora, 2013), Participación política juveniles (co-autora, 2013). E-mail:Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

[2]Leonardo Jiménez García** Objetor de Conciencia declarado desde el año 1999. Co-fundador de la Corporación para la Comunicación Ciudad Comuna (2009) Medellín, Colombia. Aspirante a Magister en Educación y Derechos Humanos, Universidad Autónoma Latinoamericana. Comunicador Audiovisual del Politécnico Colombiano Jaime Isaza Cadavid. Investigador en las líneas de Memoria, Territorios, Comunicación para la Movilización y el Cambio Social, educación para la paz. Director de Documentales Sociales Participativos: El Jardín de Dudas (2013), la Dignidad que Emerge de las Laderas (2014)Publicaciones recientes: Comunicación para la Movilización y el Cambio Social (co-autor, 2016), La Comunicación Haciendo Escuela (2013) Metodologías en Diálogo de Saberes para la apropiación del territorio (2014);. Integrante del Grupo de Investigación Educación y Derechos Humanos de la Universidad Autónoma Latinoamericana. E-Mail Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. Producción académica disponible en https://independiente.academia.edu/LeonardoJimenez

 Palabras Clave: Cartografía social y comunitaria, territorios de margen, Derecho al territorio, derecho a la  ciudad.

 

Resumen[1]

Las localidades de las periferias o bordes urbano-rurales de la ciudad de Medellín han sido en la última década un escenario de profundas hibridaciones sociales, políticas y culturales que surgen como resultado de las dinámicas aceleradas de poblamiento y ocupación de las laderas como consecuencia de la migración de familias del campo a la ciudad en la mayoría de los casos a causa del conflicto armado. Los nuevos vecinos han traído consigo sus memorias, sus dolores, sus prácticas culturales, sus tradiciones orales, y principalmente su convicción plena en la reivindicación de condiciones de equidad y justicia, su derecho a habitar, apropiar y transformar ese lugar que eligieron para volver a comenzar. 

Estos procesos de re-significación del territorio promovidos por habitantes históricos y recientes de  barrios periféricos han dado lugar a la construcción de metodologías participativas y de diálogo de saberes que tejen nuevos sentidos y proyectan dimensiones del territorio e interacciones sociales que aún no alcanzan a dimensionar las políticas institucionales de planeación del territorio. En estas experiencias de diálogo de saberes han sido apropiadas por comunidades y por actores académicos la  metodología de la cartografía social crítica y el Documental Social Participativo, métodos que han permitido la construcción y difusión de nuevas miradas sobre el territorio que proyectan imaginarios, propuestas y escenarios de tensión que afronta la ciudad de Medellín en la perspectiva del derecho a la ciudad.

 

 “El espacio no es un lugar pasivo en donde simplemente suceden las relaciones sociales, sino que es una posibilidad de resistencia y de transformación.”

 

Jairo Maya: Cartógrafo Comunitario de la Comuna 8 de Medellín. 

 1. La Comuna 8 de Medellín: La dignidad que emerge de la ladera

La presente ponencia presenta avances de dos [1]investigaciones que ponen en diálogo la relación entre los conceptos de subjetividades territoriales, memoria colectiva y reivindicación del derecho a la ciudad en barrios periféricos de Medellín, Colombia. Los procesos de investigación han tenido como eje central la construcción de escenarios de diálogo de saberes y la participación directa  de los investigadores, en experiencias de producción de conocimiento local promovidas por comunidades en situación de desplazamiento forzado en la ciudad de Medellín, organizadas en [2]mesas de reivindicación del derecho a la ciudady que se articulan desde un trabajo colaborativo de redes en los barrios periféricos de la comuna 8, que está ubicada en la zona centro-oriental de la ciudad[3].

Este territorio tiene una fuerte tradición en ocupación informal, asociada a una gran ausencia de obras civiles de mitigación contra episodios de deslizamiento por fallas geológicas. Los pobladores de las laderas crean una reconfiguración de la identidad étnica y cultural del territorio, integrando prácticas y tradiciones de  vida urbana y rural.

 

La ilustración 1 evidencia el contraste entre zonas urbanas y rurales de la ciudad de Medellín, donde aparece el “borde urbano”, (lugar donde se constituyen hibridaciones entre las formas de vida urbana y las tradiciones rurales campesinas ) haciendo visible la expansión urbana y el atropello por las obras físicas a la biodiversidad y riqueza ambiental de los territorios de ladera

 

En este borde urbano se forjan diversos conflictos, propios de una ciudad irregularmente poblada, bajo los efectos del conflicto armado que vive el país y que genera la vulneración de derechos humanos y sociales.
 

[1]La población total de la Comuna 8 es de 152.430 habitantes, de los cuales el 0,68 % viven en estrato 0 (Inquilinatos), el 44,89 % viven en estrato 1 (Bajo bajo), el 40,24 % viven en estrato 2 (Bajo), el 14,16 % viven en estrato 3 (Medio bajo), y el 0,03 % viven en estrato 4 (Medio). El 4,5% de la población es afro descendiente, y un 0.30% se reconoce como población indígena. 12.000 personas se reconocen en su condición de familias desplazadas por el conflicto armado en las regiones y más de 6.000 personas en 5 barrios de la ladera de la Comuna 8 aún no cuentan con sistema de alcantarillado y agua potable

En la Comuna 8 de Medellín,   confluyen diversas visiones sobre el territorio, cifradas en la forma de concebir el borde urbano-rural (ladera). De un lado, aparecen los postulados institucionales determinados por  los procesos de  planeación territorial orientados desde el gobierno local, que sustenta sus nociones de territorio en las directrices definidas por los planificadores expertos a través de los [2]planes de ordenamiento territorial (POT).

 

El POT de Medellín considera  que las condiciones recientes de poblamiento en Medellín, donde aparecen los asentamientos, son  zonas de conflicto urbano al promover poblados “informales”, “irregulares” e “ilegales”, que además de deteriorar los bordes urbanos de Medellín, son focos de violencia urbana.

 

En este contexto de planificación vertical de los territorios, los  pobladores de los barrios de la ladera reivindican los derechos humanos, la seguridad humana y la vida digna, postulados desde los cuales las comunidades organizadas le exigen a la institucionalidad  reconfigurar la noción de borde urbano. Las prácticas de  participación y movilización social desarrolladas por las organizaciones sociales, logran significativos niveles empoderamiento social, que desencadenan debates políticos ciudadanos y procesos de opinión pública  que visibilizan las contradicciones y tensiones presentes en esas dos visiones de  la ciudad: la Medellín de la institucionalidad que se proyecta como bandera de la [3]innovación social y el desarrollo urbano, y la ciudad que emerge de las laderas clamando por la vida digna y el derecho al territorio en barrios fundados y construidos solidariamente por las comunidades en situación de desplazamiento.

 

La noción de borde urbano, desde la administración municipal aparece como zona de conflicto para la planificación urbana (técnica y racional), pues el saber técnico no alcanza a dimensionar la importancia de los procesos organizativos asociados a las formas de producción social y simbólica del territorio (Jimenez, 2016)  realizada por pobladores que llegan a la ciudad de manera forzada –se trata en su mayoría de campesinos desplazados por la violencia rural-. Por ello los barrios existentes conformados en las laderas, exigen a la institucionalidad el reconocimiento como territorios legales, que merecen ser consultados y considerados en la planificación de sus espacios y en la construcción de los imaginarios y las definiciones del rumbo de la ciudad en materia de derechos humanos, desarrollo y planeación participativa de sus comunidades.

 

2.      Formas históricas de poblamiento de las laderas en Medellín

 

Al pensar en las formas de poblamiento de Medellín durante el siglo XX y sus efectos recientes, en los nuevos modos de estar juntos, es necesario considerar varios elementos propios de las ciudades latinoamericanas, que viven un desplazamiento del campo a la ciudad que va más allá de lo cuantitativo, al considerar la “aparición de una trama cultural urbana heterogénea, esto es; formada por una enorme diversidad de estilos de vivir, modos de habitar, diversidad de estructuras del sentir y del narrar, pero muy fuerte y densamente comunicadas”. (Martín-Barbero, 1996:46).  Martín-Barbero nos deja avizorar la compleja trama existente en las márgenes urbanas, cuando se quiere pensar en la relación ciudad, margen urbana. Veamos ese complejo entramado.

El primer lugar se reconoce que en Colombia, la violencia urbana tiene una continuidad en el tiempo y, particularmente, la ciudad de Medellín, es reconocida hacia finales de la década de los 80 como una de las más violentas del mundo, teniendo en cuenta, el número de personas asesinadas de manera violenta y la existencia de un fuerte clima de inseguridad, expresado en atracos, asaltos a mano armada, ajustes de cuentas, riñas callejeras, entre otras, considerando los habitantes de los barrios de las laderas como actores violentos. Si bien esta situación ha tenido variaciones significativas en la última década, entre ellas la baja considerable en la tasa de homicidios, sigue siendo preponderante el lugar que se otorga a este indicador sobre otros fenómenos sociales relevantes en la conflictividad urbana, como el caso del desplazamiento forzado.

Así, al pensar las formas de población de Medellín con énfasis en sus márgenes urbanas, resulta  imprescindible considerar las condiciones del desplazamiento forzado que sufre gran población colombiana ante la violencia armada en los territorios rurales, que llevó a millones de campesinos a abandonar sus tierras y asentarse en las ciudades. El desplazamiento forzado, sufrido entre regiones de Antioquia, y el [4]desplazamiento intraurbano entre  barrios y comunas  de Medellín, genera necesidades vitales y existenciales. El desplazamiento a su vez, tiene un impacto en las identidades colectivas; obliga a abandonar no sólo las pertenencias y la vivienda,  también implica una ruptura con las relaciones y los afectos construidos históricamente con el entorno y con los próximos, lo que constituye la ruptura de tejidos sociales. Por todo ello, el desplazamiento forzado desestructura mundos sociales y provoca el descalabro de creencias, valores, prácticas y estilos de vida. [5]

En Medellín, las zonas receptoras de población desplazada se ubican en las laderas de la ciudad,  principalmente en los bordes de montaña de las zonas oriental y occidental. (Colombia, 1993)  Así, durante las décadas de 1970 y 1980 las laderas de Medellín recibieron un alto número de pobladores que bajo la práctica de la invasión, piratería y toma espontánea de tierras comienzan a ocupar la ciudad de forma informal, por ello, la población desplazada logra un asentamiento precario (sin agua potable, energía, saneamiento, salud, ni educación).

Para los años noventa, cuando se creía estabilizado el proceso de crecimiento de la ciudad, llegaron nuevos desarraigados del campo. Provenían de diferentes regiones de Antioquia y de otros departamentos del país, donde las guerrillas y los paramilitares iniciaban una larga y cruenta disputa por los territorios, los recursos naturales y control social sobre la población civil. Los primeros asentamientos de estas familias desplazadas en la ciudad se localizaron en la zona nororiental en 1992. Posteriormente, se localizaron asentamientos en la zona centro occidental, especialmente en barrios de la comuna 13. Es significativo el período 1996-1998 por el aumento de asentamientos nucleados y por la aparición de asentamientos dispersos de población por desplazamiento rural-urbano e interurbano. Según Naranjo (2005), el acumulado histórico 1992-2004, muestra la existencia en la ciudad de 52 asentamientos nucleados de invasión, 11 pequeños asentamientos nucleados en barrios establecidos y asentamientos dispersos, en 64 barrios de la ciudad. (Sánchez, 2008: 176)

En este contexto es pertinente la pregunta por el derecho a la ciudad para poblaciones que han sido desplazadas, despojadas en medio del conflicto armado y que llegan a construir ciudad, en las fronteras urbanas. Una vez en la ciudad de Medellín, estas poblaciones se ven abocadas a re-desplazamientos por el impacto de los proyectos urbanísticos o dinámicas violentas que las someten al desarraigo, a la inestabilidad, al "rodar" vulnerando su derecho a permanecer en un lugar.

 

Hoy, muchas de los barrios constituídos culturalmente en las laderas de Medellín, han sido el resultado de luchas sociales abanderadas por familias desarraigadas que llegaron desde inicios de los años 90, toda vez que se han visto sometidos a vivir en condiciones precarias de habitabilidad e inseguridad en los territorios de llegada donde son estigmatizados y poco reconocidos. Sus procesos sociales y sus luchas interpelan y nutren la discusión y análisis de conceptos como ciudades para la vida y urbanismo para la vida, que parten de una concepción de ciudad ideal al servicio del ciudadano, de la cual lejos está la mayoría de la población que habita en Medellín

 

3. Condiciones de vida en barrios de las laderas de Medellín

 

La zona urbana de Medellín está organizada por comunas y, estas a su vez por barrios. Los denominados barrios populares se encuentran ubicados en las zonas 1 oriental; zona 2 Noroccidental; zona 3 Centro Oriental; zona 4, particularmente la comuna 13. Si bien estas zonas no son homogéneas, como tampoco lo son las comunas o los barrios que las conforman, lo cierto es que comparten ciertas características que determinan, en gran medida, las formas de vida de quienes la habitan. De este modo, podemos afirmar que gran parte de los barrios de ladera en Medellín son o empiezan como asentamientos informales; en su inmensa mayoría, ocupados por migrantes y desplazados del campo y de zonas del departamento y del país en las que se agudiza el conflicto armado.

 

Estos asentamientos exhiben características, en primer lugar de naturaleza física y legal: hacinamiento, precariedad de las viviendas (inicialmente ranchos de lata, cartón y madera que con el tiempo pueden ir mejorándose a través de procesos de auto-construcción); (Documental Donde Viviremos Mañana, 2010)[6] ausencia o cuando menos precariedad de los servicios públicos (cuando se tienen generalmente proceden de tomas ilegales); ausencia o mal estado en las vías de acceso. En segundo lugar, características de tipo socio-económicas: altos grados de desempleo o de subempleo que genera pobreza, bajos niveles de educación y altos grados de analfabetismo;  alto número de procreación al margen de programas de planificación familiar; problemas de nutrición y con ellos problemas de salud. Características de relacionamientos: familias disfuncionales; violencia familiar que suele extenderse a violencias de vecindario. 

 

Las condiciones enunciadas pueden convertirse, como en efecto lo han hecho, en caldo de cultivo de prácticas que se mueven entre el terreno de un supuesto “trabajo fácil” que, en el contexto colombiano se asocia a la denominada cultura del narcotráfico; y los combos o bandas que luchan por el control territorial.  Esto explica que, bajo las condiciones de exclusión y de pobreza, en la década de los 80 las comunas y los barrios populares de Medellín fueron fecundas en la emergencia de un actor social: el sicario[7] que terminó marcando —en una falsa generalización— la imagen de los jóvenes de las comunas de Medellín. 

 

Si bien, las condiciones que bordearon la citada década han cambiado; aún persisten, en los barrios de Medellín, las guerras por las plazas del micro-tráfico. Guerras que están generando un tipo de violencia que, por un lado mina la tranquilidad de los habitantes al imponer barreras “invisibles” para el acceso; por otro lado, los estigmatiza en la medida en que se generaliza que quien habite estos sectores tiene vínculos con las bandas o los grupos criminales. Si agregamos a estas condiciones que la intervención del estado (en cabeza de la administración municipal) se hace, fundamentalmente, con represión, incrementando la fuerza pública; la población es la que termina en medio de conflictos y de violencias que aumentan más su marginación y las condiciones de exclusión.

 

4. Exigiendo el derecho a la ciudad desde la cartografía social comunitaria

 

La cartografía Social es reconocida por las ciencias sociales como  «un método de construcción de mapas que intenta ser colectivo, horizontal y participativo. Desde la cartografía social se asume que el territorio es un espacio dinámico, plural y subjetivo. En él quienes asumen la responsabilidad de mapear- los cartógrafos sociales-   poseen saberes diversos sobre los lugares, y ese rico universo de conocimientos locales da lugar a debates e intercambios desde la praxis que hacen posible el mapeo colectivo y horizontal; en este sentido, más que mapas de conceptos, las cartografías sociales son representaciones sociales y subjetivas de los tránsitos y las vivencias de los sujetos.

 

En las experiencias de organización comunitaria por la reivindicación del derecho a la ciudad en los barrios de la ladera de la Comuna 8 de Medellín, los actores territoriales han apropiado las herramienta de la cartografía social como una metodología de investigación y co-producción de conocimientos locales, en un  proceso de construcción pedagógica permanente que tiene como finalidad que actores sociales y comunitarios con profundos arraigos de identidad con sus barrios construyan sus propios mapas de imaginarios de, exaltando en esta construcción participativa la existencia de dimensiones sociales, históricas y culturales de ese espacio vital (los barrios) que se reinventa, se reconstruye y se convierte en nuevas narraciones que emergen del diálogo de saberes.

 

Hacer los mapas del territorio se convierte para las comunidades participantes en un ejercicio ritual que permite la re-significación y re-enunciación del pasado, en una común-unión de relatos e historias de vida que dotan de sentido la relación de los sujetos con  el territorio.

 

Como resultado, las comunidades consolidan una  imagen colectivizada y dinámica, que se transforma con cada elemento aportado por los sujetos, pero aún así  siempre estará incompleta; ser un documento abierto e inacabado es su gran virtud, no hay versión final, el mapa es un relato dinámico.

 

Los mapas no sólo representan el territorio y lo producen cumpliendo la función de familiarizar al sujeto con el entorno; el mapa también naturaliza el orden de las relaciones que le son permitidas con el espacio, cumpliendo una función ideológica (Montoya Arango. 2007:157)

 

Como proceso de empoderamiento social ciudadano, la cartografía social es utilizada por las redes y organizaciones en el territorio para superar las visiones individualistas. Los mapeos colectivos se proyectan entonces como la posibilidad de re-constituir el poder colectivo (debilitado por la guerra y las políticas de planificación urbana vertical)  del cual emergen los sentidos de apropiación del territorio y la exigibilidad del derecho a la ciudad

 

No hay cartografía sin comunidad. Los cartógrafos del mapa social son aprendices de su propio espacio; lo moldean, lo analizan, lo reinventan, lo recrean y lo  proyectan no ya como un lugar ajeno y distante, sino como un escenario propio, un lugar con alma y con identidad del cual se es parte, al cuál se está vinculado, proyectando sujetos con arraigos. El mapa es así, no sólo una creación colectiva debatida y consensuada; es la puesta en marcha de un proceso de intercambio y debate que hace posible la construcción de nuevas visiones sobre el territorio, diseñado y soñado por su propios moradores.

 

 

5. Las dimensiones del territorio que emergen de la cartografía social

 

El territorio está en constante movimiento, las subjetividades de sus pobladores determinan sus dinámicas, sus sentidos, representaciones e imaginarios  trascendiendo la realidad objetiva. Las expresiones organizativas en la Comuna 8 de Medellín (Mesas, redes, colectivos de participación ciudadana ) introducen cambios en los territorios que se traducen en nuevos tejidos de redes para la participación, la movilización social, y la resistencia a los modos de dominación que conlleva la planeación urbana institucional.  El territorio es el lugar donde la identidad y la pertenencia son constituidas como fundamentos de la cohesión social, ya que éste es habitado por la memoria y la experiencia de sus habitantes. Cada sujeto es un mar de saberes que se han acumulado desde la experiencia vital del habitar, construir, apropiar y coexistir con otros en ese lugar que reconocemos como sector, barrio, comuna y ciudad.

 

El territorio es también el espacio que acoge, cobija y en cuyo seno se desarrolla la vida social, la actividad económica, la organización política, o sea, el presente y el futuro de un tejido social organizado.

 

Pero de la misma forma que el territorio está en movimiento, los sujetos también se mueven y transforman su relación con el territorio a causa de factores sociales, políticos o económicos generalmente relacionados con los ciclos de violencia armada en los campos y en las ciudades, la incapacidad para acceder a condiciones de vida digna, y en los últimos años el factor determinante ha sido la instalación de megaproyectos de movilidad y espacio público que se instalan en el corazón de barrios y sectores de las laderas de Medellín.

 

Las Cartografías Sociales han sido utilizadas en los procesos organizativos del territorio para reconstruir y reconocer los constantes procesos de des-territorialización  y re-territorialización principalmente de comunidades campesinas que fueron desplazadas a causa del conflicto armado, y se vieron obligas a huir de la guerra emprendiendo como destino la ciudad. Las cartografías se presentan como un instrumento, o metodología que construye el acceso a ese conocimiento que traen a cuestas las comunidades desarraigadas; historias de dolor, de renuncias, de vulneración de derechos, pero también historias de esperanza y de alegría por encontrar un lugar para volver a comenzar. (Documental Colores y Sabores de mi Comuna, 2012)[8]

 

Las Cartografías Sociales permiten diferentes formas de reconocer, recuperar y ordenar los  conocimientos territoriales. En este aspecto sobresale la posibilidad de acceder al territorio incorporando elementos fácticos, pero también subjetivos. Desde esta perspectiva, lo subjetivo implica la acción y la representación de los actores sociales atravesados por circunstancias históricas, culturales y económicas. Como forma de mirada singular a la realidad desde diferentes ángulos. Las cartografías tienen la posibilidad de expresar confrontaciones, contradicciones, consensos y soluciones, pero son supremamente poderosas si se realizan con comunidades empoderadas; es decir colectividades de sujetos que comparten una identidad con el territorio, que han reconocido que hay políticas o violencias que les oprimen y que han identificado escenarios de reivindicación comunes.

 

  6. La cartografía como un dispositivo de mediación y diálogo de saberes

 

Las cartografías como dispositivos de intervención abren nuevos escenarios aportando una mirada diversa y compleja de lo territorial, que tiene la virtud de poder conjugar la palabra, la observación, y la construcción colectiva a través de las representaciones de imaginarios y tejidos de memoria que se plasman en mapas,  produciendo diferentes formas de intercambio, retroalimentación y representación que dejan como resultado la construcción de nociones del territorio que son más coherentes con la realidad misma de los territorios, y que rescatan de la frialdad de las representaciones hegemónicas  los valores históricos, simbólicos y culturales  que emergen del conocimiento local.

 Gráfica 1: Análisis de cartografía sobre imaginarios de la idea de intervención en el territorio[1]

 

 

Dimensiones

 

Lo Instituido

(Gobierno Local

Lo instituyente

(La comunidad)

Apropiación social del territorio

 

Obediencia, sometimiento de las comunidades a la planificación del territorio impuesta por los “expertos” de la planeación.

 

Las comunidades construyen el perfil de investigador y planeador comunitario del territorio, construyendo en un diálogo de saberes una nueva concepción del territorio de la cual se apropian y entorno a la cual emprenden procesos de interlocución pública.

Organización y participación comunitaria

 

Construcción de instancias y procesos de participación verticales, con liderazgos marcados, y con formas organizativas apegadas a la normatividad .

Construcción de procesos autónomos de organización y participación, asamblearios y horizontales, basados en la construcción de acuerdos de base política que orientan el accionar de los colectivos, con respeto a las autonomías, recuperando formas ancestrales de organización como los cabildos, las mesas abiertas, con procesos de autogestión pensados para sus sostenibilidad, sin injerencia de actores políticos de la institucionalidad.

Seguridad Humana

Implementación de políticas represivas, militaristas o asistencialistas para “contener” la situación de conflicto social y armado en los barrios del borde urbano rural

-Garantía de los derechos fundamentales

-Construcción social del hábitat

-Reivindicación de la vida digna

- construcción de procesos de convivencia que construyen nuevas visiones de la seguridad en comunidad

 Es interesante rescatar las reflexiones en torno a las diferencias que existen entre los conceptos de marginalidad, apropiación territorial y límites urbanos-rurales. Ya que en ellos subyace una subvaloración de los bordes urbanos al considerarlos lugares liminares que no logran integrarse a la ciudad. La noción de borde urbano promovida por la administración municipal como zona de conflicto para la planificación urbana (técnica y racional), no alcanza a dimensionar la importancia de los procesos organizativos asociados a las formas de “producción del territorio” existentes en los barrios de las laderas, que reclaman la inclusión, como poblaciones legítimas y socialmente constituidas, que merecen ser consultados y considerados en la planificación de sus espacios.

 

Una evidencia clara de las tensiones y desencuentros entre las visiones del territorio – las de la institucionalidad y las de los procesos sociales-  la hallamos en la precariedad del mapa político-administrativo[1] del territorio de la Comuna 8 de Medellín, en el cual solo se reconoce la delimitación de barrios legalmente constituídos. Se yuxtapone a esta cartografía institucional  el mapa comunitario,[2]construído por las comunidades como resultado de sus procesos de apropiación del territorio. (Ver Gráfica 2)

 

Este ejercicio orientado desde las metodologías de cartografía social transciende los parámetros del ordenamiento territorial planteados por el Departamento Administrativo de Planeación de la ciudad y se construye desde la perspectiva de las comunidades, reconociendo y recuperando importantes nociones que constituyen la columna vertebral de la concepción del derecho a la ciudad que comparten los movimientos sociales en el territorio, aportando para la reconfiguración de su cartografía las categorías de vida digna, derecho a la vivienda, derecho al agua potable, reconocimiento de legados inmateriales, reconocimiento de procesos de participación y organización social, entre otras dimensiones.

 

La gráfica 1 nos propone una interesante síntesis sobre las diversas formas de comprender la noción de intervención en el territorio de la Comuna 8, reconociendo las orillas de la perspectiva de la intervención en el territorio que asume la institucionalidad y las concepciones de intervención que reconocen las comunidades.

 

La gráfica 3 nos clarifica las postulados y lugares que determinan la manera de concebir la construcción del mapa desde la institucionalidad y las alternativas que construyen las comunidades para resistirse a la lógica de dominación y control que persiste en la manera de producir el territorio desde la institucionalidad.

 

Gráfica 3: paralelo entre la cartografía institucional y la cartografía social comunitaria[1]

 

LOS MAPAS HEGEMÓNICOS

LA CARTOGRAFÍA SOCIAL

el mapa tradicional carece de ese pasaje, siendo legitimado según quien lo construya, por un saber técnico - académico, o gubernamental.

En la Cartografía Social se desliga de esa neutralidad y objetividad. El mapa es subjetivo y comunitario. Es un mapa festivo y aparentemente caótico, porque es dinámico y vive; en contrapartida al solitario mapa de los Institutos Geográficos.

 

el mapa tradicional nace normado

el social lo hace consensuado

mientras que el tradicional es obrado de modo vertical

el social es horizontal

Los mapas son herméticos, deterministas, archivos cerrados, cifrados.

el mapa se transforma en un texto inacabado y abierto que habla de un espacio compuesto por acciones y objetos en conflicto

 

Los mapas son superficiales, no leen ni reconocen las conflictividades, no recuperar los legados históricos.

La Cartografía Social hace un recorrido desde adentro hacia afuera, buscando analizar los conflictos estructurales del territorio y reconocer sus legados sociales.

El propósito de los mapas esta sujeto a intereses de control, contención, y especulación con el suelo urbano, el posicionamiento de una visión homgénea de la planeación y el desarrollo urbano.

Las cartografías buscan rescatar dimensiones sociales y simbólicas, ganar vision compartida sobre el territorio, diversificar y amplificar lecturas y reflexiones sobre el diseño y el desarrollo urbano.

Los mapas saccrifican o invisibilizan las características rurales de los barrios de la ladera, incertando cada vez más a las formas de vida rural en las lógicas de la ciudad desde la estrategia de la gentrificación.

Defensa de las formas de vida rural en los barrios de las laderas, exaltación de prácticas campesinas y relación rutual con la tierra.

Desconocimiento de saberes y conocimientos comunitarios sobre el territorio.

Reivindicación de los saberes sociales y experienciales históricos sobre el territorio.

 

7. La construcción metodológica de las experiencias de cartografía social

 

La metodología de la Cartografía Social Comunitaria diseñada y experimentada en un diálogo de saberes entre los procesos sociales y actores académicos en el territorio de la Comuna 8,  permite la recuperación y la exaltación de los relatos orales de los habitantes de las comunidades, promueve un tejido de recuerdos que se traduce en convenciones y símbolos que construyen la mirada colectiva sobre los territorios, dando un especial valor al saber social acumulado por los participantes de los procesos formativos sobre la historia y realidades de los territorios que han habitado por años. Veamos algunos de los principios rectores propios esta experiencia de cartografía social.

 

Finalidad:La Cartografía Social Comunitaria responde a una búsqueda social y política por la defensa de la geografía crítica (Harvey, 2004) y el reconocimiento de las dimensiones de los territorios que emergen de luchas sociales históricas de pobladores de los barrios. Cada cartografía representa la posibilidad de que las comunidades reivindiquen el derecho a la ciudad y el territorio, y los mapas expresan la visión de una ciudad que contradice los postulados de innovación, desarrollo y modernidad con los que se vende el modelo de ciudad de Medellín ante el mundo.

 

Procesos y prácticas:La cartografía social se construye de forma participativa y se implementa gracias al desarrollo de talleres, fundamentados en el diálogo de saberes, por ello los procesos de análisis buscan avanzar en la recuperación de sentidos sociales y comunitarios bajo las siguientes premisas:

 

Ø  Definición Colectiva de capas de análisis que aporten al reconocimiento de los legados históricos y las memorias locales (Gutiérrez, 2009)  de los territorios.

Ø  Construcción colectiva de relatos de vida que recuperan la vivencia y aporten a la construcción de la cronología histórica de cada barrio y sector, buscando la superación de los relatos hegemónicos y las heteronarraciones de la ciudad.

Ø  Elaboración de mapas de los territorios que reconozcan las dimensiones sociales, políticas, culturales e históricas de las comunidades que han sido invisibilizadas por los discursos del desarrollo urbanístico, la innovación y la competitividad.

Ø  Construir y conservar la memoria de la construcción histórica autogestionada de los territorios

Ø  Difundir las cartografías y los procesos de reflexión que generan para que la ciudadanía conozca otra realidad y otras visiones de lo que es realmente Medellín.

 

Medición de los impactos del proceso:Los procesos de cartografía social comunitaria que se promueven en los barrios de la periferia de la Comuna 8 - que aún no tienen el reconocimiento legal en el POT[1]- representan un esfuerzo por activar el diálogo y el valor de los saberes populares existentes en los territorios. Por ello, resulta clave valorar como la implementación de la cartografía social permite redimensionar las diversas formas de apropiación del territorio y  fomentar la reflexión permanente sobre los derechos humanos, sobre el modelo de desarrollo, acrecentando el interés en las comunidades por el contexto social, político y cultural de sus propios territorios.

 

La sistematización permanente: las experiencias de cartografía social permiten recoger y ordenar los acumulados metodológicos, pedagógicos y organizativos que conforman el tejido social en los territorios y aportan a la consolidación y circulación de mapas de imaginarios y representaciones sociales de la Comuna 8 de Medellín que no hacen parte de las representaciones cartográficas hegemónicas. La sistematización de las cartografías constituye en el desarrollo de la metodología un repositorio de conocimientos endógenos, experienciales y políticos.

 

 

8. El derecho a la ciudad que reclaman las laderas

 

La implementación de los procesos formativos y de interacción comunitaria en la Comuna 8 de Medellín desde las metodologías en diálogo de saberes[2] para la apropiación y resignificación del territorio, permiten reflexionar sobre la ciudad como construcción social dinámica, en la que coexisten múltiples modos del ser y existir que interpelan, reclaman el derecho a habitar como práctica política para el reconocimiento y la inclusión.

 

Mostrar la cuidad como una construcción social que se va transformando desde las necesidades y demandas de las poblaciones excluidas en medio de múltiples conflictos: territoriales, armados o de violencia. La cartografía social establece un vínculo que le permite a los actores comunitarios reafirmar su identidad con el territorio y proponer acciones que  les empoderan de sus derechos,  proponiendo formas de resistencia que buscan la visibilización e inclusión de las comunidades, teniendo como eje sus demandas ante la institucionalidad el derecho a permanecer en los territorios que habitan y en los que se han forjado sus procesos sociales.

 

Los talleres de cartografía han permitido la construcción de nociones propias sobre el derecho a la ciudad entre habitantes de los barrios El Pacífico, Altos de la Torre, Pinares de Oriente, 13 de Noviembre, Villatina La Torre y Villatina San Antonio (Cartografias realizadas en el 2015) y los barrios Villa Hermosa y Villatina parte central (Cartografías realizadas en el año 2016 ) permitiendo a los habitantes de estos barrios reconocer contextos, y aproximarse a las otras ciudades que coexisten en el entorno de la periferia, identificarse con otros habitantes excluidos que resisten y reclaman el  derecho a una vida digna en medio del avance y la perpetración de un modelo de ciudad que excluye y margina las periferias.

 

Las experiencias de empoderamiento y exigibilidad de derechos desatadas con los procesos de cartografía yle permiten a los actores sociales comunitarios implicados en la realización de las cartografías asumir procesos de movilización social y empoderamiento político para la exigibilidad del derecho a la ciudad. Esta visión de compromiso social expresada en formas de organización de base para la incidencia en la opinión pública se acerca a la idea de reivindicación de derechos expresada en el texto de David Harvey sobre [3]El Derecho a la Ciudad:

 

“El derecho a la ciudad es mucho más que la libertad  de acceso a recursos urbanos: se trata del derecho a cambiarnos a nosotros mismos cambiando la ciudad. Es, además, un derecho común antes que individual, ya que esta transformación depende inevitablemente del ejercicio de un poder colectivo para remodelar los procesos de urbanización”

 

De esta reivindicación del derecho a la ciudad - ampliamente proyectada desde el espacio de interacción que se activa a través del proceso investigativo y divulgada a través de videos documentales que dan cuenta de la rica producción de conocimientos, se consolida un proceso de participación de movimientos sociales urbanos que intenta superar el aislamiento y repensar la ciudad con una visión diferente a la publicitada por los promotores inmobiliarios amparados en el capital financiero (Harvey, 2003) responsables de los recientes procesos de rediseño urbano de Medellín que agudizan la crisis del habitar en las periferias de la ciudad.

 

Tras cuatro años de lectura permanente de las visiones gubernamentales sobre la política de urbanización y poblamiento urbano, y la consolidación de postulados políticos y demandas de las comunidades organizadas de la Comuna 8 en relación al derecho a la ciudad, se logra una caracterización sobre las nefastas consecuencias del modelo de planificación urbana implementado en las Comunas de Medellín, que conlleva a un acelerado proceso de destrucción de las visiones creativas sobre el territorio; nos referimos a la memoria histórica y cultural, lo simbólico, el tejido social comunitario, las historias de solidaridad que han permitido la construcción física de los barrios, (Jiménez, 2015)   y que han desposeído a las masas (Harvey, 2003)  de todo derecho a la ciudad.

 

 

 

Los constantes lecturas del contexto de los teritorios a través de los procesos de cartografía social, han materializado el desarrollo de una agenda política en la que las comunidades participantes de las experiencias de cartografía social determinan los aspectos más sensibles en los que deben concentrarse los esfuerzos de la movilización social y la deliberación política con la institucionalidad, destacándose los siguientes ámbitos de crisis en los que es necesaria y urgente una política dialogada (entre las comunidades y la institucionalidad ) de atención:

 

·         Hábitats y territorios en condición de olvido, invisibilizados o estigmatizados, en fronteras y barrios de los bordes urbano-rurales

·         Hábitats y territorios sometidos, proclives al despojo por elitización (gentrificación territorial) y expansión de megaproyectos de mobilidad e infraestructura.

·         Hábitats y territorios sometidos al desarraigo y a la desestructuración socioespacial por conflictos urbanos y rurales que conllevan a nuevos procesos de desplazamiento y revictimización .

·         Hábitats y territorios impactados por los modelos de desarrollo urbano y acciones inmobiliarias

 

9. Conclusiones

Las dinámicas sociales y organizativas de la Comuna 8 van a evidenciar renovadas formas de “resistencia social”, pues ya no se trata de un listado de demandas y peticiones que las comunidades hacen a los entes gubernamentales; los procesos de formación autónomos emprendidos en el territorio fortalecen el liderazgo y la convicción política de las comunidades, y estas encuentran, en los procesos de organización social, movilización comunitaria, y en los procesos de cartografía social, un nivel de empoderamiento social que permite renovar las estrategias y construir nuevas  formas de comprender los procesos de resistencia que se evidencian de diversas formas, entre ellas:

 

Ø  Una primera expresión de los procesos de resistencia promovidos por las comunidades organizadas en el territorio de la Comuna 8 está  asociada a las  formas de producir, construir y promover la planificación del territorio. Desde la construcción de un mapa en el que se reconocen e incluyen todos los barrios que han sido fundados y construidos en el borde urbano rural, las comunidades han desarrollado acciones para visibilizar la existencia de los territorios.

 

Ø  El otro factor que fortalece la resistencia de las comunidades se refiere al desarrollo de propuestas de organización social y comunitaria orientadas a fortalecer la movilización social. Las comunidades, al contar con instancias de diálogo y articulación comunes, superan la clásica organización por objetivos o metas particulares, o por reivindicaciones de carácter poblacional. Reivindicaciones como la vida digna, los derechos humanos fundamentales, la construcción social del hábitat, la seguridad humana integral son resultados de los procesos sociales organizados que inciden en las concepciones e intervenciones del borde urbano. Por ello, consideramos la cartografía social se convierte en una metodología y un recurso participativo que sistematiza, ordena y proyecta las formas organizativas y de movilización que producen los habitantes del territorio como expresión de resistencia comunitaria.

 

Es importante resaltar que en la cartografía social son visibles las experiencias de vida de aquellas poblaciones que persisten en sus luchas sociales por la construcción social, cultural y material del territorio. De este reconocimiento del valor social que asumen los actores comunitarios con su territorio, siempre se destaca en los diálogos y en los espacios de reflexión colectiva el valor de la memoria. En la cartografía social y comunitaria la memoria se presenta como el principal recurso para garantizar la preservación, protección y transmisión de las historias solidarias y de organización popular que dieron origen y vida comunitaria a los territorios.

 

En los procesos dialógicos hemos denominado estas orientaciones sobre la memoria de los territorios –con el fin de ir ordenando el mapa de conceptos que se construyen en la colectividad– como memorias localizadas, es decir: recuperar o encontrar la memoria, situar la memoria, promover su auto narración situada(García Gutiérrez, 2009, pp. 85). 

 

De estos procesos de auto-narración y reconocimiento de memorias localizadas y territorializadas, surgen potenciales historia de vida y de comunidad que alimentan la narración de documentales; también son visibles los trabajos colaborativos de construcción de memorias que se convierten en potentes procesos de sistematización y generación de nuevas acciones participativas comunitarias. En este panorama de expropiación y enajenación de la memoria, el encuentro de las comunidades para compartir los relatos y las vivencias, para re-tejer las memorias locales destruidas por los relatos oficiales (hegemónicos) se convierte en un acto liberador; veamos algunas narraciones que recuperan el sentido de “producir territorio” (Oslender, 2002):

 

9 años atrás, Pinares era solamente tierra. Los caminos y las viviendas eran un 70 % u 80 % de madera. Ahora cuenta con nuevos senderos, una 50 % de mejoramiento de las viviendas, un parque recreativo. Y todo el desarrollo ya llegó con la organización, con la solidaridad del barrio. Hemos trabajado en comités. Nos ha tocado cargar material desde lugares para las escaleras. Y hoy vimos que tenemos una misma proyección, es defender nuestro territorio. Hoy Pinares de Oriente se encuentra diseñando una propuesta porque estamos cansados de seguir los imaginarios de las administraciones municipales [4]

 

Lo único que recuerdo Cuando vivía arriba por el Pan de Azúcar es que viví una guerra muy horrible, con mis hijos, perdí a mi hija. Entonces que nos hagan descansar. Los primeros fueron los para, luego la guerrilla, desde violaron a mi hija y la mataron. Ya fuimos reubicados por acá. En verdad nos pusieron en un fosforito, que no vale la pena. Es por eso que digo a la gente que no se dejan sacar de su casa. Porque el gobierno no ve la forma del pobre sufriendo[5]

 

Estas narraciones son  una evidencia de la expresión contestataria de las comunidades que habitan los bordes urbanos de Medellín, donde es preciso cuestionar e ir desmontando “la verdad” de ese relato oficial de ciudad, que ha sido impuesto por décadas sobre las periferias. Por ello, es relevante mantener y recuperar un encuentro sobre las Memorias Compartidas, espacios donde los actores comunitarios emprenden sus propios caminos, dejan que fluyan sus historias, en una especie de terapia reparadora para la comunidad las comunidades.

Para los pobladores actuales de los barrios de las laderas habitar las márgenes, significa vivir en condiciones de exclusión, desempleo y falta de servicios básicos; situación que abona el terreno para la influencia del narcotráfico a través del sicariato y los grupos de “justicia” privada. Debido a las difíciles condiciones de acceso, la fuerza pública dejó de ingresar a los barrios periféricos de Medellín, y el monopolio de la fuerza fue delegado en grupos de “limpieza social” (Cinep & Justicia y Paz, 2003: 43).  Estos nuevos pobladores viven la emergencia de culturas desligadas de la memoria territorial, sentida especialmente en los jóvenes urbanos, como lo afirma Martín-Barbero:

Las grandes ciudades sufren un proceso de ruralización, entendido como formas de habitar en dos sentidos: uno, el de los padres o abuelos, que vivieron una cultura rural; otros, los hijos, que viven el deterioro de las condiciones de vida de la mayoría de población desplazada, haciendo emerger “la cultura del rebusque”, que hace vigente, formas de supervivencia rural, rescatando saberes y relatos, sentires y temporalidades fuertemente rurales. (1996: 61)

Resulta interesante rescatar las reflexiones en torno a las diferencias que existen entre los conceptos de marginalidad, apropiación territorial y límites urbanos-rurales. Ya que en ellos subyace una subvaloración de los bordes urbanos al considerarlos lugares liminares que no logran integrarse a la ciudad. De un lado encontramos en los estudios de Marisela Svampa (2004), una resignificación de la condición de marginalidad urbana, al rescatar la fuerza de las redes sociales de intercambio recíproco, consideradas el elemento estructurante, más significativo en la barriada, que permite a los marginados migrar desde el campo, asentarse en la ciudad, moverse, conseguir un techo  y sobrevivir.  Sus estudios resaltan la emergencia de renovadas relaciones comunitarias, donde las relaciones y vínculos familiares y de compadrazgo, basadas en la solidaridad y la reciprocidad, dibujan un mundo en que la confianza es la clave en las relaciones sociales, a tal punto que en un mundo sin estado ni partidos ni asociaciones “la red de intercambio reciproco constituye la comunidad efectiva del marginado urbano”.

A su vez,  Larissa Lomnitz en su obra Cómo sobreviven los marginados (1989), resalta la importancia de las redes familiares y vecinas en la configuración de la barriada, pero también resalta que en contextos de marginalidad la consanguinidad no es un factor determinante en la reciprocidad, sino que por el contrario la proximidad geográfica es capaz de entablar verdaderos flujos de continuidad en las relaciones entre los actores.  Para Lomnitz, “las redes otorgan un apoyo emocional y moral al individuo marginado, y centralizan su vida cultural, frente a la virtual ausencia de cualquier otro tipo de participación organizada en la vida de la ciudad o la nación. Podemos afirmar, por lo tanto, que la red de intercambio recíproco constituye la comunidad efectiva del marginado urbano, en las barriadas latinoamericanas” (1989:.223)

Al considerar la novedad que subyace en las luchas sociales de los últimos 15-20 años en contexto sociales territorializados, tanto urbanos como rurales, Raúl Zibechi (2008) resalta la importancia del territorio en la constitución de las relaciones sociales que resignifican la noción de “movimiento social”. Zibechi considera que hay que ingresar al análisis de los movimientos desde otro lugar: (…) no ya desde las formas de organización y los repertorios de la movilización, sino las relaciones sociales y los territorios, o sea los flujos y las circulaciones y no las estructuras. En este tipo de análisis sobresalen en los movimientos nuevos conceptos como autonomía, cultura y comunidad. Entendiendo que los territorios están vinculados a sujetos que los instituyen, los marcan, los señalan sobre la base de las relaciones sociales que portan”. (2008: 50)

Por ello, resulta tan oportuna la reflexión sobre el sentido de habitar la margen de Bell Hooks, ella dice: “Yo estoy situada en el margen. Hago una distinción clara entre la marginalidad impuesta por las estructuras opresivas y la marginalidad que uno elige como lugar de resistencia - como localización de una apertura y posibilidad radical. Este lugar de resistencia se forma continuamente en esta cultura segregada de oposición que es nuestra respuesta crítica a la dominación. Llegamos a este espacio a través del sufrimiento y el dolor, a través de la lucha. Nos transformamos, individualmente, colectivamente, cuando creamos un espacio creativo radical que afirma y sostiene nuestra subjetividad, que nos da una nueva posición desde la que articular nuestro sentido del mundo”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

Cinep y Justicia y Paz (2003). Panorama de los derechos humanos. Noche, niebla y violencia política en Colombia. Bogotá: Banco de datos de Violencia Política.

 

Colombia (1993). Consejería Presidencial para Medellín y su Área Metropolitana, Programa integral de Mejoramiento de barrios subnormales en Medellín (PRIMED). Estudios de factibilidad. Colombia. Municipio de Medellín.

 

Lomnitz, L. (1989). Cómo sobreviven los marginados. México: Editores Siglo XXI.

 

Martín-Barbero, J. (Coord.) (2009). Entre saberes desechables, y saberes indispensables. Agenda de país desde la comunicación. Friedrich Ebert Stiftung – Centro de Competencia en Comunicación para América Latina.  [en línea]. www.C3fes.net. Recuperado 15 noviembre de 2012.

 

Martín-Barbero, J.. (2002). Jóvenes: Comunicación e Identidad. En: Pensar Iberoamérica. Revista de Cultura. 1 [en línea]. http://www.oei.es/ pensariberoamerica/ric00a03.htm. Recuperado 15 enero de 2013.

 

Martín-Barbero, J.  (1998). “Jóvenes: des-orden cultural y palimsestos de identidad”. En Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Bogotá, Universidad Central, Siglo del Hombre.

 

Martín-Barbero, J. (1996). “Comunicación y ciudad: Sensibilidades, paradigmas, escenarios”. En: Giraldo, Fabio & Viviescas, Fernando. Pensar la ciudad. Tercer Mundo Editores, Bogotá.

 

Mongin, O. (2006). La condición urbana. La ciudad a la hora de la mundialización. Buenos Aires, Paidós.

 

Oslender, U. (2002-junio). “Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de resistencia". Scripta Nova. vol. VI, 115. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, Universidad de Barcelona, <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-115.htm> [ISSN: 1138-9788]

 

Pergolis, Juan (2002).  La plaza, el centro de la ciudad. Universidad Católica de Colombia – Universidad Nacional de Colombia. Bogotá.

Sánchez, Luz Amparo. (2008). “El desplazamiento forzado intraurbano: negación del derecho a la ciudad”. En: Riaño, Pilar y Villa, Marta. Poniendo tierra de por medio. Migración formada de colombianos en Colombia, Ecuador y Canadá. Medellín: Corporación Región. (173-214)

 

Svampa, M. (2004). “Cinco tesis sobre la nueva matriz popular”. Cambio Social, 15. Primavera.http://www.lavboratorio.sociales.uba.ar/textos/15_6.htm.

 

Wortman, A. (2010): En Kriger, M. (Dir., 2010): Globalización, sentidos e identidades en América Latina.  Buenos Aires, CAICYT CONICET (disponible en: http://cursos.caicyt.gov.ar/course/view.php?id=61)

 

Ciudad Comuna (Colectivo). El Documental Social Participativo. (Jiménez, 2014)

Harvey, D. El Derecho a la Ciudad (2003)

Garcés, A y Jiménez, L (2013.). “Documental social comunitario. Apropiación territorial en zonas de bordes urbano - rurales. Caso Ciudad Comuna”. Ponencia en Cátedra UNESCO de Comunicación. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

Oslender, Ulrich. (2002-junio). “Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de resistencia". Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, 115,. http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-115.htm [ISSN: 1138-9788]

RevistaChasqui, CIESPAL. Epistemologías del Sur. (2016)

Gutiérrez, A (2004) Localizar la Memoria. RevistaEstudios de la Memoria. Universidad de Sevilla.

Referencias de documentales: www.youtube.com/ciudadcomunawww.ciudadcomuna.org

 

 



[1]Plan de Ordenamiento Territorial para Medellín vigencia 2015-2015

[2]Ver libro Metodologías en Diálogo de Saberes para la Apropiación del Territorio. Resultado de la Investigación Prácticas de Comunicación para la Movilización y el Cambio Social. Diálogo con 2 colectivos de Comunicación. Una investigación realizada por Universidad de Medellín, Corporación Pasolini en Medellín y Corporación para la Comunicación Ciudad Comuna con el apoyo de Colciencias. 2013, 2016. https://issuu.com/ciudadcomuna/docs/cartillaweb_metodologias_en_dialogo

 

[3] Harvey, David. El Derecho a la Ciudad. PP 23

[4]Gisela Quintero.  Relatos de Memoria del barrio Pinares de Oriente-abril del 2014

[5]Luz María Martínez. Relatos de Memoria del barrio Pinares de Oriente-abril del 2013


[1] Reflexión sobre las visiones sobre la cartografía social y el análisis comparativo del mapa institucional vs el mapa comunitario del territorio de la Comuna 8. Taller de Cartografía Social. Año 2015


[1]Es el Mapa político administrativo que levantan los expertos en planificación urbana, considerado el mapa oficial que se rige por el Plan de Ordenamiento Territorial.

[2]Ver edición especial del periódico Visión 8 Memoria del Mapa político de las comunidades de la Comuna 8:  http://issuu.com/ciudadcomuna/docs/namef08ae4

 



[1]Fuente: Revisión de procesos de apropiación del territorio de la Comuna 8 de Medellín. Periódico Comunitario Visión 8. Tomado de www.ciudadcomuna.org

 

 



[1]Reporte Oficial oficina de datos y censos poblacionales de la Nación – SISBEN.  Agosto de 2016

[2]En el caso de Medellín, el POT vigente contempla la proyección del crecimiento y la planificación de la ciudad entre los años 2015 y 2025.

[3]Postulado que  corresponde a una concepción de  ciudad -promovida por los gobiernos locales de los últimos 12 años,  que conciben la ciudad como un importante factor económico, denominado “Ciudad Innovadora”, buscando atraer capitales para el desarrollo local con un perfil turístico.  En ésta perspectiva la ciudad ha sido transformada urbanísticamente, con alta intervención de zonas vulnerables,  con la imposición de un sistema integral de mobilidad y transporte urbano, y con la construcción de parques circulares ecoturísticos denominados Jardínes Circunvalares.

[4]Reubicación sin protocolo claro por parte de los gobiernos locales que implica la reubicación de familias de un barrio a otro, generalmente como consecuencia del desarrollo de grandes obras de infraestructura o movilidad urbana.

[5] Este contexto de vida asociado al desplazamiento forzado con especial énfasis en los trayectos vitales que afectan a los y las jóvenes víctimas de desplazamiento, será tratado y analizado en el documental “Con la casa al hombro”, realizado por Pasolini en Medellín.

[7]Término precisado por Perea (2008: 266) para definir un joven que no es narcotraficante pero interviene en la guerra de los carteles contra el Estado; no es activista político pero tercia en la pugna entre los actores políticos; no pertenece a ninguna organización desde la cual revindicar una causa justa pero aparece como actor cuyas acciones alteran la vida colectiva; y para rematar no estudia, poco le interesan los asuntos escolares y apenas pasa de los 15 años de edad.

 


[1]Investigación Prácticas de Comunicación para la Movilización y el Cambio Social. Diálogo con colectivos periféricos de Medellín. Universidad de Medellín. (2014 – 2016)

Investigación Territorios Subjetivos y Derecho a la Ciudad. Universidad Autónoma Latinoamericana (2016-2017)

[2]Mesa de Desplazados de la Comuna 8, Mesa de Vivienda y Servicios Públicos, Mesa de Víctimas del Conflicto Armado de la Comuna 8 de Medellín.

[3] Informe Como va Medellín, indicadores de desarrollo, Veeduría al Plan de Desarrollo de Medellín. 2016

 



[1]Resumen Ponencia presentada al III Congreso Internacional de Estudios Urbanos realizado en Universidad Nacional de Quilmes-Argentina. 4 al 6 de abril de 2017. 

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