Un intelectual comprometido
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- Categoría: Número 46
- Publicado el Miércoles, 16 Diciembre 2015 17:23
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"A diez años de su muerte" (Revista Noticias UNGS nº 71)
Susana Hintze
Investigadora docente
UNGS
Poco después de la muerte de Alberto, Omar Tobío, asistente en sus cátedras en la UBA, escribió esto: “Alberto persistía en buscar, en reconocer, en delinear una totalidad debajo de los fragmentos, y en ver los nexos entre las grandes tendencias económicas y el devenir social” (“Una totalidad debajo de los fragmentos”, en Litorales, N.° 6, 2005). Cuando me invitaron a participar en este homenaje que la UNGS le dedica, recordé este artículo: pasó una década y ahora acuerdo con que esa era la forma en que Alberto reflexionaba política y teóricamente sobre los tiempos que le tocó vivir.
Criado en una familia de raigambre y con compromiso activo con el peronismo, en oposición a la tradición familiar –o tal vez en respuesta a ella–, en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA militó en grupos de izquierda. Contador de origen, dejó esa carrera sin completar cuando se abrió la de Economía Política. Se formó conciente y sistemáticamente en el marxismo, reconociendo a la vez la importancia de pensadores latinoamericanos. Lector de Carlos Astrada y Mariátegui, profundizó con Raúl Sciarretta su formación marxista. Alberto fue un claro exponente del intelectual (progresista, le decimos ahora) que generó la Argentina en la segunda mitad del siglo XX. Nuestra incorporación a los procesos del país en la década del setenta derivó en un largo exilio que transitamos por Bolivia, Venezuela, México y, en su caso, también Nicaragua.
Economista por título e interés, epistemólogo por vocación, preocupado por una perspectiva latinoamericana, convencido de la necesidad de involucramiento en los procesos de cambio, creyó que el papel del intelectual se construye en el diálogo crítico con la coyuntura sin perder de vista que su sentido lo da la lucha de todos los días. Asumió en sus años finales un nuevo y fuerte compromiso: la economía social. Difundió de múltiples maneras el proyecto de otra economía. En nuestra Universidad lo hizo en la formación (desde posgrados a cursos de promotores barriales), escribiendo, investigando. De hecho, el momento y el lugar en que ocurrió su muerte es casi una metáfora de aquello en que puso su vitalidad en esa etapa: murió sorpresivamente en el Centro Cultural San Martín durante una sesión del Foro de Investigadores en Economía Social. Alguien me escribió que había muerto en su campo de batalla. Efectivamente, pensar, escribir y sobre todo participar en diversas –y a veces fatigosas– actividades de promoción y difusión de la economía social dio fuerza e impulso a sus últimos años; la asumió con la misma pasión con que había apostado a otras alternativas de transformación social.
En el difícil intento de recuperar su dimensión pública para los demás, al escribir estas líneas lo recuerdo tan profundamente honesto como polémico y complejo; con un humor ácido, irascible; pero detrás de todo ese ropaje, afectuoso, solidario, leal. Discutidor incansable de ideas y propuestas, fue –con todo el valor que esto tiene para nuestra generación– un intelectual comprometido con su tiempo.