2. Articulación, negociación, concertación

Por Mario C. Robirosa

1.  Heterogeneidad de los actores sociales involucrados en los procesos interactivos.

1.1.  Identidad de los actores sociales en un escenario concreto de interacción.

A los efectos de lo que sigue definiremos lo que entenderemos por 'actores sociales' en relación con un escenario concreto de interacción, sea este el escenario recortado por un proyecto que llevamos adelante con otros o él establecido para negociar y obtener alguna cosa de otro. Un actor social es ese 'otro' con que nos topamos en esta relación de interacción.  ¿Cómo identificamos a ese 'otro', a. esos 'otros'?

Un actor social puede ser un individuo, un grupo, una organización o institución de cualquier tipo -una empresa, un organismo de gobierno, una organización de la comunidad, etc.-. Lo que caracteriza o identifica a un actor social es su posición particular en ese escenario, su papel o rol -lo que hace o podría hacer en él- y sus propósitos o intereses respecto de ese escenario o lo que se procesa en él. En consecuencia, esperaríamos que ese actor social se comporte de una manera particular en ese escenario de interacción, probablemente diferente, en todo o en ciertos aspectos, con respecto a los otros actores sociales que identificamos. El criterio con el cual lo identificamos es pues un criterio de diferenciación, de particularización -de lo que tiene de particular- en relación con los demás. Yo -o mi grupo u organización- soy uno de esos actores sociales identificables en ese escenario en el que estoy involucrado o en el que estoy actuando.

1.2.  En qué se diferencian los actores sociales

Identificados así los diferentes actores sociales en un escenario concreto de interacción, debo reconocer que hay una heterogeneidad de actores sociales en ese escenario y que el otro es diferente a mí o a mi grupo u organización. Vamos a ver en qué cosas somos diferentes.

1.2.I. Percepciones.

En primer lugar, vemos ese escenario desde las diferentes posiciones en que estamos colocados, lo vemos desde distintos puntos de vista: tenemos diferentes perspectivas sobre él,  con primeros planos distintos y cosas distintas que quedan en el fondo, desdibujadas o invisibles. Nuestras percepciones de ese escenario concreto son distintas.

Tomemos como ejemplo algo muy concreto: un barrio urbano, en sus aspectos más fácilmente observables. Un niño, que vive en ese barrio, va a la escuela, juega en él con sus amiguitos, verá sobre todo su casa, las calles y la plaza o el baldío donde juega, el camino a la escuela y las cuadras que recorre y los comercios que visita cuando hace algún mandado para la familia. Ese barrio para él incluye a su familia, a sus amigos, al personal docente de la escuela, a los comerciantes que lo atienden, a la gente que suele mirar por la calle, etc. Todo lo demás que pueda incluir ese barrio no lo percibe o lo percibe en parte, pero esfumadamente. El abuelo de ese chico, como cualquier otro jubilado del barrio, percibirá en cambio, en primer plano, además de la casa en que vive con su familia, la plaza donde se reúne diariamente a conversar con sus amigos, otros jubilados, quizás los comercios a que concurre y al personal que allí lo atiende: ése es para él su barrio y la vida barrial. Los miembros de la familia que trabajan fuera del barrio todo el día tienen una visión 'mañanera' y 'nocturna' del barrio, con gente que va o vuelve del trabajo, y una visión de sábados y domingos, donde la familia se junta o se juntan con algunos vecinos amigos. Las compras las hacen afuera, cerca de sus lugares de trabajo, y conocen poco a los comerciantes del barrio, aunque saben que existen y quizás se saluden con algunos. Un funcionario municipal del Area de obras públicas, que no vive en el barrio pero debe ocuparse del estado de las calles de la ciudad, conoce el barrio como un recorte en un mapa, del que conoce muchos aspectos por registros o datos de distinta naturaleza, por información secundarla, y lo que conoce de él se refiere sobre todo a los aspectos físicos de los que se ocupa en su trabajo. Un trabajador social que quiere conocer el barrio donde deberá atender el caso de un socio del PAMI, recorrerá algunas calles y lugares del barrio y quizás converse con alguna gente que encuentra, sobre aspectos sociales que le interesan para 'ambientar' el caso del anciano al que debe prestar asistencia. El economista que hace una investigación académica acerca de las bases económicas de la ciudad o del barrio, conocerá solo las características y los aspectos que le interesan de las unidades productivas asentadas en el barrio, y lo conocerá seguramente sobre la base de datos estadísticos.

Si pidiéramos a cada uno de estos diversos actores que nos cuenten como es el barrio, seguramente nos darían descripciones totalmente distintas, quizás con pequeñas convergencias, pero fundamentalmente distintas. Cada uno percibe esa realidad desde su ángulo particular, con ciertas cosas de él en primerísimo plano, algunas otras difusas y muchas, muchísimas otras omitidas, porque no las percibe. Gráficamente podría representarse así:

 

 

Fig.1

Estas diferentes percepciones de los actores sociales constituyen evidentemente una dificultad para una gestión interactiva, porque desde el primer momento estamos hablando sobre la base de percepciones distintas de la misma realidad.

1.2.2. Culturas, subculturas, interpretaciones.

Esta diferencia de percepciones se arraiga en culturas o subculturas diferentes. Como resultado de nuestro proceso de desarrollo y socialización se va conformando nuestro marco cultural propio. Nuestra cultura nos entrena y provee de instrumentos conceptuales para ver ciertas cosas y no otras, para relacionarlas e integrarlas de determinadas maneras. Es en el marco de su cultura propia que cada uno lee, integra e interpreta lo que percibe. Estas diferentes subculturas están marcadas por la edad y sexo de los individuos, su extracción social, su nivel socioeconómico, su origen y experiencia personal de vida, de trabajo, de educación y entrenamiento, etc. Esta cultura los condiciona en la forma en que perciben e interpretan la realidad. Cada uno ha sido entrenado en el marco de su cultura para ver y valorizar ciertas cosas y ciertas relaciones entre las cosas, mientras que para otras cosas no tiene entrenado su ojo y quizás ni siquiera tiene los nombres necesarios para identificarlas y aprehenderlas. De ello resulta que diferentes actores pueden tener distintas construcciones perceptuales de un mismo escenario, distintas síntesis de lo percibido y distintas interpretaciones de ello.

Por eso, por ejemplo, cuando intentamos hacer un diagnóstico de una situación barrial o de cualquier otro campo de actuación a través de entrevistas individuales con distintos informantes, nos encontraremos seguramente con visiones diferentes, marcadas por las subjetividades de cada uno. Quizás encontraremos énfasis compartidos por algunos en ciertos aspectos, aunque también es posible que sus interpretaciones de estos aspectos sean más divergentes que convergentes. Además cada uno tenderá a enfatizar y componer su descripción con aspectos distintos. Y si nosotros nos proponemos con ello formular un diagnóstico 'integral', nos encontraremos ante el problema -y el riesgo- de aplicar sobre la información relevada nuestro propio sesgo y selectividad perceptuales e interpretativos; así habrá primado nuestra propia percepción, síntesis e interpretación, perspectivada desde nuestro punto de vista y cultura particulares.

Esto representa evidentemente una seria dificultad. ¿Cómo podemos hacer un diagnóstico válido de esa realidad que cada uno ve distinta, por tener sus ojos colocados en lugares diferentes y tener además diferentes interpretaciones? Esta diversidad de miradas e interpretaciones puede representar una ventaja en nuestra tarea diagnóstica. ¿Qué pasaría si juntamos a estos informantes, con sus diversos puntos de vista, en una sesión conjunta de diagnóstico? En los intercambios de información entre ellos y conmigo, cada uno estará incorporando alguna información de otros, cambiando sus síntesis e interpretaciones y quizás corrigiendo algunas de sus distorsiones subjetivas y errores de interpretación. La subjetividad inicial de cada diagnóstico individual irá cediendo espacios, en beneficio de la construcción de un díagnóstico intersubjetivo, compartido por todos. Por supuesto que pueden subsistir para cada uno aspectos no consensuados con los demás: los actores individuales no pierden su subjetividad, pero entre todos pudieron ponerse de acuerdo en esa visión compartida. De alguna manera, con este método de diagnóstico colectivo, compartido, se habrían corregido o disminuido algunos errores subjetivos extremos de percepción e interpretación. Y no seremos nosotros los que habremos elegido quién tenía razón y quién no entre nuestros informantes: ya no fue necesario hacer intervenir nuestra propia subjetividad en la interpretación de la información recibida de los informantes individuales. Y habremos desarrollado una reconstrucción consensuada, intersubjetiva, de esa realidad, mucho más rica que la que tenía cada uno en el punto de partida. No puede decirse que el diagnóstico resultante es objetivo o más verdadero que el que cada uno tenía al principio. La realidad objetiva está siempre más allá de nuestra capacidad de conocerla, describirla e interpretarla.

Todo conocimiento es el resultado de un proceso de abstracción, de selección, y no puede incluir a toda esa realidad bajo observación. Hasta el técnico o investigador científico combina información seleccionada y su síntesis será siempre parcial y sesgada por esa selección. Así también, es casi seguro que otro grupo de informantes que hubiésemos convocado para hacer el diagnóstico sobre esa misma realidad, produciría otro diagnóstico, con algunos aspectos comunes con el grupo anterior, pero también otros diferentes. Esto no disminuye el valor de la metodología propuesta, ni la riqueza, confiabilidad y utilidad del diagnóstico intersubjetivo resultante. En cualquier situación, la información que manejemos condiciona la interpretación posible de esa realidad. Estas reconstrucciones intersubjetivas, con aportes de distintos actores involucrados en la realidad bajo observación, son más ricas que las sesgadas desde un solo punto de vista, y hay una menor probabilidad de distorsiones subjetivas extremas, aunque está claro que no por ello podemos decir que son verdaderas ni completas.

1.2.3. Intereses / objetivos / valores.

Además los actores sociales se diferencian en ese escenario de actuación en términos de sus intereses, sus objetivos, sus escalas de valores. No vale la pena aquí diferenciar demasiado estos tres términos. Todos ellos implican una jerarquía de valores. No debemos caer en la visión simplista que dice, por ejemplo, que lo único que le interesa al dueño de una empresa es el lucro; si así fuera sólo se preocuparía por minimizar los costos de todos sus insumos y vender sus productos al máximo precio que le permita el mercado en cada momento. Pero también le interesa conseguir y mantener una clientela (y le interesará gastar en estudiar la demanda, en hacer publicidad y en producir con calidad suficiente para mantener o expandir su clientela), evitar que sus obreros trabajen a desgano o hagan huelgas (y le interesará gastar en salarios y beneficios aceptables y condiciones de trabajo apropiadas), y quizás ofrecer siempre además productos renovados vendibles (e invertirá en innovación y desarrollo de nuevos productos, en actualizar su tecnología de producción, en capacitar a su mano de obra, etc.). Es decir que tiene una gama de intereses, que disminuyen en alguna medida su lucro inmediato en cada momento, aunque éste sea siempre su interés u objetivo primordial. De hecho, estaría dispuesto a perder un tanto por ciento de su lucro posible inmediato, si obtiene con ello tal magnitud de mejoras en su situación en el mercado y tanta tranquilidad interna en la empresa. Para simplificar, podemos decir que ese empresario tiene un 'vector' ordenado de intereses / objetivos / valores, donde lo que está arriba, lo que más le interesa, lo más valorado, es el lucro, seguido sucesivamente, con niveles de interés decreciente, por ejemplo, por la calidad del producto, el marketing, las condiciones de trabajo en la empresa, los salarios de sus empleados y la generación de nuevos productos y otros intereses que pudiera tener respecto de su campo de actuación. Podríamos simbolizar esto de la siguiente manera: a1, a2, a3, ..., an son los sucesivos componentes o elementos ordenados del vector de intereses / objetivos / valores del actor social A. 0tro actor B -por ejemplo, el obrero de esa empresa- tendrá su propio vector de intereses / objetivos / valores, compuesto por sus componentes b1, b2, b3, ..., bm, que representan las diferentes cosas que le interesan, ordenadas según la prioridad que les da -posiblemente maximizar su salario, no perder el trabajo, la solidaridad con sus compañeros, las ganas de mejorar sus ingresos y desempeñarse bien en su trabajo-. Gráficamente estos dos vectores podrían ser representados de la siguiente manera:

A

B

a1

b1

a2

b2

a3

b3

an

bn

Fig.2 

Esta diversidad de intereses que tienen los diferentes actores sociales involucrados en el mismo escenario implica por supuesto una dificultad para la interacción, porque ellos se proponen objetivos diferentes en el mismo escenario de actuación, quieren obtener cosas diferentes de él. Este conflicto de intereses implica una dificultad grande de partida si se trata de compartir, por ejemplo, la gestión de un proyecto o de una organización, puesto que cada uno actuaría, en principio, teniendo en cuenta sólo sus propios intereses, persiguiendo sus propios objetivos, diferentes -si no contrapuestos- a los del otro. Aquella empresa no podría ni siquiera existir si al dueño sólo le importara maximizar su lucro y a los eventuales obreros sólo les importara maximizar sus salarios. Pero ambos tienen un componente en común en sus vectores de intereses, aunque pudieran tener distinta prioridad para cada uno: a ambos les interesa la supervivencla de la empresa, uno porque es su fuente de lucro y el otro porque así conserva su fuente de trabajo e ingresos. Para uno puede tener altísima prioridad en su vector de intereses / objetivos / valores (por ejemplo b2), mientras que para el otro puede tener prioridad 12 (a12). Pero esta convergencia en algún elemento de sus vectores de intereses (b2 = a12) les permite empezar a hablar, a comunicarse sobre algo de interés común.

 

 

 Fig.3

 

¿Qué implica un proceso de comunicación? En primer lugar, se produce un intercambio de información: yo trato de convencer al otro con argumentos, manejo información. A lo mejor el otro no tenía en cuenta alguna de esa información y la va incorporando a los elementos que manejaba en su escala de valores, en su vector. Lo mismo me sucede a mí: voy incorporando elementos nuevos a tener en cuenta. Y cada uno va reordenando en consecuencia los elementos que preexistían en ese vector, dejando caer algunos anteriores e incorporando nuevos. De eso se trata cuando hablamos de construir consenso. Durante un proceso de elaboración de consenso, intercambiamos elementos de información, ambos vamos modificando en consecuencia la composición y el orden de los elementos de nuestros vectores:, incorporé cosas que antes no consideraba y di mayor relieve relativo a algunos elementos que antes tenían para mi menor importancia. Al hacerlo ambos, mi vector se va acercando al del otro, con quien vamos compartiendo campos crecientes de información, valores, intereses, objetivos. Ahora, en los vectores de A y de B, además de a12 = b1, vamos a tener a3 = b8, a4 = b9, etc. El conjunto de estos valores compartidos define el campo del consenso.

 

Fig.4

 Sin embargo, hay que tener en cuenta que lo compartido no va a ser todo lo incluido en el vector de cada uno, sino sólo esa parte que estuvo en juego para las decisiones a tomar. Habrá seguramente cosas no consensuadas o no consensuables entre ambos. Y lo que no entró en el proceso de elaboración de un consenso (quizás porque no era pertinente a lo discutido en ese momento) o que no fue posible consensuar, es siempre una fuente potencial de conflictos futuros. La posibilidad o expectativa de consenso absoluto o "de por vida'' entre actores sociales heterogéneos es irreal y absurda: un consenso absoluto supondría que los interlocutores supuestamente diferentes sean en realidad el mismo actor, indiferenciado. En cambio, es importante tener en cuenta que todo consenso construido es acotado y provisorio y que queda una conflictividad siempre latente y no resuelta en los consensos construidos entre actores diferentes. Esta conflictividad puede aparecer más tarde en la relación, ante, par ejemplo, nuevas tomas de decisiones que afecten diferencialmente a los intereses de cada uno.

 

 

Fig.5

1.2.4. Racionalidad y racionalidades.

Siguiendo lo expuesto hasta aqui, podemos simbolizar la racionalidad de un actor social, cuando elabora una conclusión o toma una decisión, bajo la forma de una ecuación o fórmula del siguiente tipo (pido perdón por recurrir a las matemáticas):

                           y= f(a1, a2, a3, ..., an),

a hasta an, que son los componentes (o las diversas informaciones) que tomé en consideración.

Pero no todos esos elementos componentes que tomé en cuenta tienen para mí el mismo peso, el mismo valor: algunos de ellos tienen para mi más interés que otros y así les daré peso distinto, multiplicando cada a por su valor relativo para mí. Por ejemplo, supongamos -aunque no es necesariamente así- que a a1 lo pondero 1 y que a2 pesa para mí la mitad de a1, a3 un tercio, a4 un cuarto, y así sucesivamente: por lo tanto multiplico a las a respectivamente por 1/2, 1/3, 1/4, etc. Lo podría simbolizar entonces así;

                 y = a1 + 1/2 a2 + 1./3 a3 + 1/4 a4 +...... + 1/n an

Esta ecuación simboliza mi proceso 'racional' para tomar la decisión o llegar a la conclusión y. Pero mis as son las que yo elijo y los multiplicadores que les aplico son mis valores, totalmente particulares y subjetivos; no son ni objetivos ni científicos. Pero es como funciona mi racionalidad, con mayor o menor grado de explicitación y conciencia de ello, según las personas. Esto significa que cada actor social puede diferir -seguramente difiere- en los elementos y valores que incorpora a su ecuación 'racional'. Mi racionalidad da resultados diferentes a los que obtuvo el otro. Pero eso no significa que el otro sea menos racional que yo en su conclusión o viceversa: usamos 'racionalidades' o criterios de racionalidad diferentes, elaboramos nuestras conclusiones con aquella información que manejamos en nuestra percepción e interpretación, condicionados por nuestra cultura particular, y la tendemos a ponderar según nuestra escala propia de intereses / objetivos / valores.

En las interacciones entre actores sociales diferentes están en juego, en principio, saberes y 'racionalidades' diferentes, construidas de distintas maneras. En el diálogo entre un campesino arraigado desde hace muchas generaciones en un valle aislado y un técnico de la estación experimental, por ejemplo, están en juego saberes fundados en bases diferentes. Lo que sabe y compone la racionalidad del campesino, lo recibió por tradición, de abuelos a hijos a nietos, y se sostiene por su experiencia práctica repetitiva. El saber que pone en juego el técnico lo aprendió en la universidad, en los libros y laboratorios. Son saberes construidos con distintas metodologías: para uno es la tradición y la praxis, para el otro es el 'método científico'. Cada uno está seguramente tomando en cuenta datos por lo menos parcialmente diferentes, ponderados según sus valores particulares. Uno -el técnico- puede asignar valor prioritario a la conservación y recuperación del suelo del predio, y propone al campesino dejar en barbecho un tercio de la pequeña superficie de que dispone y rotarlo anualmente. El campesino, en cambio, tiene en cuenta que sólo cultivando todo su terreno puede mantener en el lugar y viva a su familia que, en caso contrario, debería emigrar total o parcialmente. Los datos y valores de los que parten en su diálogo y con los cuales construyen sus argumentos son muy diferentes, pero ambos saberes en juego son legítimos y racionales. Quizás en el diálogo podrán elaborar alguna conclusión consensuada.

1.2.5. Recursos y capacidades.

Recordemos que estamos confrontando actores sociales según se identifican en un escenario concreto de actuación, efectivo o potencial. Y estamos reconociendo lo que los diferencia en ese escenario de interacción en que están involucrados. En ese escenario cada actor social actúa o podría actuar -desde su posición particular respecto de él- en pos de sus propósitos y objetivos. Para lograrlo, cada uno va a aplicar -o puede aplicar- los recursos, conocimientos y/o capacidades de acción de que dispone, que tiene bajo su control o que está en condiciones de captar. En este sentido no podemos dejar de reconocer que cada uno de esos actores aporta o puede aportar cosas diferentes a ese escenario y a las interacciones que en él se produzcan.

Por ejemplo, en un escenario en que se está procesando un proyecto de lotes con servicios en el terreno de un asentamiento ilegal, el propietario de la tierra aporta su terreno, la municipalidad local su capacidad de aprobar el trazado de calles y la subdivisión en lotes, las empresas de servicios correspondientes aportarían la construcción de sus respectivas redes, su diseño y/o su aprobación técnica para su conexión, la agencia financiadora de los materiales aporta los recursos para su compra y los corralones o barracas de materiales proveen los materiales de construcción que se les compra, el equipo de arquitectos o ingenieros aporta sus conocimientos técnicos de diseño de la infraestructura y sus capacidades de supervisión de las construcciones, y quizás la población destinataria pone su mano de obra, remunerada o no, y aporta su voluntad de ocupar esos lotes e implantar en ellos sus viviendas, transitorias o definitivas. Cada uno de los actores sociales involucrados en ese escenario particular aporta algo diferente que es necesario para que el proyecto de lotes con servicios sea factible.

1.2.6. Lo aportado por cada actor, como su base de poder en el escenario de interacción.

Ahora bien, lo que es aportado específicanente por cada actor es también su base de poder en ese escenario de interacción. Cuanto más imprescindible es un actor social en el escenario, por lo que aporta a él, mayor será su poder latente en la interacción. ¿Por qué? Porque si su aporte es muy imprescindible, el puede usar la amenaza de abandonar la interacción o de irse de ese escenario de gestión, para lograr lo que quiere; y en ese caso la continuación de la interacción o del proyecto ya no sería viable, se caería, fracasarla. Ante el temor de que se efectivice esta amenaza latente, los otros actores tenderían a aceptar los puntos de vista, las opiniones o las decisiones de aquel actor social que ven como imprescindible, aunque éste no hubiese explicitado tal amenaza.

Aunque todos esos aportes -recursos, conocimientos, capacidades de acción- puedan ser necesarios para llevar a buen término la interacción o el proyecto, no todos esos aportes son igualmente imprescindibles, ni todos los actores con capacidad de aportarlos tienen igual grado de imprescindibilidad.

¿Cómo estimar o medir el poder latente que tiene un actor en un escenario particular? Por un lado hay que considerar el grado de centralidad de su aporte en el campo concreto que se procesa en ese escenario. Es muy alto el grado de centralidad si ese aporte específico es indispensable, no puede ser sustituido por ningún otro: sin él el proyecto o la interacción no puede avanzar o no es viable. En el ejemplo del proyecto de lotes con servicios, la aprobación del trazado del loteo es indispensable para que los destinatarios puedan acceder a su lote. El terreno que se va a lotear y urbanizar es indispensable. Pero, en cambio, tiene menor grado de centralidad la conexión a la red urbana de agua corriente, por ejemplo –que aportaría la empresa correspondiente-, en la medida que se puede construir un sistema autónomo en la nueva urbanización, con su pozo, bomba, tanque y red interna de distribución: la conexión al sistema público es sustituible  por la otra solución. El grado de centralidad de este aporte al proyecto es menor que el anterior. Y a lo mejor, la pavimentación de veredas, que sería deseable, es omitible: tiene pues un grado de centralidad mínimo.

Por otro lado hay que considerar el grado de concentración del control sobre cada aporte -recurso, conocimientos, capacidad de acción-. Un recurso puede estar controlado por un solo actor, que entonces ejerce el monopolio sobre él. Por ejemplo, la capacidad de aprobar un loteo, con su trazado de calles y lotes la tiene en exclusividad la municipalidad local. Y vimos que ese aporte al escenario del proyecto es además indispensable. El municipio se vuelve así un actor social imprescindible y ejerce en el escenario del proyecto un altísimo poder latente, asociado con aquello que aporta. El propietario del terreno en que está asentada la población destinataria también ejerce el monopolio sobre ese aporte central, indispensable, si no se cuenta con fondos para comprar otro terreno; pero ya no tiene ese monopolio si se puede elegir comprar entre otros varios terrenos apropiados: el control sobre el recurso terreno está más distribuido. El control sobre los materiales que hay que comprar está disperso entre muchas empresas, corralones o barracas: ninguna de ellas es imprescindible, aunque los materiales de construcción de las infraestructuras puedan ser indispensables para el proyecto; por lo tanto ese recurso no implica en este caso una base de poder importante.

Teniendo en cuenta ambos aspectos, podemos deducir y comparar cuánto es, cuál es la medida del poder latente relativo que tienen los diferentes actores sociales en el escenario específico de la interacción o del proyecto. Podemos pensar lo anterior en términos de una suerte de cuadro de doble entrada donde, por un lado, 'medimos' la centralidad de cada aporte al escenario concreto y, por el otro, 'medimos' el grado de concentración del control sobre cada aporte que tienen los actores individuales que lo podrían aportar.                      

 

 

Fig. 6

En este cuadro tratamos de ubicar a  cada actor social involucrado en el escenario, según el aporte que hace o podría hacer a él. Cuanto más arriba y a la izquierda está (mayor es la concentración de control que ejerce sobre un recurso de alta centralidad), mayor será su imprescindibilidad y, en consecuencla, su poder latente. Y por ello también será más importante incorporarlo o mantenerlo en ese espacio de articulación en que es posible elaborar consensos y negociar.

Un actor social que ha sido demasiado frecuentemente ignorado en proyectos sociales tradicionales es el destinatario del proyecto. ¿Cuál es su aporte? No sólo es el que manifiesta y describe más sensiblemente su necesidad -y por eso se ha tendido a darle creciente ingerencia en los diagnósticos de donde parten dichos proyectos sociales- sino que también es quien debe apropiarse de lo que produce el proyecto. Si el destinatario no usa, no asiste al centro de salud que se puso en funcionamiento en su barrio, el proyecto fracasó, fue ineficaz y lo fue a un alto costo. Si en el proyecto de lotes con servicios, los destinatarios, no ocuparon los lotes que les fueron asignados, también el proyecto fracasó. La población destinataria de cualquier proyecto social tiene una enorme base de poder, cual es la de poder decir "No, no quiero, no uso". Este es su aporte al proyecto, su capacidad de acción especifica, indispensable para que el proyecto logre sus objetivos y sea exitoso. Y sobre este aporte tiene el monopolio absoluto: en el cuadro anterior está en el ángulo de arriba y a la izquierda. Si dice "No" el proyecto fracasa. Este es un buen motivo para darle cabida en la gestión del proyecto, en el espacio de articulación en que se toman las decisiones que lo procesan; de este modo, y en la medida que pueda participar en el diseño de las soluciones a sus necesidades, se apropiará de lo que el proyecto habrá de producir: lo hará propio. En caso contrario, es improbable que la población destinataria se apropie plenamente de lo producido, en la medida que no responda efectivamente a sus intereses concretos.

Este análisis de centralidad y control tiene también otra aplicación útil para la gestión de proyectos: sirve para identificar qué actores sociales me conviene incorporar al espacio de articulación y al comité de gestión en que se procesará el proyecto, en que se tomarán las decisiones pertinentes. En este sentido, sirve para reducir más fundada y racionalmente el número de actores sociales que habrán de co-participar en la gestión del proyecto, de modo de irlos comprometiendo en su procesamiento y así asegurar que sus aportes lleguen en tiempo y forma, cuando sean requeridos.

Todo este tema del poder latente y diferencial que surge de las bases de poder específicas que cada actor tiene en el escenario de interacción o de gestión, es de fundamental importancia cuando hablamos de gestión multiactoral y participativa. Consideremos lo que puede suceder en un escenario de interacción cuando una diversidad de actores, con diferentes bases de poder y sus diferentes grados de poder latente, discuten alguna decisión. Supongamos un actor a, con mucho poder latente, que quiere que la decisión vaya en la dirección a, mientras que él actor b, con menos poder quiere que vaya en la dirección b y el actor c, casi sin poder -o no consciente de su poder- quiere que vaya en la dirección c. Podemos representarlo simbólicamente como tres fuerzas que tironean ese punto a decidir en esas tres direcciones distintas, pero cada una con esa fuerza latente que tiene.

Fig. 7

Fig. 7Fig. 7

Si Uds. recuerdan lo que nos enseñaron en el colegio, en Física, esto se resolvería con el método de la 'resultante de fuerzas'. Primero vemos la resultante entre a y b (Rab), y luego la resultante final (Rf) entre esa primera resultante y c.

 

 

Fig.  8

Como ven, la resultante final (Rf) nos dice que la decisión se acercaría mucho a lo que quería originariamente a, que es quien tiene más fuerza en esta articulación de actores. Este poder diferencial latente en las bases de poder que cada uno tiene en el escenario de interacción es evidentemente un obstáculo muy importante en toda articulación de actores, pues puede desvirtuar el mismo escenario participativo, ya que los más débiles tenderían siempre a salir perdedores. O sea que sus opiniones, direccionales y objetivos podrían terminar no siendo considerados en esa gestión supuestamente participativa. Por eso decimos que la participación es una falacia si no se toman en cuenta las diferencias de poder.

Pero también este obstáculo de las diferencias de poder latente entre los actores involucrados en escenarios articulados puede ser minimizado o vencido con estrategias y metodología adecuadas, como veremos más adelante.

2. Articulación y negociación en un escenario de interacción entre actores sociales diferentes

Hemos destacado los aspectos básicos en que radica la heterogeneidad de los actores sociales que pudieran estar interactuando en un mismo escenario, sea este un escenario de gestión de un proyecto en que co-participan actores diferentes o uno de una simple gestión entre yo y mi jefe, al interior de mi organización, o de mi organización y otro actor, por ejemplo, en la tramitación de un apoyo monetario u otro aporte o decisión cualquiera. Debemos saber que siempre ese actor social diferente que enfrento es distinto a mí. Esto implica obstáculos, pero también oportunidades, para la gestión de una organización, para cualquier gestión ante otro actor social u organización y, más aún, para la gestión participativa de un proyecto ¿Cómo encarar estas gestiones, para no quedar aislado o desplazado y, sobre todo, para que se me escuche, para que esta gestión sea efectivamente lo más respetuosa posible y por lo tanto verdaderamente participativa?

2.1. Los canales de comunicación

Toda comunicación requiere de un canal de comunicación. Este canal puede existir a priori: por ejemplo, el canal formal que existe entre el empleado y su jefe, que figura en el organigrama de estructura de la organización, o el canal informal que existe entre dos amigos o dos vecinos que se conocen. Pero si no existiera con anterioridad tal canal, se lo debe encontrar o construir.

Por un canal entre el actor A y el actor B podría fluir la comunicación en dos sentidos: de A a B, y de B a A. Pero también puede suceder que ese canal esté 'taponado', en uno o en ambos sentidos; por ejemplo: que el jefe no acepte habitual o abiertamente que su empleado se comunique con él por su propia iniciativa, o que aquellos vecinos estén peleados o distanciados. El primer caso es muy típico en organizaciones jerárquicas burocratizadas.

Si el canal formal estuviera obstruido o sólo fuera utilizado para transmitir información en un sentido, del jefe al empleado -órdenes, por ejemplo-, habrá que buscar otro canal para hacer posible la comunicación necesaria. La forma más adecuada sería buscar o construir algún canal informal, distinto de aquél que aparece en el organigrama. Una posibilidad sería encontrar un amigo en común -alguien con quien mi jefe y yo pudiéramos tener buena relación- y que éste se constituya en el intermediario que le hable bien de mí o de mi propuesta o que nos reúna fuera del lugar de trabajo. Ilustro con un caso que me ha sido contado por un técnico de un organismo público, que buscaba cómo lograr que su jefe escuchara sus propuestas. Un día su mujer le dice: ''¿Te conté que me he hecho muy amiga de una señora que casi siempre es mi vecina de los sábados en la peluquería? ¿Sabés quién es? Es la mujer de tu jefe". El hombre, ni corto ni perezoso, le sugirió a su mujer que le propusiera a esa nueva amiga que se encontraran las dos parejas a tomar una copa en la confitería algún día. Así lo hicieron y fue todo un éxito: establecieron una buena relación entre ambos matrimonios y, sobre todo, entre ambos maridos, relación ésta que luego se trasladó también a la oficina. Y el hombre consiguió así abrir ese canal de comunicación formal, que antes estaba cerrado. Otras veces puede suceder que el canal formal esté abierto pero no sea eficaz. Estamos tramitando un expediente por la vía formal, como es debido, pero se está demorando mucho. Nuestras averiguaciones nos han indicado que está estancado 'a la firma de X'. Para destrabarlo, establecemos una buena relación con la secretarla de X y, al poco  tiempo, la interesamos en nuestro expediente, para que todos los días lo ponga arriba de la pila que está sobre el escritorio de aquel funcionario.

El recurso a estos canales sociales informales no viola ni la ética ni la formalidad de tales trámites, sino que se trata de acompañarlos con estrategias comunicacionales eficaces. Esto, en general, es indispensable, sobre todo en el sector público. No se puede esperar pasiva e indefinidamente la conclusión de un trámite por una vía formal: es necesario hacer su seguimiento y acompañamiento también por la vía informal, que es tan legítima como la formal.

2.2. La comunicación

El canal de comunicación abierto no asegura más que una articulación entre los actores involucrados. Con demasiada frecuencia en la gestión de proyectos participativos, por ejemplo, nos hemos contentado con la construcción de un 'espacio de articulación' -es decir, un escenario de comunicación-, suponiendo que con eso está asegurada la participación de todos ellos. En realidad, en ese espacio de articulación de actores diversos, confrontamos, como dijimos, actores sociales que son diferentes de mí, de mi organización, en todo aquello que señalamos arriba. Ese espacio de articulación es siempre un 'espacio de negociación': todo lo que allí se procese -diagnósticos, elaboración de ideas, toma de decisiones- deberá negociarse entre actores con posiciones, intereses y bases de poder diferentes.

Establecido el canal de comunicación o la red de canales de comunicación que implica el estar instalados juntos en ese 'espacio de articulación', comienzan los procesos de comunicación. La comunicación implica en primera instancia la circulación e intercambio de información. Yo puedo transmitir información a través de ellos y puedo recibir información de los otros. Cada uno de los participantes puede o no incorporar información que otros proveen. Si la incorpora, la combinará con la información que maneja y hará su nueva síntesis particular. Yo, que quiero convencer a los otros de mi postura, trataré de fundamentar mi opinión con más argumentos y daré más información. Cuando consiga convencer al otro, éste habrá incorporado y reordenado los componentes que toma en cuenta para interpretar la situación o para tomar su decisión: de esto se trata cuando hablamos de ‘convencer’. De hecho, lo que habrá sucedido es que esa ecuación de que hablamos más arriba (2.2.4) -y en la que se basa la racionalidad de cada actor- se habrá enriquecido con nuevos componentes de información y sus componentes originales se habrán modificado en su importancia -el orden y sus pesos relativos- que les asigna en su síntesis o su decisión particular. Lo mismo habrá sucedido con mi 'ecuación de racionalidad' y con las de cada uno de los participantes. 'Convencer' es, justamente, introducir estas modificaciones en la información que el otro toma en cuenta. Y el resultado de este proceso comunicacional es la elaboración de un 'consenso'.

Por supuesto, la información que se transmite tiene que ser comunicable, es decir, ser comprensible para el otro. Aquí hay un problema de lenguaje, no sólo en el sentido del idioma, sino sobre todo en la claridad con que se lo transmite, de acuerdo con la capacidad del otro de entenderlo. Tengo que tener en cuenta esta capacidad del otro, su propio lenguaje, para transmitir mi información en la forma más comprensible posible para él. Esto no siempre es tenido en cuenta, por ejemplo, por los técnicos o profesionales. Ellos tienden con frecuencia a transmitir sus propuestas en su propio lenguaje técnico, su jerga o sus técnicas disciplinarias propias. Por ejemplo, un arquitecto que presenta su proyecto de las viviendas a los destinatarios, tiende a mostrarles sus planos, con planta, cortes y fachadas; pero el que no está entrenado en este lenguaje no lo podrá entender o entenderá algo distinto de lo que en ellos está representado. Existe el riesgo de que ese proyecto 'aprobado' por el destinatario sea más adelante motivo de insatisfacción y conflictos. Más adecuado como lenguaje para esa comunicación sería, por ejemplo, la presentación del proyecto mediante una maqueta (aunque aún así podría enfrentarse con un "¡Qué chiquito!", como alguna vez ha sucedido en mi presencia) o con visitas a viviendas parecidas.

Otra condición que se enfrenta en la comunicación es la buena disposición del otro para recibir tal información. Y esa puede ser básicamente una cuestión de oportunidad. Por ejemplo, no es conveniente comenzar nuestra gestión con otro actor -por ejemplo, y sobre todo, con nuestro jefe- llevándole un proyecto acabado o un trabajo técnico muy adelantado, aunque así lo tengamos. Conviene siempre empezar por preguntar al otro -y sobre todo si tiene una base de poder mayor que la nuestra- qué opina sobre el asunto o qué cree que debe hacerse. Con esta muestra de interés y respeto por el otro, crecerá nuestra credibilidad como verdadero interlocutor: nuestra imagen no será la de un manipulador. A partir de allí, de la comunicación bien establecida, tendremos posteriormente oportunidad de ir transmitiendo nuestros argumentos y aún nuestro proyecto o nuestra solución, aunque también es posible que los argumentos o información presentados por los otros hayan influido en la necesidad de modificarlo.

Todo esto significa que, para encarar bien un proceso  de comunicación, tenemos que plantearla en los términos del otro o de los otros interlocutores. Y esto implica plantearse antes preguntas como "¿Cual es el lenguaje que el otro entiende? ¿Es ésta la oportunidad para presentarle mis argumentos? ¿Qué contenidos es oportuno que tenga ahora esta comunicación?" y hacer sondeos al principio del proceso comunicacional para ir conociendo mejor a nuestro interlocutor. Aunque esto suene a complicado, es algo que hacemos instintivamente en nuestra vida diaria; sólo que nos olvidamos con frecuencia de hacerlo en escenarios más formales y con actores sociales menos conocidos.

Pero falta todavía considerar otro aspecto fundamental en toda interacción: tenemos que ser un interlocutor válido para él otro, es decir, alguien que el otro acepte como interlocutor. Y éste no es siempre el caso, sobre todo respecto de alguien que tiene o se sabe con mayor poder, con mayores bases de poder que nosotros en ese escenario. Como ejemplos podemos mencionar el actor social que tiene el dinero que nosotros queremos conseguir para un proyecto o aquél que tiene el monopolio sobre algo indispensable para nuestra organización o nuestros proyectos, o el que puede aportar algo fundamental para la solución de nuestra carencia. Nuestro poder latente es menor en estos casos que el del otro, en el escenario concreto de la interacción. Como sabe que su poder es mucho mayor, es posible que no nos considere un interlocutor válido. Por ejemplo: un jefe de familia carenciada ha conseguido, por conocidos, una entrevista con un alto funcionario de la Municipalidad -por ejemplo, el Intendente-, quien le puede prestar una bloquera para fabricar bloques de cemento que necesita para levantar su casa. Argumenta ante él y al final de la reunión el funcionario le dice "Estoy de acuerdo con lo que Ud. me pide. Vaya m'hijito: mañana mismo me ocupo de eso". Pero lo más probable es que nada pase al día siguiente ni nunca. Logró abrir un canal, se produjo la comunicación, pero no logró nada en concreto; y eso porque no ha sido un interlocutor valido para ese funcionario. ¿Cómo revertir una situación de esta naturaleza, en que uno no es reconocido por el que tiene mayor poder? ¿Cómo constituirse en interlocutor válido?

2.3. Estrategias de poder

Constituirse en interlocutor válido para el que tiene mayor poder latente, me exige llevar adelante estrategias de poder que lo obliguen de alguna manera a reconocerme como tal. Para elaborar estas estrategias, debo analizar en qué bases de poder se asienta el poder de ese actor social y cuánto se diferencia este poder del mío.

Ese poder latente, implícito en el aporte especifico que cada uno hace al escenario, puede ser utilizado con toda intención por el actor, es decir, ejercido en función de sus intereses, para avanzar hacia sus propias metas. Es así como el dueño de aquel terreno indispensable para el proyecto de lotes con servicios que mencioné más arriba (2.2.5), puede amenazar con irse, para imponer sus condiciones de venta. Pero también podría suceder que no haga ejercicio de ese poder latente que tiene, y acepte que se le pague a un precio o en condiciones accesibles a los interesados: puede optar también por no ejercer su poder. Esto sucede a veces.

También puede suceder que un actor social no sea consciente de sus bases de poder en un escenario concreto de interacción. Esto sucede típicamente con esa población.

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