3. Vida cotidiana y estrategias familiares en salud en el contexto de la pobreza urbana.

EL CASO DE LAS MUJERES DEL BARRIO INTA.

María Mercedes Di Virgilio
Area de Estudios Urbanos
Instituto de Investigaciones Gino Germani
Universidad de Buenos Aires

Introducción

En un barrio pobre de la ciudad de Buenos Aires comienza esta historia de mujeres. Emprendimos esta investigación como quien sigue una huella vaga cuyo destino aún es incierto. El campo se presentaba como una llanura dilatada, en donde caminos y sendas se cruzan en múltiples direcciones. Así comenzamos una travesía por un lugar desconocido en el que debíamos buscar informantes, aliados que nos dieran la posibilidad de discriminar los caminos y las sendas, reconocer sus recorridos y alcanzar destinos sino ciertos menos inciertos. En esta trayectoria nos pusimos en contacto con las mujeres del barrio Inta; son ellas las verdaderas hacedoras de esta historia, en dos sentidos si se quiere: son sus protagonistas y sus narradoras.

Nos acercamos a ellas con el propósito de comprender las concepciones, las experiencias y las prácticas que despliegan en relación con los procesos de salud-enfermedad que ellas padecen y/o que atraviesan otros miembros de sus familias. Asimismo, intentamos poner en relación las experiencias y las estrategias que implementan las mujeres con el contexto barrial y las condiciones en las que se desarrolla su vida cotidiana.

Tres años duró nuestra investigación; en su devenir relevamos información de nuestras protagonistas a través de una encuesta que involucró a 175 mujeres y de entrevistas en profundidad que realizamos a algunas de ellas.

El contexto de esta historia: El barrio.

Las protagonistas de esta historia viven en el barrio Inta, una villa de emergencia que se encuentra ubicada en la parte sudoeste de la Capital Federal, en la intersección de las avenidas Ricchieri y General Paz. Desde el puente Madero, que corta la Av. Gral Paz, se ven dos calles; éstas constituyen la columna vertebral del barrio. Una de ellas conduce hacia el centro del barrio, lugar donde se localizan sus principales instituciones: la capilla, la salita San José, el comedor y la cancha de fútbol. La calle de la izquierda conduce a lo que se conoce como el "zanjón", lugar en el cual el barrio se abre en numerosas callejuelas y pasillos.

El barrio se constituye aproximadamente a fines de la década del '60 con aquellos sectores sociales que por su reducida o inexistente capacidad de ahorro no pueden acceder al mercado privado de vivienda y que no son alcanzados por las respuestas dadas desde el sector público. La propiedad de las tierras es de la Comisión Municipal de la Vivienda (en adelante CMV). A través de un proceso paulatino de ocupación del suelo por parte de grupos de familias, a quienes se fueron sumando coprovincianos, parientes y amigos, entre los años '66 y '75 el barrio contaba con aproximadamente 483 familias y 1.812 habitantes 1. A fines de 1993, la CMV realiza un nuevo censo de población en el barrio, el cual arroja un total de 2.561 habitantes, que conforman 624 familias y ocupan 588 viviendas.

El marco en que se desarrolla la vida cotidiana de las familias del barrio Inta es la pobreza 2. Si tenemos en cuenta el criterio de necesidades básicas insatisfechas para aproximarnos a la medición de la pobreza y consideramos que la totalidad de las familias del barrio habitan viviendas consideradas inadecuadas, llegamos a la conclusión que todas las familias constituyen hogares pobres por NBI. Resulta importante destacar que en el barrio Inta el porcentaje de hogares que no logran satisfacer más de una de esas necesidades alcanza al 34 %.

Las mujeres llegan al barrio y consiguen una vivienda...

Las estrategias que implementan las mujeres para resolver el problema habitacional depende de la existencia de diferentes disponibilidades de recursos, monetarios y no monetarios. En contextos marcados por la pobreza, como el barrio Inta, resulta imposible cumplir con una estrategia previa de ahorro y equipamiento planificado para acceder a una vivienda. En general, las mujeres entrevistadas llegan al barrio Inta luego de partir de algún lugar. Llegan al barrio luego de migrar desde otro país u otra provincia o desde una localidad alejada del Conurbano bonaerense.

Las trayectorias que transitan las mujeres en su llegada al barrio reconoce diferentes lógicas que se pueden tipificar de la siguiente manera:

a) Algunas mujeres vivían en el barrio ya a fines de la década del 70'. Con la implementación del Plan de Erradicación de villas de la Capital Federal, llevado a cabo entre 1977 y 1981, sus familias se vieron obligadas a abandonar el barrio. Muchas de ellas emigraron hacia las localidades del Conurbano bonaerense y regresaron al barrio a comienzos de la década del 80' cuando el gobierno militar mostró una actitud tolerante hacia el repoblamiento de las villas3. Un factor importante que impulsó el regreso de las familias al barrio parece haber sido ser la cercanía a fuentes de trabajo o la posibilidad de conseguir trabajo en las inmediaciones.4

(¿Cuánto hace que viven en el barrio?)
M: Del ´84.
(¿Cómo llegaron acá?)
M: Yo llegué acá porque ya había limpiado un terrenito con los chicos [...] mi marido trabajaba acá [cerca] y se tenía que levantar [muy temprano], no había colectivos [en donde estabamos nosotros] entonces yo vine a limpiar ese terrenito y la señora de acá, de esta casita salió al otro día cuando estábamos limpiando para mudarnos y me dijo que me vendía la piecita, ésta.. Era una casita de material. Y a mí me gustaban los árboles y todas esas cosas. Entonces me dijo, que todavía tengo el papelito que compré, que la vendía a siete pesos, [...] bueno, le digo, mañana le traigo la plata y me compré la casita.
(¿Vivían en La Ferrere y antes, por Morón?)

M: Sí, no pero, yo estuve en el ´80 acá, cuando los sacaron a todos. O sea que mis mellizos, Pablito que va a tener diecisiete años, nació acá. ¿Me entiende?. Yo vivía en la calle de Salinas. Después sacaron todo [y] quedaron pocas casas, habían quedado pocas casas, nomás. Y ahí nos fuimos a vivir a La Ferrere. (María B.)

b) Otras mujeres llegaron desalojadas de otros barrios de la Capital Federal o zonas del Conurbano bonaerense en donde no podían seguir pagando alquiler o en donde eran propietarias de una casa que ya no les era posible mantener. Como el barrio Inta es una villa de emergencia, acceder a una vivienda allí es relativamente barato: los terrenos son de propiedad pública por lo cual las familias acceden a los mismos de manera gratuita -o casi gratuita- pudiendo concentrar sus esfuerzos en afrontar el costo de la vivienda propiamente dicha.

Llegadas al barrio, las mujeres y sus familias tienen dos formas de acceder a una vivienda. O bien compran una casa ya construida o bien localizan una porción de terreno en la cual puedan levantar su vivienda. Si optan por esta última estrategia, atento a que el barrio ya está densamente edificado
5, más que a un lote las familias acceden a una porción del mismo; en muchos casos esta situación genera conflictos con la familia que anteriormente ocupaba la totalidad del lote.

(¿Dónde vivían Ustedes?)
A: En Villegas. Entonces vine con este señor de acá. Este lugar es un barrio más humilde, o sea que no se compra el terreno, la casita nomás. Y bueno, compramos la casita acá y nos cambiamos acá y seguimos acá. (Aída B.).

E: Y bueno yo alquilaba y me desalojaron y conseguí el terreno.
(¿Alquilaban cerca?).
E: Si, en [...] Rivero.
(¿Y cómo se enteraron que existía INTA?)
E: A mí me lo dijo una señora de la Caja Pan.
(Así se enteraron que existía INTA, ¿y cómo consiguió el terreno?)
E: Y bueno, yo vine y me lo querían vender. No le pagué porque estaba ajustada. Me agarré u pedazo y empecé a edificar.(Esther A.).

c) Por último, en algunos casos aparece una estrategia en la que, en el discurso actual de nuestras entrevistadas, la lógica residencial aparece determinando la lógica de la constitución de uniones (Feijoó; op.cit.): las mujeres llegan al barrio de la mano de sus maridos y/o parejas. En cuatro de los casos, las mujeres resuelven el problema del alojamiento a partir de la constitución familiar.

"Nos casamos y vinimos para acá. Mi marido conocía este barrio. Me trajo acá". (Graciela G.).

G: Yo vine a esta casa porque es la casa de mis suegros [...] y yo soy la compañera del hijo de la señora de acá.
(¿Compraron ellos la casita o la edificaron?)
G: El [...] compró de un primo de él, él vivía en Ciudadela. Vivía ahí, me trajo acá y edificamos.(Graciela R.).

(¿Cómo accediste a la casa, tuviste que comprarla?)
L: No, mi marido ya tenía una piecita acá. (Lucía L.)
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El empeoramiento de las condiciones económicas de las familias y de las mujeres, la precariedad laboral, las migraciones por búsqueda de trabajo y las restricciones a la posibilidad de acceso a las otras alternativas habitacionales, constituyen los factores que enmarcan la llegada de nuestras entrevistadas al barrio Inta (Herzer y otros; 1997:198). Algunos de ellos son mencionados por las mujeres:

"A la primera llegué en el tiempo de Alfonsín, en el 89, que no había trabajo, no había nada. Entonces yo no sabía más que hacer, entonces me tuve que mudar, vender la casa. Y justo un amigo se fue para allá, o sea que mi esposo conocía el barrio. Entonces vendimos la casa y compramos una más barata".(Aída B.).

Tal como podemos observar, surgen distintas trayectorias que marcan la llegada de las mujeres al barrio Inta. Estas trayectorias ponen de manifiesto las formas y las características que adquiere el acceso a la vivienda entre las mujeres pobres de la ciudad. Podemos distinguir en las trayectorias tres tipos de circunstancias que impulsan cambios en los arreglos de vivienda. Primero, aquellas circunstancias vinculadas a las distintas etapas del ciclo de vida familiar: en nuestro caso, la etapa que parece tener más influencias sobre los arreglos residenciales es el matrimonio y/o unión. Segundo, cambios en las actividades de algunos de los miembros de la familia/unidad doméstica que repercuten en los arreglos residenciales: cambios en las condiciones de empleo, decisiones de migración, culminación de procesos de movilidad social ascendente. Tercero, factores exógenos generalmente vinculados al ámbito de la política pública y que no tienen en cuenta las necesidades de las personas individualmente ni de las familias. Tal es el caso de las erradicaciones, despidos, desalojos, etc. que obligan a los afectados a reorganizar sus arreglos residenciales (Feijoó; op.cit.:10).

Otro aspecto que se pone de manifiesto cuando analizamos la llegada de las mujeres al barrio y las modificaciones que ellas y sus familias hicieron a las viviendas desde ese momento es que la acción del gobierno local respecto de la cuestión de la vivienda resulta prácticamente nula. Casi todas las entrevistadas han remodelado sus casas desde el momento en que la adquirieron pero ninguna recibió ayuda del gobierno local para ello. "La cuestión de la vivienda se define como una cuestión individual/familiar, estrechamente ligada a la capacidad de generación de recursos de cada familia" (Feijoó; op.cit.:13). Una vez que llegan al barrio, las mujeres y sus familias logran resolver el problema de acceso al suelo urbano pero la cuestión de la vivienda continúa siendo un tema a resolver. Adquirir una vivienda en el barrio, tal como señaláramos anteriormente, resulta relativamente económico pero los costos de permanencia en él son muy altos. La historia de Yolanda C. ejemplifica nuestras argumentaciones:

(¿Cómo llegaron a esta casa?)
Y. Con mucho sacrificio porque cuando yo llegué acá era todo un desastre, lo único que [nosotros teníamos] era para el terreno, para hacer una casa de cuatro por cuatro. Después no teníamos nada. Acá todo era un zanjón. Y de acá, en base a sacrificio, lo rellené y fui haciendo.
(¿Hasta el piso tuviste que ir rellenando?)
Y. Todo, todo eso.
(O sea que cuando llegaste al barrio el terreno estaba peladito y la casa la tuviste que hacer vos)
Y. Sí, sí. Tuve que pagarle a gente para que me ayude a acarrear cascotes, piedras, a veces tiraban adoquines y con eso lo rellenaban todo. Así que no puedo meter una pala porque está todo lleno de adoquines. Pero lo hice así porque me gusta vivir bien.
Le hicimos todo. Le hicimos hasta los cimientos. De todo le empezamos a hacer. Nadie me ayudó en nada, [la hicimos] con mucho sacrificio, porque yo trabajaba todos los días y mi marido a veces trabajaba y entonces él ayudaba [a construir].

"En la empresa en que yo trabajaba [...] se terminó el trabajo y con un arreglo con ellos hicimos todo esto. Así me compré todo. La primera pieza la construyó el padre de los chicos y después mi cuñado. Si necesito mi cuñado me lo hace". (Gladis G.).

En aquellos casos en los que las familias acceden directamente a una casa, en general, se trata de viviendas en muy mal estado. Las familias acceden a ranchos o casillas de madera que es necesario reconstruir casi en su totalidad o a piezas de material que requieren ser agrandadas pues no se adaptan a las necesidades de espacio que tienen dichas familias. La remodelación y el mejoramiento de las viviendas se realiza en base a recursos propios, sin recibir ayuda pública ni integrar ningún programa de mejoramiento habitacional.

M: Era una casita de madera. Que acá tiene este pedacito, que era ésa, esa piecita. Dos piecitas eran.
(¿Y ustedes le hicieron? ¿Qué cosas le hicieron en este tiempo?)
M: Y bueno, le agregamos dos piezas, le hicimos todo de ladrillos, eran chapas y cartón y nosotros le pusimos zinc nuevo [...] Hicimos el baño -el baño no lo teníamos-. Le hicimos ahora toda la conexión de las cloacas [y] otra pieza más. (María B.).

Con Ustedes, las actantes...

Nuestras protagonistas son, en general, mujeres jóvenes -su edad promedio es de 31 años- que se desempeñan en el hogar como compañeras o cónyuges (65%). Sólo un 11% de las mujeres son jefas de hogar. Ellas han llegado al barrio Inta desde países limítrofes (42%) o del interior de nuestro país (38%); sin embargo nos cuentan que hace más de una década -12 años, en promedio- que viven en la Capital Federal

El 70% de las mujeres han completado o superado la escolaridad primaria pero sólo unas pocas continúan estudiando (13%). Son mujeres que registran tasas de actividad -el 51% son activas- más elevadas que las de sus pares de la Capital Federal. Su actividad económica principal se centra en el servicio doméstico (63,4% de las activas); situación que puede explicarse por la cercanía de los hogares en los que son empleadas (demanda laboral). La educación no privilegia la forma ni el tipo de inserción laboral en los sectores pobres. No importa que tan preparadas estén para salir al mercado a buscar trabajo ya que no logran insertarse en trabajos más calificados, ellas privilegian la cercanía al mercado de trabajo.

Sólo el 19 % de las mujeres entrevistadas posee algún tipo de cobertura social y un porcentaje aún más reducido -7%- declaran que sus empleadores les retienen descuentos por jubilación.

La vida cotidiana de las mujeres pobres...

La vida de las mujeres sigue un ritmo bastante homogéneo, de lunes a domingo, casi todos los días del año. Las actividades de las mujeres se circunscriben casi exclusivamente al ámbito de la casa. Incluso en el caso de aquellas mujeres que trabajan, las tareas que desarrollan en sus empleos son extensión de aquellas que realizan en el ámbito doméstico6.

Fabiola O. se levanta temprano en la mañana, prepara el desayuno para su esposo antes de que se vaya al trabajo, ordena, lava, cocina para los chicos y espera de regreso a su marido con la "comida bien hecha". El vuelve de su trabajo a las ocho de la noche. Fabiola no trabaja y sus niños aún no van a la escuela. Hace aproximadamente dos años y medio atrás, Fabiola trabajaba cuatro horas diarias separando y cortando prendas pero la despidieron cuando se enteraron de que estaba embarazada; después se dedicó a vender ropa pero dejó esa actividad cuando nació su hijo menor. La descripción de la secuencia diaria de las tareas domésticas que realiza Fabiola y la mayoría de nuestras entrevistadas refleja que sus vidas están fuertemente marcadas por las actividades de los otros miembros del hogar -compañero e hijos, en particular-. Asimismo pone de manifiesto la aceptación de su dedicación a la casa y a la familia. Para las mujeres -en especial, para aquellas que no trabajan fuera del hogar- su actividad cotidiana tiene sentido a través de su papel de dueña de casa, esposa y madre (Segovia; 1997:125).

"Laburando [...] usted sabe, con problemas, con problemas que representan el día, que sé yo. Algún trámite, llevar al colegio, atendiendo a la familia, cosiendo como ahora, dándole de comer. Como tiene que ser un hogar". (María B.).

Las mujeres que trabajan deben organizar su vida cotidiana en función de los horarios que les impone su rutina laboral. De las mujeres entrevistadas sólo una trabaja diariamente como empleada en una empresa de limpieza; el resto de las mujeres que trabajan lo hacen en el servicio doméstico algunas horas por día y/o algunos días a la semana o bien venden comida y/o cosméticos en el barrio. Pero aun entre ellas, las tareas domésticas y el cuidado de la familia y los niños ocupa un lugar central: ellas conservan la responsabilidad del cuidado de los niños (Hibbard y Pope:1991).

G: Desde que me levanto, me voy a laburar, vengo. Si hay para lavar ropa, lavo y si no aprovecho para hacer las cosas antes que tenga que ir de vuelta a trabajar. A la mañana entro a las ocho y me tengo que quedar hasta las doce, pero como [no] supervisan. estamos hasta las diez. En el banco saben que yo tengo muchos chicos y son más flexibles. Y a la tarde voy a las cuatro hasta las ocho de la noche.
(¿Los chicos se levantan a la hora que te levantas vos?).
G: Walter y Jonathan se levantan conmigo a las seis, hago la mamadera y le doy a los dos porque me voy más tranquila si ellos tomaron algo hasta que se levanten ellos más tarde. (Gladis G.).

La gran mayoría de las mujeres no recibe ayuda de sus compañeros para la realización de las actividades domésticas; en general, los varones no comparten las tareas cotidianas del hogar, las mismas recaen en las mujeres, en sus hijas mayores o en alguna otra mujer adulta que convive en el hogar. 7

"No, mi marido no lava ni plancha, ni te acomoda nada, pero la comida los domingos la prepara él". (Esther A.).

Cuando las mujeres organizan sus actividades cotidianas lo hacen fundamentalmente en función de sus hijos. Las familias de sectores populares no muestran una disposición a delegar la crianza de sus hijos en agentes externos. Los niños de las mujeres entrevistadas, hasta el momento de ir a la escuela, permanecen casi exclusivamente bajo el cuidado de su madre y/o hermana mayor. Si bien las funciones de la madre se delegan con en otro miembro de la unidad doméstica, ello se produce en el ámbito interno. La maternidad, en el sentido de asumir las responsabilidades de aquellas cuestiones relacionadas con la reproducción cotidiana de los pequeños, no está únicamente en manos de la madre sino que es compartida por las mujeres que conviven en el hogar (Larrea Flores; 1994:35 ss).

(Cuando se enferman las mujeres de esta casa, ¿quién cuida a los chicos, a la nena?)
G: Nosotras.
(O sea que es una o la otra)
G: Hasta ahora no nos tocó enfermarnos a las dos juntas.
(¿Para las tareas domésticas también se apoyan entre ustedes?)
G: Sí.
(¿No hay ningún vecino en quién se apoyen, todo es adentro de la casa?).
G: Sí. Tiene ella su abuela ahí enfrente, pero no le dejamos la nena a ella. Siempre la cuido yo porque ella sí trabaja, trabaja dos veces por semana, entonces cuando ella va a trabajar yo me quedo.(Graciela R.).

Entendemos que hay dos cuestiones que pueden influir sobre este comportamiento: por una lado, la importancia que las familias de sectores populares otorgan al rol materno y a la imposibilidad de que éste sea ocupado por personas extrañas. Por el otro, el hecho de que en el barrio Inta muy recientemente -a mediados de 1997- se abrió una guardería que depende de Cáritas. Hasta ese momento el barrio no contaba con una infraestructura de servicios tal que les permita a las madres delegar el cuidado de sus hijos.

Con respecto a la organización de la vida cotidiana de las mujeres, interesa destacar que entre las entrevistadas, aquellas mujeres que padecen algún problema de salud no realizan tareas extradomésticas. Ellas perciben que dichos padecimientos limitan sus posibilidades de insertarse en el mercado de trabajo y por ello deben dedicarse exclusivamente al trabajo doméstico.

"Sí, hasta el ´93 trabajé. Trabajaba en casa de familia por hora. Dejé de trabajar porque tengo problemas de prolapso y no podía estar mucho tiempo parada, agachándome, limpiando el piso y planchando. Esas cosas me hacen muy mal. Entonces dos años consecutivos trabajé sin parar y hasta que no pude más de mi cintura y fui al médico y me dijo que tenía prolapso pero no era para operar". (Aída B.)

Los encuentros y las charlas con las mujeres ponen sobre el tapete una cuestión que estimamos es importante seguir indagando ¿La combinación de roles domésticos y laborales resulta para estas mujeres una cuestión conflictiva y/o desbordante de tal manera que afecte adversamente su salud? Tener niños pequeños en el hogar aumenta las responsabilidades de las mujeres y es la fuente de conflictos familiares/laborales más importante. Las mujeres que trabajan fuera de su casa tienen más inquietudes y dificultades para cumplir con las expectativas del rol de esposa y madre que las que no trabajan. Además las tareas que realizan las mujeres pobres en sus trabajos son fuertemente cansadoras y desgastantes -trabajos intensivos que exigen mucho esfuerzo físico- y en combinación con las obligaciones familiares quizá lleven a serias dificultades de salud.

La bibliografía plantea que el empleo provee a las mujeres grandes ventajas, tales como soporte social y oportunidades para aumentar la autoestima. Las mujeres potencialmente derivan beneficios de los distintos roles que ocupan: integración social, privilegios y recursos ligados a cada rol y autogratificación. El trabajo provee específicamente un ingreso -recurso escaso entre las mujeres del barrio Inta-, estructura nuestro tiempo y otorga una identidad como trabajador/a. Es en tal sentido que los autores plantean que los beneficios inherentes a cada uno de los roles que deben desempeñar las mujeres superan ampliamente los costos de su desempeño y que, por ello, las mujeres derivan algunas ventajas de salud en sus roles múltiples. Sin embargo, cuando nos trasladamos hacia el universo de las mujeres pobres esto parece ser cuestionado. La combinación de roles domésticos con tareas extradomésticas entre mujeres pobres parece poner en gran riesgo la salud de las mujeres, un riesgo mucho mayor que el de aquellas mujeres pobres que permanecen desempleadas (Hibbard y Pope:1991:805 ss).

El tiempo libre. El barrio Inta no dispone de espacios ni recursos que propicien las acciones comunes ente los vecinos, como por ejemplo la recreación
8. Los niños concurren a escuelas que están fuera del barrio y los centros de recreación como plazas o jardines se encuentran también fuera del entorno barrial. Estas circunstancias concretas en las que se encuentran inmersos explican, en parte, cómo las mujeres y sus familias utilizan el tiempo libre de que disponen.

Sólo aquellas entrevistadas que se encuentran mejor posicionadas en la producción y el consumo dedican parte de su tiempo libre a cultivar los contactos y relaciones con los familiares y/o amigos que se encuentran fuera del barrio o a realizar alguna salida con su grupo familiar.

"Así que no salgo ahora. Antes íbamos a casa de mamá, recorríamos la familia, a otro lado no. Y antes cuando teníamos un tiempo libre [...] como trabajaba en fábrica [...] íbamos a Córdoba, siempre que teníamos algún peso vamos a Córdoba con los chicos". (María B.).

(¿El fin de semana es igual a la semana o es diferente?)
G: Es diferente porque salimos, está mi marido.
(¿Tu marido trabaja todo el día?)
G: Sí. Está los domingos a la tarde porque está en un negocio y el sábado también trabaja.
¿Vos tenés que hacer las mismas tareas que en la semana o cambian el fin de semana?)
G: Hago todos los días lo mismo, a veces salgo, voy al médico, lo llevo a mi hijo. Antes salíamos más, ahora salimos poco por el cambio de trabajo (Graciela G.).

Para aquellas mujeres que viven en los hogares peor posicionados no existen básicamente diferencias entre los días de semana y el fin de semana. Para estas mujeres lo que marca la diferencia entre la rutina semanal y el tiempo libre es que disminuye la magnitud de las tareas domésticas: se lava menos o no se lava, o bien se hacen cosas durante la mañana para descansar y mirar la televisión por la tarde; pero las tareas domésticas siguen presentes aún en su tiempo libre. Asimismo, entre ellas el común denominador es no salir de vacaciones, sólo ocasionalmente regresan a la ciudad o país de origen. La única alternativa consiste en visitar a parientes y/o vecinos que viven en el mismo barrio o en llevar a sus hijos a algún parque cercano.

Por último observamos que algunas familias se dedican, también, a actividades de tipo religioso: ir a misa o enviar los niños al catecismo.

"Lo único que cambia es que ese día no lavamos mucho, vamos a misa y ellos van a catequesis a la capillita". (Natividad N.)

Dadas las implicancias que el uso del tiempo libre tiene para la salud de las mujeres cabe enfatizar que ninguna de las circunstancias ni el contexto en que ellas viven contribuye al mantenimiento de la misma: la escasez de recursos implica limitar o directamente suprimir actividades de ocio, deportes y/o vacaciones. El trabajo que llevan a cabo implica un gran número de horas al día para cumplir con ello y, sumado a ello, no existe en el barrio algún lugar y/o institución que ofrezca a las mujeres actividades de esparcimiento. Esta carencia también existe con respecto a los niños.

Las estrategias desplegadas en relación a la salud y a la enfermedad

Nuestro objetivo en este apartado es analizar las concepciones, las experiencias y el accionar que despliegan las mujeres del barrio Inta en torno a los procesos de salud-enfermedad que ellas padecen y/o que atraviesan miembros de sus familias. Las formas culturales que adquiere para las mujeres el estar sanas o enfermas son parte de los procesos históricos y sociales en los que se conforma su subjetividad colectiva, en tanto integran los sectores populares urbanos, en los que ellas mismas se constituyen como sujetos (Schapira; 1993:41). El eje central de este apartado es la experiencia del padecimiento y las estrategias que las mujeres desarrollan para hacer frente a esa experiencia. Asimismo, intentaremos poner en relación las experiencias y las estrategias de las mujeres con las condiciones en las que desarrollan su vida cotidiana y con el contexto barrial en el que habitan.

Nos interesa destacar que el análisis que aquí se presenta, más que arribar a conclusiones universales, está centrado en un nivel acotado histórica y socialmente: los mecanismos sociales de satisfacción de necesidades en un barrio pobre de la Capital Federal (Feijoó; 1984:8).

" Aunque esté a punto de morir, siempre soy yo quien cuido a los chicos"

Las mujeres han ocupado tradicionalmente el lugar del cuidado y la atención. Recaen sobre ellas las responsabilidades de los quehaceres domésticos y también aquellas que se refieren al mantenimiento y la preservación de la salud de sus hijos u otros miembros familiares. "La madre de familia -fundamentalmente en los sectores populares- es el centro en donde se articulan, operativamente los recursos para la salud (organización del gasto familiar, preparación de medicamentos, hervido de agua, etc.) y aquellos dirigidos a atender la enfermedad" (Modena; 1989:109). En el caso de nuestras entrevistadas siempre son ellas las encargadas de detectar los primeros síntomas de la enfermedad, de poner en práctica las posibles soluciones y de decidir en qué momento del desarrollo de esa dolencia se debe buscar ayuda fuera de la red de relación inmediata. En esta función de primera fuente de atención de la enfermedad, las mujeres reúnen la prescripción y normatividad médica, la aplicación privada de esa prescripción y los recursos caseros. Interrogadas acerca de las prácticas que implementaban en el caso de experimentar algún padecimiento y antes de consultar a un profesional, la mayoría declara aplicar alguna terapéutica 'casera'.

"Soy yo la que me doy cuenta si tienen húmedos los ojitos por el frío y sé si están enfermos. En ese momento si es resfrío espero y si tienen un poco de calentura al otro día los llevo al médico". (Natividad N.).

Graciela R. nos cuenta que, cuando no tienen fiebre muy alta, antes de consultar al médico acostumbra a darles un té.

"Con un té y una bayaspirina con pomelo caliente, sale la fiebre, pero tiene que estar bien caliente. Porque hace sudar mucho. Es rico porque es dulce. Exprimo el jugo de pomelo, lo caliento bien y le pongo una bayaspirina, la efervescente. Uso té de anís, té de boldo, té de manzanilla".

Yolanda C. nos comenta que cuando lleva a sus hijos a la salita con fiebre, el pediatra le dicen que los bañe y les de una aspirineta; como ella ya sabe esto, lo hace antes de llevarlos. Otras mujeres les dan medicamentos tales como Novalgina o Mejoralitos.

Los testimonios de las entrevistadas dan cuenta de la adaptación, traducción y reconversión simbólica que las mujeres hacen de saberes y creencias incorporadas a partir de las prescripciones médicas. El uso de analgésicos, antifebriles, etc. suministrados por las mujeres obedece, fundamentalmente, a la repetición de recetas prescritas por los profesionales en situaciones similares. A partir de la consulta médica, la mujer incorpora a su bagaje tradicional el uso medicamentos u otras prácticas médicas (Modena; op.cit.:110).

En este punto es importante destacar que las mujeres no reproducen pasivamente las prescripciones y las indicaciones médicas sino que adaptan, traducen y reconvierten estos saberes conservando su especificidad de agente activo en el cuidado de la salud (Modena; op.cit.; Schapira; op.cit.).

Muchas de ellas viven la experiencia de ser la primera cuidadora como un deber ser, una obligación inherente al rol femenino; es por ello que cuando, por alguna razón, no pueden cumplir con esta misión, en general, recurren a otras mujeres para hacerlo: abuelas, hijas mayores, sobrinas, vecinas cumplen un papel fundamental en la cadena generacional de la transmisión de los roles de género (Véase apartado sobre vida cotidiana).

(¿Nunca hay nada que te resulte difícil?)
H: No, porque cada uno sabe dar su lugar. Yo, por ejemplo, me dedico mucho a mis hijos. Cuando ellos están enfermos, ese lugar les pertenece. Porque sino no vale la consulta que vas a hacer, porque no depende del médico curar a tu hijo sino de vos: el médico [sólo] te da la medicación.
(Cuando te enfermás vos ¿quién cuida a los chicos?)
H: Y trata de cuidarlos Lisandra que es la que más está conmigo y la más grande. Siempre la responsabilidad cae sobre ella porque es una chica.
(¿Y los trabajos domésticos también?)
H: Los hace Lisandra porque Lidia está en el colegio, a no ser que esté acá y comparte limpiando la pieza. (Hilda H.).

"Me cuesta un poquito el horario para darle la medicación.
[...] Hay horarios en que yo no estoy y éstos [se refiere a sus hijos] se olvidan. A veces le digo a mi cuñada y ella los llama y se los da". (Gladis G.)

En este punto hemos detectado dos tipos de situaciones diferenciadas. Si la mujer trabaja fuera del hogar, la enfermedad de un familiar como los hijos les ocasiona fuertes trastornos de la rutina cotidiana. En la mayoría de los casos implica faltar o ausentarse del trabajo o bien llevárselo al mismo, poniendo en peligro la relación laboral o movilizando a toda una red de solidaridad vecinal y familiar.

Si son ellas quienes se enferman las complicaciones aumentan. Suelen referirse a este hecho diciendo que "no tienen tiempo para enfermarse", que "casi nunca" les pasa o que cuando les sucede "sólo pueden estar un día en la cama". A pesar de ello, debemos notar que muchas de ellas han manifestado tener enfermedades crónicas con las que aprenden a "convivir" durante mucho tiempo.

(Cuando te enfermás vos, ¿quién cuida a los chicos?)
C: Y yo, porque yo no me quedo en la cama, me quedo cuidándolos yo. (María del Carmen G.).

"Tengo que estar todos los días bien". (Natividad N.)

"Casi nunca gracias a Dios. Este año me engripé tan feo y me tuve que quedar un día en la cama y él [se refiere a su hijo] al lado mío, la vecina la conocés vos, la Lucy, iba y venía. Somos vecinas que una cuida a la otra".(Graciela G.)

Los testimonios de nuestras entrevistadas ponen de manifiesto el importante rol que desempeñan las mujeres en la producción y reproducción de la unidad doméstica. Trabajen o no fuera del hogar, inician la jornada muy temprano, "ordenan, lavan, cocinan, limpian", se hacen cargo de los chicos y tal como expresa una de ellas esperan al marido "con la comida bien hecha". Si además están empleadas, la carga se duplica ya que retienen paralelamente la obligación de ejecutar las tareas domésticas.

Tal como señaláramos anteriormente, su propio tiempo, aun el socialmente destinado al ocio como el de los fines de semana, está pautado por las demandas y actividades de los otros miembros de la familia. Tal como sugiere una de las entrevistadas, en este aspecto "no hay diferencia entre un día normal y un fin de semana, hago todo igual".

Es por ello que sus propias dolencias y trastornos parecen ocupar un lugar secundario en una escala jerárquica cuya primera posición la ocupan las enfermedades de los niños.

(¿Podés cumplir con las indicaciones que te mandan (los médicos)?).
A: Con el mío no pude cumplir [se refiere a su médico] porque me quedaba lejos y tenía que ir y fui creo que una vez y después dejé de ir. Me sentí bien y dejé de ir. (Aída B.).

(¿Qué hacés cuando vos o los chicos se enferman?)
M: Y siempre ir al médico a hacerse atender porque las cosas hay que tomarlas con tiempo y no después [...] correr, pero yo a veces no me ocupo.
(¿De vos no te ocupas?)
M: No, no.
(De los chicos sí.)
M: Sí, [...] lo que más pueda, desde que se murió mi hijo me enfermo cuando los chicos se enferman. (M. Beatriz)

En este contexto enfermarse tiene un costo muy alto para la vida de estas mujeres, pero no enfermarse también: esta dinámica ocasiona consecuencias muy nocivas para su bienestar físico y mental. En tal sentido, cabe mencionar aquí la existencia de numerosos estudios (Castro y Bronfan; 1993) que relacionan el stress y la depresión femenina con su persistente tarea de brindar apoyo psicosocial al grupo doméstico.

Mapa de las situaciones de riesgo

Tomando como punto de partida el modelo de análisis que Minujin y Kessler (1995:134 ss) plantean para ilustrar la problemática de salud entre familias empobrecidas y tomando como ejemplos casos ilustrativos, trazamos para las mujeres del barrio Inta un "mapa de las situaciones de riesgo". A tal efecto consideramos los datos sobre cobertura social de las mujeres, los rubros sanitarios que son motivo de atención y los que no, el tipo de síntoma que lleva a consultar a un profesional y el que o bien es pasado por alto o bien se resuelve por autodiagnóstico y automedicación. Cada uno de los casos seleccionados para la construcción del mapa de situaciones de riesgo representa situaciones distintas respecto de la cobertura médica:

a) Mujeres y familias sin cobertura médica y que no utilizan los servicios públicos de salud.
b) Mujeres y familias sin cobertura médica y que utilizan los servicios públicos de salud.

En el caso de las mujeres que utilizan exclusivamente servicio públicos de salud, interesa destacar que en general aquellas que consultan en el circuito de los hospital municipales lo hacen cuando son ellas las que demandan atención ante algún padecimiento propio. Si las mujeres no experimentan problemas de salud su vinculación con los circuitos sanitarios se circunscribe, casi exclusivamente, a aquellos servicios que ofrece la sala San José.
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c) Mujeres y familias que poseen cobertura médica pero la utilizan escasamente
d) Mujeres y familias con obra social

Modalidades de utilización de la cobertura y trayectorias desarrolladas.

La adopción de decisiones en el cuidado de la salud es un proceso durante el cual las mujeres atraviesan diferentes etapas. Este proceso está fuertemente condicionado por las interacciones con el grupo familiar y social inmediato sumadas a las experiencias previas de las mujeres con los servicios de salud. Recorrer este proceso implica simultáneamente producir posibles trayectorias a seguir; estos recorridos están condicionados por la disposiciones personales y el mundo subjetivo de las mujeres y por el abanico de opciones concretas de que dispone (Schapira; op.cit.:51).

Tal como surge del mapa de riesgo construido y debido a que la disponibilidad de cobertura no implica necesariamente su utilización intentamos reconstruir el modo concreto en que las mujeres utilizan o no los servicios de salud y/o las combinaciones que realizan con el uso de otros recursos de salud.

a) Un conjunto de mujeres combina el uso de obras sociales y/o pre pagos de que disponen con consultas en la sala del barrio. Es importante resaltar que esta combinación no se produce con todos los servicios públicos; estas mujeres no concurren a los hospitales municipales, sólo lo hacen al servicio de salud barrial.

Sin embargo esta combinación se da en dos circunstancias diferentes. Por un lado, como en el caso de Gladis, puede atribuirse a factores burocráticos (Minujin y Kessler; op.cit:141). Gladis es la jefa de un hogar en donde conviven siete niños y ella es la principal proveedora de recursos de su familia. Gladis carece de tiempo, un tiempo que utiliza fundamentalmente para trabajar. Concurrir a la obra social implica perder horas de trabajo o tener que faltar al banco en donde se desempeña como personal de maestranza. Si bien Gladis está en relación de dependencia, le es muy dificultoso concurrir al servicio de salud sin tener parte de enferma. Ella opta por recurrir a la salita del barrio porque allí ya conoce a los doctores y si ella no puede concurrir pues está trabajando envía a su hija Eli con alguno de los niños y los doctores la atienden igual.

Por otro lado, encontramos casos como el de Graciela, quien consulta primero en la salita del barrio y luego en la obra social. Según la perspectiva de Graciela, ella consulta en ambos lugares para estar más segura del diagnóstico. Resulta interesante destacar que, a diferencia de Gladis, Graciela no trabaja.

b) Otras mujeres resuelven sus problemas de salud en el ámbito público, combinando las prestaciones de los hospitales municipales con las de la sala San José. En este grupo encontramos a aquellas mujeres que tienen algún padecimiento crónico: problemas de insuficiencia renal, problemas cardíacos, etc. La sala del barrio no puede dar respuesta a las necesidades de estas mujeres y sólo la utilizan para el control pediátrico de sus hijos. En estos casos la elección del efector se vincula con la prestación de servicios especializados para dar cuenta de su problema.

"Me empezaron a hacer todo tipo de exámenes para ver por qué tenía la presión alta, y ahí surgió que tenía problemas renales. Después me hicieron la biopsia en el Fernández -que fue cuando me trasladaron- [porque no podía hacérmela] en el Tornú y ahí empezó todo el tratamiento [...] desde esa vez empezó [...] Yo siempre concurro al médico por los problemas que tengo, la nena generalmente, por las gripes que tiene, la llevo a la salita". (Graciela R.).


Asimismo, aun cuando las mujeres no requieran atención médica, la combinación tiene lugar en la atención de los pequeños utilizándose la salita para cuestiones leves y el hospital para aquellas que son más graves y/o urgentes.

Entre las mujeres que resuelven sus problemas de salud en el ámbito público el inicio de las trayectorias se elige, en primer lugar, por el tipo de problema y la gravedad que ellas en principio le adjudican y en segundo término, por cuestiones de accesibilidad geográfica (Schapira; op.cit.:52). Si se trata de padecimientos de los niños que conviven en el hogar, el inicio de la trayectoria es la sala del barrio, cuya atención es altamente valorada por las mujeres. Este inicio se continúa con efectores de mayor nivel de complejidad dentro del mismo subsector. Las razones que según las mujeres justifican el cambio de institución se relacionan con problemas burocráticos, derivaciones que el mismo médico de la salita indica, falta de conformidad con el diagnóstico recibido.

"A los chicos los llevo a ver a ese centro [se refiere al CESAC nº 7]. Porque muchas veces cuando fui a pedir turno, nunca tenían en esta sala. Entonces me he decepcionado porque uno está en el barrio y podría estar más cerca [pero cuando llegás] ya está todo el mundo anotado y no hay más números. Entonces empecé a levantarme más temprano porque hay que ir a las siete ahí pero la puerta la abren a las nueve para dar turnos".(Yolanda C.).

"Si veo que está un poco conflictivo, voy a otro doctor a ver si me dice lo mismo. No me quedo con un solo informe. Si es una cosa que veo que está confundida, no me quedo con un doctor, voy a otro especialista".(Esther A.).

Tal como sugiere Schapira (op.cit.:52), puede hablarse de huellas del prestigio de los grandes hospitales, especialmente de aquellos vinculados a la atención infantil como el Garrahan o la casa Cuna. Asimismo, si se trata de la salud de las propias mujeres el hospital aparece, como en el caso del discurso de María Esther C., como el prestador privilegiado por la mayor concentración de recursos, el ahorro de tiempo y eficiencia en el tratamiento.

c) Por último, en el proceso de construcción de las trayectorias la medicina casera se constituye en una práctica frecuente entre las mujeres de sectores populares, especialmente cuando se trata del cuidado de su propia salud. Esta práctica es simultánea con la consulta médica y en muchos casos puede retardar la consulta en el sistema formal de salud.

"Sí, tomo yuyos. Yo pregunto qué yuyos puedo tomar, tengo por ejemplo para el corazón, el que tomo para la presión alta, el olivo". (Graciela G.).

Factores que inciden en el uso y el desuso de los servicios públicos de salud.

Tal como mencionáramos anteriormente, entre los factores que inciden en la elección de los servicios, las mujeres entrevistadas destacan la cercanía geográfica. En este sentido, la salita San José es valorizada porque se encuentra ubicada en el barrio. Este factor sin duda tiene un peso considerable cuando muchas de ellas no cuentan con la capacidad económica mínima para hacer frente al costo del transporte. Asimismo esta cercanía les permite mantener una relación familiar, casi afectiva con el lugar y los médicos que allí atienden; facilitando de este modo el seguimiento de las enfermedades.

"Yo los llevo a la salita, los llevo acá más cerca. Adonde me viene más rápido". (Mariana B.)

"Para todos los chicos, acá. Porque igualmente los médicos de acá los tiene el Santojanni y porque si no tengo plata para el bono, no voy a poder ir ahí, entonces a mí por lo menos me atiende bien la doctora. Al nene cuando nació, de cinco días la Dra. Zulma lo atendió, y bueno, y ahora lo sigue atendiendo ella. Gracias a Dios nunca los llevé para una cosa [...] muy grave, es para control nada más, o sea que, una cosa pasajera.
(¿Encontrás alguna diferencia cuando te vas a atender al hospital?).

A: Sí, eso sí. En el sentido que allá hay más aparatos y eso. Pero en otro sentido, no. Ahora cuando están acá los médicos residentes, sí. Yo no sé si ellos no saben, o a lo mejor saben, pero no quieren dar, entonces yo prefiero no llevarle a los chicos cuando están los residentes.(Aída B.).

"Cuando vas a los hospitales es muy diferente, en la salita ya te conocen". (Gladis G.)

Otro criterio de evaluación privilegiado es la capacidad que tienen cada uno de estos servicios para proveer medicamentos y leche gratuitos. En este sentido, la sala es mejor evaluada que los hospitales públicos más cercanos como el Santojanni o el Piñero a donde también concurren.

(¿En general sentís que la sala les provee de todo, les faltan cosas?)
A: A mí me da siempre, mayor queja no puedo tener de ellos porque lo que hay cuando me hago atender me lo dan siempre, medicamentos, los doctores los atienden bien a los chicos. (Aída B.)

"Es muy provechosa para mí [la salita]; me provee, por ejemplo, leche porque es importante para los chicos [y] los medicamentos porque cuando hay te otorgan y porque los antibióticos son los que más utilizan mis hijos". (Hilda H.).

"Nosotros estamos conformes. Yo estoy conforme. Atienden muy bien y sí, cuando hay remedios nos dan. Cuando no hay nos dicen que vayamos a comprarlos al hospital. Si no tenemos la plata vamos a Cáritas". (Elina E.).

La disponibilidad horaria y la facilidad para obtener un turno no es un tema menor. Pese a que la sala no tiene un horario muy amplio de atención, ellas resaltan la posibilidad de conseguir turnos sin tener que levantarse muy temprano y como señala una de ellas "con menos peloteo administrativo". Cabe señalar también que dada la falta de un médico clínico y de tecnología de alta complejidad, la sala es asociada con la atención de enfermedades leves mientras que el hospital lo es con las graves.

(¿Y cuando tenés que ir al hospital, al Santojanni, por ejemplo, por alguna cosa, te manejás bien, es más complicado?)
C: No, me es más complicado los turnos para los estudios porque como tengo que esperar, tuve que pedir turno para sacarme un electro, lo saqué en agosto y me lo [dieron] para el miércoles [el mes de realización de la entrevista es octubre], ¿viste?. Y yo lo necesito urgente pero no hay turno porque están todos los turnos programados.(Ma. Del Carmen G.).

"Y del hospital sí me quejo un poco porque te pelotean mucho. En el Santojanni te atienden bien pero te pelotean mucho. Que vaya acá, que vaya allá. Te hacen ir a las cinco de la mañana y te atienden a las siete de la mañana. Hay mucho peloteo administrativo [...] O sea que a la hora que entraste al consultorio del médico ya te cansaste de hacer trámites". (Esther A.).

"Acudo medianamente a la salita porque no nos vamos al hospital porque las enfermedades no son tan importantes como para el hospital, son resfríos. No son problemas de salud fuerte y simplemente vamos a la salita". (Natividad N.).

Entre los factores que desalientan e inhiben el uso del hospital -que en la mayoría de los casos suele ser el Santojanni-, las mujeres resaltan las cuestiones administrativas. Los horarios de atención de los consultorios externos y de algunas especialidades médicas son matutinos y es necesario acudir muy temprano para poder efectivizar el turno. Sin duda, esta dinámica expulsa del sistema de salud público a buena parte de los jefes de hogar -sean estos mujeres o varones - que no pueden ausentarse de sus trabajos para concurrir a la cita. Se suman a este factor los altos costos que tienen los servicios de alta complejidad como por ejemplo, la quimioterapia. Por otra parte, cabe mencionar la serie de escollos burocráticos que tienen que enfrentar para realizar, por ejemplo, autorizaciones de tratamientos prolongados.

Algunas mujeres, aquellas que cuentan con un capital social mayor, hacen uso de contactos personales o de punteros políticos para poder acceder a lo que debería ser un servicio libre y universalmente ofrecido por el hospital. Es el caso de una de las entrevistadas que para poder recibir tratamiento de quimioterapia sin costos recurre a un "político conocido para que le escriba una carta a la Cooperadora del Hospital" solicitándole la rebaja en la prestación.

Frente a la situación descripta, las mujeres del barrio Inta que concurren al hospital no tienen demasiadas alternativas: algunas de ellas deciden hacer frente a todas estas trabas e inician el proceso de cura y otras, luego de varios intentos, terminan abandonando los tratamientos y desertando del sistema de salud.

Medicina Doméstica y otras yerbas…

¿Cómo enfrentan las mujeres del barrio Inta los problemas de enfermedad? ¿De qué maneras intentan paliar las situaciones que afectan su salud y la de otros miembros familiares? ¿Qué representaciones se producen alrededor de la enfermedad y la cura y cuáles en relación al saber científico y al doméstico?

El análisis del material cualitativo destaca que la práctica más habitual para solucionar problemas de salud/enfermedad es apelar al saber médico y/o recurrir a la experiencia provista por la historia personal y/o familiar. A fin de analizar el por qué algunas de las mujeres eligen como primera medida curativa una u otra estrategia analizaremos más detalladamente estas elecciones y los contextos en los cuales se realizan.

En primer lugar, la información provista por las entrevistas revela que los factores que definen el camino a seguir son el sujeto que padece la dolencia y la aparente gravedad de la misma. Si se trata de los hijos y si los síntomas observados no parecen revestir seriedad, resultan conocidos y/o recurrentes en la propia historia de enfermedades, suelen acudir -en primera instancia- al background de lo aprendido en estos casos. Generalmente, reaccionan de este modo ante síntomas tales como resfríos, catarros, fiebres o bien enfermedades como el asma.

Y: Cuando tiene fiebre [...] si el chico está muy decaído, uno lo empieza a notar medio raro. O sino que dice "abuela, me duele la garganta" entonces ya uno lo lleva a controlar.
(¿Lo llevan a controlar enseguida o esperan y usan algún remedio casero?)
Y: Cuando uno lo lleva así con fiebre le dicen que le hagan un baño y le des una aspirina [...] entonces yo espero al otro día a ver si le pasa. Si está bien es porque ha sido una cosa pasajera. (Yolanda C.).

(¿Consultás al primer síntoma o dejas pasar a ver si se le pasa?)
C: No, a veces le dejo pasar un poco porque a veces tiene mañas, pero otras veces no. (M. Del Carmen G.).

Aquí las experiencias se inscriben en el acervo tradicional de recetas transmitidas generalmente por sus propias madres o familiares y abarcan desde el uso de hierbas y tés hasta el alcohol y la grasa de las gallinas para aliviar un ataque de asma. Pese a que todas ellas manifiestan preferir las indicaciones del médico o verificar sus ¨diagnósticos¨ recurriendo al saber científico lo cierto es que si la gravedad es leve se convierten en ¨terapeutas familiares¨. Si quisiéramos hacer una pequeño vademécum de los tipos de enfermedades y remedios caseros podemos enumerar los siguientes:

¨ bayaspirina con pomelo caliente para que la fiebre salga¨
¨ té de anís para cuando tienen -se refiere a los chicos- gases¨
¨ té de olivo para la presión alta¨
¨ agua con limón para el dolor de estómago¨
¨ miel con aceite para el asma ¨

Al mismo tiempo pareciera tener cierta relevancia la autoprescripción de medicamentos de venta libre como Termofren, Mejoralito, Novalgina, aspirinas o los jarabes para calmar el dolor e incluso, de otros como los antibióticos cuya venta es restringida. Esta práctica es posible que implique riesgos para la salud de las mujeres y de otros miembros del hogar. Tal como sugieren Minujin y Kessler (op.cit:143), entre las familias de sectores populares las prácticas del autodiagnóstico y la automedicación existen desde siempre, pero por lo general se concentran en un número limitado de diagnósticos y medicamentos, situación que impone límites a la decodificación que las mujeres pueden hacer de los signos de malestar.

Acá se compró Ventolín jarabe y Ventolín para nebulizar. A veces ni ellos me lo piden [se refiere a los médicos], pero yo lo tengo guardado por si me lo piden. Yo sola lo compro porque sé qué toman ellos [sus hijos]. (Gladis G.).

H: Los detecto yo, por ejemplo, Dahiana tiene mucha fiebre y si hay algo que no funciona la llevo a la salita y yo sé que es una otitis. Nunca los dejo estar, los llevo al principio porque es muy peligroso. Aparte cuando Dahiana tiene mucha fiebre le agarran convulsiones.
(¿Antes de ir al médico vos ya sabés de qué se trata?)
H: Más o menos por la experiencia que ya tengo
(¿Hacés algo por esto u alguna otra cosa antes de ir al médico o vas directamente?)
H: Si tiene mucha fiebre trato de bajársela con algo, con Termofren para la fiebre. Yo ya sé qué es prácticamente, qué es lo que se les da. Nunca me dejo estar cuando puedo ir al médico. Si le llega a agarrar un viernes a la noche yo ya tengo en la heladera antibióticos, ahí se los doy y el lunes los llevo.(Hilda H.).

El ámbito doméstico se presenta entonces como el espacio donde se inician las acciones curativas, resultado de una primera diagnosis presuntiva y es allí donde usualmente se decide "la carrera del enfermo" y el lugar al cual derivarlo: el hospital o la "salita del barrio". Puede decirse también que estas prácticas están encaminadas a ¨aliviar¨ el dolor o las molestias y no a curar el supuesto trastorno. Para ello y si se trata de enfermedades importantes (congénitas o crónicas) ellas dicen acudir inmediatamente al médico. Ampliaremos este último punto en el siguiente apartado.

La medicina doméstica o las prácticas de autoatención constituyen un paliativo a la falta de medios económicos e institucionales para obtener medicamentos. En este sentido es que podemos sostener que representa una estrategia que les permite hacer frente a la enfermedad con los escasos recursos con los que cuentan, aunque muchas veces el costo sea alto. Una de las mujeres consultadas nos relató como su hijo asmático ¨casi se intoxica¨ (Gladis G.) al utilizar un remedio casero.

Tal como afirma Menéndez, "este modelo (el de la autoatención) es estructural a toda sociedad, suponiendo el primer nivel real de atención de la misma [...] su estructuralidad se basa en las funciones, no sólo curativas sino sobre todo socioeconómicas, que cumple para los grupos en que opera." (Menéndez, 1984:8)

Es precisamente esta dinámica de interrelación entre prácticas y representaciones la que genera "una racionalidad en la cultura médica materna que tendería a establecer acciones cuyo objetivo es prevenir o atender las enfermedades y sus consecuencias" (Osorio; 1988:307).

Prácticas preventivas y condiciones de vida.

En un barrio con las características del barrio Inta, podemos observar que no sólo existen situaciones heterogéneas en relación a la posición de las familias en la producción y el consumo (Véase Capítulo 6 en este volumen); sino que además hallamos formas heterogéneas de constitución subjetiva así como una yuxtaposición de diversas mentalidades o formas de pensar. Al mismo tiempo, cada una de esas configuraciones subjetivas particulares atraviesa, de un modo conflictivo y contradictorio, la vida cotidiana de familias y grupos. En tal sentido, entendemos que las actitudes hacia el hábitat, en relación al cuidado de la salud, es un elemento fundamental y característico de esas diferentes mentalidades en contrapunto (Galli y Malfé; 1996:173).

Observamos tres grupos de mujeres que son portadoras de distintas concepciones respecto de las relaciones entre hábitat y salud:

a) Un grupo de mujeres coincide en señalar de manera concurrente los siguientes aspectos como factores fundamentales a tener en cuenta en la prevención de padecimientos y/o enfermedades: la limpieza, la higiene doméstica, la de los alimentos y el tipo de alimentación. Este grupo de entrevistadas manifiesta que la higiene y la alimentación están estrechamente vinculadas con la buena salud: los aspectos por ellas señalados se circunscriben casi exclusivamente al ámbito privado y al de las responsabilidades individuales:

En tal sentido Elina E. manifiesta que para tener buena salud es necesario sobre todo "lavarse las manos, limpiarse, bañarse todos los días, tratar de tener el baño limpio" y tratar de "tomar mucha leche porque hace bien". 10

(¿Qué cosas de la vida cotidiana creés que ayudan a conservar la salud?)
Y: Y me parece que la higiene y el buen trato entre la familia.. Si alguno está enfermo que lo comente, para agarrar una enfermedad a tiempo. (Yolanda C.)

b) En el segundo grupo, las representaciones acerca de por qué las mujeres del barrio y/o sus hijos se enferman guardan una relación directa con el hábitat en donde ellas desarrollan su vida cotidiana. En este sentido, rescatan aspectos que podemos resumir en las siguientes dimensiones: aquellos que tienen que ver con la infraestructura de saneamiento del barrio y en consecuencia con sus características ambientales, las condiciones de la vivienda y por último, la higiene personal.

¨Este no es un ambiente para que el chico crezca sano¨ Hilda H.

La falta de saneamiento y el aseo del barrio son visualizados como factores que inciden en la vulnerabilidad del grupo familiar; la inexistencia de cloacas en algunas zonas, la basura circundante a las casas y cerca de los sitios donde los niños habitualmente juegan, la falta de asfalto son visualizados como focos de infección.

"Que no vayan a la basura, que no anden tanto tiempo en el medio del agua podrida. Que no coman cosas que no tienen que comer". (M. Del Carmen G.).

(¿Hay algún aspecto de la vida cotidiana que ayuda a que aparezcan problemas de salud?)
Y: Y sí. Porque estamos llenos de microbios en la calle por la humedad. Se juntan muchos mosquitos que traen siempre tantas enfermedades, puede ser que se contagie así por intermedio de los mosquitos.
(¿A vos te parece?)
Y: Sí, porque yo leí mucho y sé que es conveniente que por lo menos se tendría que echar asfalto negro para que se tape un poco el barro ¿no?. (Yolanda C.).

Asimismo, hay quienes identifican el hacinamiento como variable fundamental. El "vivir todos apretados" (Aída B.) es visto como una causa pero al mismo tiempo es vivido con culpabilidad. Muchas de estas mujeres se sienten responsables por no poder brindarle a sus hijos mejores condiciones de vida. También otro factor de importancia que señalan es la inexistencia de electricidad o gas en algunas viviendas que imposibilita contar con calefacción en el invierno.

"Yo creo que sí porque viviendo todos apretados uno por qué no se va a enfermar, digo yo. Por ahí, yo le hago divisiones, le pongo esta cortina, le pongo dos camas de los chicos. Porque yo a veces me levanto a la noche y vengo acá y veo tan chiquito el dormitorio de ellos que me hace no sé qué". (Aída B.).

c) Por último, hay otro grupo de entrevistadas que no vincula el tener buena salud a aspectos de su vida cotidiana. En general, interrogadas acerca de cuáles son los aspectos de sus vidas cotidianas que vinculan con tener buena salud, estas mujeres responden con largos silencios no pudiendo expresarse acabadamente.

Podemos conjeturar -aunque esto requeriría una investigación más amplia- que aún cuando ellas comparten el espacio barrial, sus actitudes, sus mentalidades, sus formas de pensar y de percibir la realidad se formaron en contextos socioeconómicos y culturales diferentes vinculados, en la mayoría de los casos, con los recorridos que realizaron hasta el momento de asentarse en el barrio (Véase apartado I en este Capítulo) y que precisamente son dichas diferencias las que se reflejan en los grupos y en las constelaciones de actitudes que ellos representan. Sin embargo, cabe hacer aquí una salvedad. Es poco probable que las constelaciones de actitudes que se distinguen se presenten de manera pura entre las mujeres y los vecinos del barrio. Sólo podemos percibir, en todo caso, prevalencias (Galli y Malfé; 1996:174).

Las dolencias padecidas.

En cuanto a la percepción de la gravedad de la enfermedad padecida, por ellas u otros miembros familiares, las mujeres entrevistadas identifican un grupo de dolencias consideradas "poco serias" conformado básicamente por resfríos, gripes, enfermedades respiratorias (asma, broncoespasmos), otitis crónicas. Llama la atención que incluyan dentro de este grupo a las dos últimas patologías. Podemos pensar que la frecuencia con que se presentan estas enfermedades en sus historias personales y por ende, las herramientas prácticas con las que aprendieron a mitigar sus efectos las ha ido transformado en dolencias de menor importancia. Por otra parte y, tal como vemos en el análisis de los otros ejes, es justamente frente a este tipo de padecimientos que se genera un desplazamiento del médico como primera instancia de atención en la carrera curativa.

Asimismo, resulta interesante reparar en el hecho de cómo algunas enfermedades que conllevan riesgos reconocidos, como por ejemplo las patologías del corazón, no son percibidas como tales. Es el caso de una de las mujeres entrevistadas. Habían operado a su hija de problemas en la carótida y sin embargo frente a la pregunta de si había un miembro de la familia con un trastorno grave, responde negativamente. O por ejemplo, una de las madres consultadas a quien le habían notificado que uno de sus hijos estaba con niveles considerables de desnutrición y sin embargo ella estaba disconforme con el diagnóstico aduciendo que en su familia eran todos flacos y de poca altura.

La relación médico-paciente: ¿confianza o poder?.

¿Qué significados adquiere la prescripción médica? ¿En qué medida y en qué circunstancias se discute el modelo médico hegemónico? Como ya hemos señalado, las madres suelen recurrir al médico luego de comprobar que los paliativos caseros implementados no han logrado los efectos queridos. O bien cuando las enfermedades o los síntomas demuestran cierta gravedad o no son reconocidos como 'normales'.

Pese a que podríamos tomar este hecho como un ejemplo de práctica curativa alternativa al modelo tradicional, lo cierto es que ellas manifiestan en paralelo una total entrega, conformidad y muy bajos niveles de cuestionamiento a los diagnósticos y prescripciones médicas.

"Escúcheme una cosa: uno a veces tiene que escuchar porque uno a veces no aprende, tiene que aprender de ellos algunas cosas, para eso estudió porque ellos están en eso, uno tiene que escuchar las cosas".(M. Beatriz )

(¿En general creen en el diagnóstico médico o a veces les resulta dudoso?)
G: No sé, yo confío mucho en la doctora que me atiende. Ella me da mucha confianza. En ningún momento dudé de lo que me dijo. (Graciela R.).

"No, acá yo les tengo fe a los médicos que no son residentes. No es que no les tenga fe a los residentes, cómo no van a saber, si son médicos, pero lo que pasa es que ellos no te dan remedios". (Aída B.).

Algunas mujeres cuestionan el saber médico y es en tal sentido que Mariana plantea:

"¿ellos (los médicos) saben lo que tengo que hacer y yo no¨?

Sin embargo, no se observa esta actitud crítica entre aquellas mujeres que han vivido experiencias dramáticas en relación a malos diagnósticos médicos y que han puesto en riesgo sus propias vidas o las de sus hijos y en algunos casos han ocasionado la muerte. Es el caso por ejemplo de María Beatriz quien consultó a un médico de un hospital porque su hijo había amanecido "tirado, cansado, no tenía ni fiebres, ni vómitos" le prescribieron un medicamento, le dijeron ¨mañana va a amanecer bien¨ y al día siguiente se murió de meningitis.

También, el de otra mujer que tenía su hija de un año y tres meses engripada y la llevó al hospital. El médico le recomendó aspirineta y un jarabe. Cuando volvió de comprar estos remedios en la farmacia, ¨la nena dejó de respirar, apenas respiraba¨. La deja internada en el hospital con neumonía y a los dos días fallece (Aída B.).

En ninguno de los casos mencionados, se hace referencia a una mala praxis, un diagnóstico errado y muchísimo menos se plantea la posibilidad de realizar pleitos legales poniendo en duda la atención. Por el contrario, pareciera ser que la confianza se renueva. ¿Cómo entender esta actitud?.

Como hipótesis a ser profundizada podemos pensar que el cuestionar la práctica de aquellos que socialmente son reconocidos como aptos para curar tiene un costo alto para estas mujeres. Perder las certezas en el ámbito de la salud implica moverse en las tinieblas, no saber a quién recurrir, sentirse más desamparados de lo que ya lo están social y económicamente. Es por ello quizá que recurran a otro tipo de explicaciones para contestarse por qué sucedieron estos hechos.

En cuanto a otros aspectos de esta relación médico-paciente, podemos señalar que el modo en que el médico transmite la información, cómo explica las causas de la enfermedad y da las indicaciones a seguir no sólo son factores determinantes a la hora de evaluar la atención sino que también condicionan el grado de percepción que esa paciente tenga acerca de la enfermedad diagnosticada y por lo tanto, de las precauciones que tome.

Lo dicho surge con evidencia en el caso de Natividad, una mujer a la cual le diagnosticaron mal de chagas y luego de unos años el médico decide colocarle un marcapaso. Pese a tener el marcapaso puesto, Natividad no se convence con la solución propuesta por el especialista aduciendo que su "explicación no fue muy práctica" y que además "hacía muchos años que tenía ese problema y nunca le había pasado nada".

Asimismo, observamos que respecto a las percepción que estas mujeres tienen en relación a las limitaciones o los impedimentos para seguir los tratamientos ellas se refieren básicamente a los costos económicos que muchas veces tienen los medicamentos recetados. Es por ello, que en general, miden la calidad de atención recibida a partir de si tal o cual médico le ofrece gratuitamente los remedios.

(¿En general podés cumplir con las indicaciones médicas o te resultan difíciles de llevar adelante?)
G: Son difíciles porque tengo que comprar el medicamento y no sobra plata. (Graciela G.).

Epílogo...

Pasado el tiempo, abandonamos el barrio pero no salimos igual que cuando llegamos allí. Muchas cosas aprendimos de nuestras entrevistadas pero hay una en particular que quisiéramos resaltar aquí: el valor y la inteligencia de las mujeres que intentan sobrellevar su vida en un contexto de pobreza urbana.

Por otra parte, están las conclusiones científicas que nos gustaría también destacar.

Las entrevistas y los testimonios de las mujeres dan cuenta de las diversas estrategias y trayectorias que ellas, quienes genéricamente pertenecen a los sectores populares urbanos, implementan y producen para el cuidado de su salud y la de los otros miembros del hogar.

Esta diversidad está básicamente relacionada con: i) los recursos con los que cuentan las mujeres y los grupos domésticos para el cuidado de la salud; ii) la ocupación de las mujeres, y iii) la posibilidad que ellas tienen de reprocesar y utilizar información sobre el sistema de atención médica y de desarrollar determinada capacidad crítica frente al medio. Estas capacidades y posibilidades, que constituyen el capital cultural de las mujeres, guardan, asimismo, estrecha relación con su nivel de instrucción, las experiencias anteriores de contacto con el sistema de salud y las redes sociales de que disponen.


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Schapira, M. (1993); "Representaciones del proceso de salud/enfermedad y la valoración de la atención médica desde la perspectiva de las mujeres". En Cuaderno Médicos Sociales,65/66. Rosario. Centro de Estudios Sanitarios y Sociales.
Schufer de Paikin, M.; Prece, G.; Necchi, S. Y Adamo, M. T. (1987); :Estrategias familiares en relación a la atención de la salud". Buenos Aires. CONICET/Medicina y Sociedad (mimeo).
Segovia, O. (1997): "La mujer habitante: Uso, comportamiento y significado en el espacio público". En Herzer, H. (comp.); Postales Urbanas del Final del Milenio. Una construcción de muchos. Buenos Aires. Instituto Gino Germani/Oficina de Publicaciones del CBC.

1 Datos extraídos del "Informe sobre villas erradicadas", Comisión Municipal de la Vivienda, 1980.
2 El concepto de pobreza implica una comparación entre la situación concreta que enfrenta un individuo u hogar y lo que sería necesario para vivir; si bien no es materia de este trabajo ahondar en la discusión sobre dicho concepto, nos parece adecuado señalar que la medición del tamaño de la pobreza reconoce en la literatura dos aproximaciones distintas:
La primera, que se denomina línea de pobreza (LP), presupone la determinación de una canasta básica de bienes y servicios que una vez valorizada permite delimitar la citada línea de pobreza. Según este criterio son considerados pobres aquellos hogares que con sus ingresos no pueden cubrir el costo de esa canasta.
La segunda, denominada necesidades básicas insatisfechas (NBI), remite a aquellas manifestaciones materiales que evidencian la falta de acceso a ciertos tipos de servicios (Minujin y Vinocur; 1989). Partiendo de la noción de dignidad humana en la Conferencia Mundial del Empleo (Altimir, 1979), se estableció que las necesidades consideradas básicas incluyen: a) ciertos requerimientos mínimos, como vivienda apropiada, de tamaño adecuado y con servicios sanitarios, que se adquieren a través del consumo privado; b) servicios tales como el agua potable, cloacas, salud, educación, etc., algunos de ellos provistos por la comunidad y el Estado y c) acceso al empleo libremente elegido. La delimitación del umbral que define la no satisfacción de estas necesidades para vivir es una de las modalidades que nos permite identificar empíricamente a los pobres. Si bien dentro de este enfoque existen discrepancias respecto de cuáles necesidades considerar -los criterios utilizados a efectos de definir la pobreza fueron: hacinamiento, tipo de vivienda, servicios sanitarios, educación y criterios combinados indicando una posible falta de ingreso adecuado (véase INDEC; 1984)- y cómo ponderar la importancia de cada una de ellas, en nuestro trabajo consideramos que la no satisfacción de una de ellas es suficiente para clasificar al hogar o persona como pobre.
3 Una descripción detallada de las políticas de regularización dominial para sectores populares en el Area Metropolitana de Buenos Aires (1976-1997) puede verse en Herzer, H.; Di Virgilio, M.M.; Lanzetta, M.; Lago Martínez, S.; Redondo, A. Y Rodríguez, M.C. (1998).
Acerca de las características del proceso de poblamiento del barrio Inta, véase Di Virgilio, 1998.
4 La importancia de la cercanía a las fuentes de trabajo como factor que condiciona fuertemente la elección de los sectores populares de los lugares para vivir puede constatarse, también, en el caso de las ocupaciones de inmuebles en la Capital Federal. Véase en Herzer, H.; Di Virgilio, M.M.; Lanzetta, M.; Lago Martínez, S.; Redondo, A. y Rodríguez, M.C. (1997).
5 La villa tienen una antigüedad aproximada de 30 años, los primeros registros datan del año 1966. Véase Di Virgilio, 1998.
6 Acerca de la inserción laboral de las mujeres pobres véase Di Virgilio y Martínez Mendoza, 1998.
7 Sobre el tema de organización doméstica y trabajo véase Dionisi; 1998.
8 Antes de la puesta en marcha del Plan de Radicación de Villas de la Capital Federal -1993/94-, el barrio contaba con una improvisada cancha de fútbol que servía como espacio de recreación para los niños. Pero la construcción de nuevos módulos habitacionales requirió el uso de dicho espacio y el barrio se quedó sin canchita sin contar aún con otro espacio que la reemplace. Ante esta falta, los niños toman las calles como espacios de juego aumentando el riesgo de accidentes.
9 Recordemos que en la sala San José se ofrece Servicio de Pediatría, Enfermería, Ginecología y de Nutrición. Asimismo, se llevan a cabo el Programa de Nutrición y Crecimiento y el de Corazón Sano que prevé solamente la detección de enfermedades de riesgo cardiovascular. No se ofrece Servicio de Clínica Médica.
10 Schufer de Paikin y otros (1987:27 ss) en una investigación sobre "Estrategias familiares en relación a la atención de la salud" llegan a la misma conclusión.

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